DE NUEVO, EL NEGOCIO DE LA BASURA EN CUERNAVACA Y LOS GRANDES INTERESES
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 29 de octubre de 2025
Toco madera, una vez más. Hoy, el presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, evocó con precisión quirúrgica la pesadilla de la crisis de basura de 2006; lo hizo justo antes de que el Cabildo aprobara por unanimidad la expedición de una convocatoria para un proceso de licitación nacional. Esta medida busca contratar a una empresa responsable de recolectar, transportar y disponer de los desechos sólidos por dos años, en un intento por modernizar un servicio que ha sido eterno caldo de cultivo para intereses voraces.
Aquellos montones de bolsas negras en avenidas como Nueva Inglaterra, en Lomas de Cortés, o las pilas humeantes frente a comercios icónicos, no son solo recuerdos; son advertencias que el alcalde invocó para justificar la urgencia de este paso. Cuernavaca, la eterna primavera, no puede permitirse otro capítulo de ignominia ambiental que manche su imagen global, como ocurrió cuando nuestras calles se compararon con las de Nápoles en huelga.
El origen de aquella catástrofe de 2006 sigue fresco en la memoria colectiva, y Urióstegui lo repasó con maestría: la delimitación de zonas metropolitanas por Sedesol en marzo de 2005 ya señalaba la obsolescencia de nuestra infraestructura, rebasada por el volumen de desechos. La decisión de cerrar el tiradero de Tetlama en diciembre de ese año, impulsada por la Comisión Metropolitana y el panista Javier Bolaños Aguilar desde la CEAMA (hoy es titular de la Comisión Estatal del Agua), dejó a Adrián Rivera Pérez sin opciones viables.
Rechazamos la generosa oferta de Cuautla por ocho millones de pesos para una segunda celda en La Perseverancia, y el fallido “relleno” en Yecapixtla, saboteado por perredistas y ligado a compadrazgos con Jorge Rafael Sánchez Vargas, solo agravó el caos. Rivera pidió 80 millones en crédito para un nuevo relleno y rehabilitación, pero ni Cabildo ni Congreso local lo respaldaron.
El desenlace fue previsible: con el cierre de “El Socavón” de Tetlama en septiembre de 2006, la sustituta Norma Alicia Popoca Sotelo heredó el infierno, y las calles se convirtieron en tiraderos abiertos.
Avanzando en el tiempo, pero sin aprender lecciones, Jesús Giles Sánchez tomó las riendas en noviembre de 2006 y optó por concesionar el servicio a la regiomontana PASA, un giro que modernizó la recolección con equipo nuevo y un relleno en Loma de Mejía. Sin embargo, el priísta Manuel Martínez Garrigós, en su trienio 2009-2012, canceló el vínculo con PASA en medio de acusaciones de corrupción y campañas mediáticas que clausuraron el sitio por “incendios sospechosos”.
Nació entonces SIREC, liderado por empresarios locales como Daniel Miranda, que operó bajo eternos adeudos municipales y con el centro de transferencia en la colonia Lázaro Cárdenas (al sur de la ciudad) como parche insuficiente. Hoy, evolucionado a TRIDEZA, este grupo enfrenta sabotajes en Loma de Mejía pese a sus autorizaciones tripartitas, como denunció el exalcalde Antonio Villalobos.
Durante el mandato de Jorge Morales Barud, SIREC-TRIDEZA cargó con el peso del servicio, acumulando deudas que rozaban el colapso financiero. La llegada de Urióstegui Salgado en 2021 prometió estabilización, pero las grietas persisten: en agosto pasado, el Cabildo extendió contratos hasta 2026 para evitar contingencias, como la de diciembre de 2021 que dejó pilas de basura en vísperas navideñas y alertas por dengue. Ahora, con esta licitación nacional de dos años, el alcalde busca romper el ciclo de concesiones locales plagadas de favoritismos.
No es casual que mencione la crisis de 2006; es un recordatorio de cómo errores pasados, como el rechazo a Cuautla o el endeudamiento fallido de Rivera, abrieron puertas a grupos externos con bolsillos profundos. La sesión de Cabildo abierto del 9 de octubre ya allanó el terreno, y la convocatoria de hoy busca transparencia en un mercado donde las apuestas son millonarias.
Los números no mienten, y son obscenos: en los últimos cuatro años, el Ayuntamiento ha erogado alrededor de 250 millones de pesos anuales solo en este servicio, una tajada que ha engordado cuentas de empresarios locales y foráneos por igual. TRIDEZA, heredera de SIREC, ha invertido en equipo pese a pagos irregulares, pero enfrenta competencia de gigantes como el relleno de La Perseverancia en Cuautla. PASA, con su legado de modernización y litigios pendientes —que en 2015 obligaron a pagar 40 millones por incumplimientos—, podría resurgir en la próxima licitación, avivando viejos rencores.
La aprobación unánime en Cabildo podría representar un oasis en el desierto de divisiones, pero no borra las sombras: ¿quiénes sabotearán el proceso? En 2022, deudas millonarias con recolectoras llevaron a paros y acumulaciones; en 2025, con extensiones contractuales frescas, esta licitación de dos años huele a puente temporal hacia una reforma estructural.
Urióstegui, astuto, usa la historia como escudo: aludir a 2006 no solo legitima la urgencia, sino que expone cómo la falta de visión metropolitana —Jiutepec, Temixco y Xochitepec siguen al margen— perpetúa la vulnerabilidad.
Los intereses cuantiosos no han menguado; al contrario, con el volumen de desechos creciendo por urbanización desbocada, el pastel es más jugoso. ¿Veremos camiones uniformados de nuevo, o regresarán las bolsas negras a las banquetas? ¿Se avecina otra crisis? La licitación nacional es un paso audaz, pero sin un relleno propio y alianzas regionales sólidas, el riesgo acecha. Esperemos que esta convocatoria no sea solo un espejismo, y que los grandes intereses —de TRIDEZA o KS Morelos a PASA, de locales a cuautlenses— se subordinen al bien común. Cuernavaca merece calles limpias, no negociados sucios. Veremos, y después diremos.
