DE NUEVO: LA SEGURIDAD POLITIZADA
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 10 de enero de 2024
El gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo, dentro de los próximos ocho meses y fracción, deberá aplicar mano firme para evitar el descontrol de la violencia en Morelos. Como todo mundo sabe, entregará la titularidad del Poder Ejecutivo el martes 1 de octubre venidero a quien será la primera mujer gobernadora de nuestra entidad. Y será altamente saludable, para la administración saliente y la entrante, dar las mejores cuentas en torno a la seguridad pública, la cual ha vuelto a ser politizada recientemente por ciertos actores políticos a raíz del lamentable asesinato del regidor cuautlense Giovanni Lezama Barrera.
Tal como lo he visto durante muchísimos años, ese homicidio de alto impacto propició un nuevo alud de ataques contra Blanco Bravo, haciéndolo responsable de todo, absolutamente todo lo que padece Morelos respecto al complicado tema de la seguridad pública. Sin embargo, a ciertos actores políticos se les olvidó que un sistema integral de seguridad pública está constituido por la prevención y disuasión de los delitos, a cargo de las corporaciones policíacas (CES-Morelos, Policía Morelos, policías preventivas municipales y Guardia Nacional); por la persecución e investigación de los delitos consumados (Fiscalía General de Morelos y Fiscalía General de la República); por la administración e impartición de justicia (a cargo de los juzgados penales respectivos); y la reinserción social (aplicada por las autoridades penitenciarias federales y estatales).
No todo depende, pues, del titular del Poder Ejecutivo quien, sin embargo, no ha dejado de presidir la Mesa de Construcción de la Paz cuyas sesiones, en su mayoría, se efectúan en instalaciones de la 24a. Zona Militar con sede en Cuernavaca. Muchas veces, en ese ámbito, se ha demostrado que la Guardia Nacional y la milicia se caracterizan por la simulación, pues siempre llegan cuando se han cometido los delitos, solo para cuidar cercos ministeriales y/o dirigir el tránsito, haciendo las veces de agentes viales. La mayor parte del tiempo se ha confirmado que no hay trabajo de inteligencia por parte de las dos importantes instituciones federales.
En torno a la politización de la seguridad es importante precisar que surge entre la desesperación social y el oportunismo político. Analizando el fenómeno a partir del pesimismo ciudadano inferimos que la seguridad es fundamental para el desarrollo del ser humano desde su nacimiento y durante las diferentes etapas de la vida. Es un instinto natural. Y según nuestro marco constitucional es obligación del Estado mexicano garantizar la seguridad pública, lo que muchas veces no sucede.
La realidad nacional demuestra que la inseguridad supera por mucho las acciones gubernamentales en la materia. Es, pues, un mandato constitucional incumplido aún y cuando se hacen esfuerzos para enfrentarla, mientras la zozobra y percepción de indefensión están presentes.
Pero hay algo más, padecido por las autoridades de los tres órdenes de gobierno: la politización de la seguridad. Los mexicanos llevamos casi 30 años observando dicha práctica: políticos y politiqueros de todas las tendencias partidarias convirtieron el tema en un recurso para apuntalar carreras y candidaturas. Aprovechan cualquier coyuntura para hacerse presentes, sin proponer jamás medidas concretas para resolver de fondo la problemática. Hablan por hablar.
Infortunadamente para Morelos, las disputas políticas en torno a la seguridad generan vacíos de autoridad, pues los grupos criminales perciben cuando los políticos no se ponen de acuerdo para combatirlos. Esto es precisamente lo que ha sucedido en Cuernavaca y otros municipios. Los bandoleros observan el escenario y localizan sitios donde enquistarse.