DANIEL MARTÍNEZ TERRAZAS: EL TIMONEL QUE FORJA EL FUTURO AZUL EN MORELOS
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 6 de noviembre de 2025
En el ajedrez político de Morelos, donde las piezas se mueven con la precisión de un reloj suizo pero con la volatilidad de un volcán, emerge Daniel Martínez Terrazas como la figura que podría redefinir el tablero opositor. A sus 39 años, no es solo el coordinador del Grupo Parlamentario del PAN en el Congreso local y presidente de la Junta de Gobierno, sino el timonel estatal del partido azul (2024-2027).
Su “relanzamiento” del PAN, anunciado en octubre pasado con una app para candidaturas ciudadanas y ejes como “Patria, Familia y Libertad”, no es mero eslogan: es una declaración de intenciones para un PAN más interno, menos dependiente de alianzas externas.
Mientras Morena consolida su sexenio bajo Margarita González Saravia, Martínez Terrazas se posiciona como el renovador que podría romper la inercia panista. Su trayectoria no es de aquellas construidas en salones de fumadores, sino en el barro de la gestión pública. Auditor municipal en Cuernavaca (2004-2006), diputado federal (2018-2021) y ahora local por el Distrito 1, ha evitado los escándalos que carcomen a tantos. En su cuenta de X, antes Twitter (@danielmterrazas), las giras por municipios y propuestas como eliminar “tómbolas” en la elección judicial de 2027 pintan a un líder cercano, que escucha demandas de agua y seguridad. Su declinación en 2021 para cederle el camino a José Luis Urióstegui en la alcaldía fue un gesto de lealtad, pero hoy, como dirigente, canaliza esa energía hacia un PAN que prioriza militantes puros. Es el antítesis del “ciudadano externo”: joven, leal y con estructura.
Sin embargo, el elefante en la habitación morelense es Urióstegui, el alcalde de Cuernavaca (2025-2027) que retuvo la capital para la oposición en 2024 con una coalición PAN-PRI-PRD-RSP. Con aprobación en las nubes —líder en encuestas de Demoscopia Digital hasta enero de 2025—, algunos eventos significativos y avances en seguridad lo convierten en el “caballo negro” para la gubernatura de 2030.
Pero aquí radica la grieta: Urióstegui, abogado de 64 años con red empresarial, rechazó afiliarse al PAN en octubre de 2025, pese a la invitación pública de Martínez Terrazas. He escrito columnas en La Crónica de Morelos señalando lo siguiente: su distancia partidista genera recelos entre las bases azules, que ven en él un “invitado eterno” sin cuota de sangre.
Estos desencuentros no son anécdotas; son el preludio de una lucha interna que podría estallar en 2026. Por cierto, este 5 de noviembre Daniel Martínez descartó a Urióstegui para la Fiscalía General —vacante por la renuncia de Édgar Maldonado—, argumentando que “concluirá su encargo como alcalde” y que el PAN busca perfiles sin “intereses partidistas”. En lo personal, me parece una pésima broma el haber especulado sobre la imposible conversión de Urióstegui a Fiscal, ya que cuando desempeñó el cargo de procurador general de Justicia en 2000-2002 (durante el periodo gubernamental de Sergio Estrada Cajigal), dejó la institución por ineptitud, aunque él argumentó tener una mala relación con el gobernador, la falta de apoyo en varios sentidos y el hecho de que no pactó ningún acuerdo con Agustín Montiel, a la sazón coordinador general de la Policía Ministerial, quien fue encarcelado en 2004 por vínculos con el narcotráfico. En realidad, Urióstegui careció de resistencia y otros elementos para presidir una institución altamente conflictiva.
En X (antes Twitter), posts de Martínez Terrazas enfatizan un partido “abierto a la ciudadanía, pero anclado en la militancia”, un dardo velado al alcalde. Análisis en El Regional advierten de un “intercambio de posiciones” entre los hermanos Martínez Terrazas, que podría marginar a los “externos”. Urióstegui, con su imagen mixta por la violencia en Cuernavaca (una de las 10 ciudades más letales a nivel nacional), depende de popularidad volátil; Martínez Terrazas, de la maquinaria interna.
Miremos al horizonte de 2027: elecciones municipales sin gubernatura en juego, un termómetro perfecto para la oposición. Para Cuernavaca, Martínez Terrazas tiene un 75-85 por ciento de probabilidades de ser el candidato panista, según el pulso actual. Como diputado del Distrito 1 y timonel estatal, controla las avales y las internas, priorizando perfiles como el suyo: gestor con votos probados en 2024.
Nadie tiene aún certeza sobre el futuro de Urióstegui en 2027, cuando terminará su ciclo en la alcaldía. Solo otro cargo de elección, como diputado federal o local, lo mantendría vigente hasta la etapa preelectoral de 2030. Pero si el PAN le cierra las puertas, el actual edil pudiera brincar a Morena en pos de otro hueso, pues es de sobra conocida su ubicuidad. ¿Estará dos años y pico en la ignominia si no es postulado a nada? ¿Lo invitará Margarita González Saravia a trabajar con ella, a pesar de su pasado voluble? Está por verse.
Así las cosas, en 2027 el camino se despejaría para Daniel, quien pudiese ser el “plan B” natural contra Morena, partido que podría postular a pesos pesados como los diputados federales Agustín Alonso o Juan Ángel Flores. Yo todavía dudo respecto a tales escenarios. No dejan de estar en el plano especulativo.
Imaginemos el trienio 2027-2030: Daniel Martínez como alcalde, con solo tres años para dejar huella, pero alineados al sexenio de González Saravia. Enfocado en sus fuertes —seguridad, obras y reformas—, podría replicar éxitos de Urióstegui, pero con un sello propio: alianzas con empresarios locales y énfasis en transparencia judicial. Si retiene Cuernavaca contra un Morena que encuestas de Massive Caller (octubre 2025) ven con 35-40 por ciento de preferencias pero vulnerable por inseguridad, llegaría a 2030 con 44 años y base electoral en la zona metropolitana. Sería el “renovador” que el PAN nacional (bajo Jorge Romero) anhela: anti-Morena, leal y sin deudas externas.
Aquí entra el contrapeso maestro: Urióstegui, a sus 69 años en 2030, podría aspirar a la gubernatura, pero su rechazo a la militancia lo deja expuesto. Si falla en el salto —por violencia persistente o coaliciones rotas—, Martínez hereda su legado sin las sombras; si triunfa, genera una polarización que Daniel explota como “el interno puro”. Las fricciones actuales, como el “congelamiento” de avales que murmuran en X (antes Twitter) desde septiembre de 2025, aceleran este duelo. González Saravia, con luna de miel inicial en programas sociales, podría erosionar el momentum opositor si patina en agua y balazos, pero también unifica al PAN alrededor de figuras como Daniel Martínez para diferenciarse de pasadas alianzas.
En prospectiva, Daniel Martínez Terrazas no es solo un diputado ascendente; es el timonel de un PAN morelense que podría reconquistar el Palacio de Gobierno en 2030. Con probabilidades del 65-75 por ciento de llegar a la gubernatura —condicional a un trienio estelar—, su apuesta por la lealtad interna desafía al morenismo estatal y redefine las dinámicas opositoras.
Si Martínez Terrazas juega bien sus cartas, 2030 podría ser el año en que el azul vuelva a ondear en la cima. ¿El tablero está listo para el jaque mate? Solo el tiempo, y las urnas, lo dirán.
