DESLIZAMIENTO LETAL EN HUAJINTLÁN: LA IRA DE LA TIERRA BAJO LAS LLUVIAS INCESANTES
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 13 de octubre de 2025
En la quietud de la madrugada del 12 de octubre de 2025, la comunidad de Huajintlán, en el municipio de Amacuzac, Morelos, fue sacudida por una tragedia que subraya la fragilidad de la vida en zonas marginadas. Un masivo deslizamiento de enormes rocas y piedras, originado en un cerro aledaño, sepultó por completo una vivienda familiar, dejando un saldo preliminar de tres personas fallecidas. Las autoridades confirmaron que el incidente ocurrió alrededor de las primeras horas de la mañana, cuando las familias aún dormían, transformando un hogar en un escenario de devastación instantánea. Elementos de rescate que acudieron al lugar describieron una escena dantesca, con bloques de roca de varios metros cúbicos esparcidos sobre los restos de la casa, complicando las labores iniciales de extracción.
La respuesta inmediata de las autoridades fue un despliegue coordinado que reflejó la urgencia de la situación. La Coordinación Estatal de Protección Civil Morelos (CEPCM) activó protocolos de emergencia tras recibir el reporte, enviando personal de la Dirección de Atención a Emergencias y Desastres, junto con elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Guardia Nacional y la Cruz Roja Mexicana. En el sitio, se trabajó en la remoción de escombros para verificar si había más víctimas atrapadas. Una niña, según relatos preliminares de testigos, logró escapar milagrosamente de entre los restos, convirtiéndose en un rayo de esperanza en medio del dolor colectivo que embarga a la comunidad.
El detonante de esta catástrofe no fue un capricho aislado de la naturaleza, sino el reblandecimiento progresivo de la tierra en el cerro vecino, provocado por las intensas lluvias que han azotado Morelos en las últimas semanas. Estas precipitaciones, intensificadas por patrones climáticos erráticos, han saturado el suelo, haciendo que las laderas inestables cedan bajo su propio peso. Expertos en geología han advertido que eventos como este no son infrecuentes en la región sur del estado, donde la topografía montañosa y la deforestación agravan los riesgos. En Huajintlán, el terreno ya presentaba signos de inestabilidad, y las autoridades han acordonado el área para prevenir nuevos desprendimientos, exhortando a los residentes a evacuar zonas cercanas.
Esta tragedia no es un eco solitario en la historia de Morelos, sino un grito de alerta sobre la vulnerabilidad endémica que acecha a decenas de comunidades en el estado. Zonas como Amacuzac, con sus barrancas profundas y cerros erosionados, se convierten en trampas mortales durante la temporada de lluvias, exacerbada por el cambio climático que promete tormentas más feroces y frecuentes. Miles de morelenses habitan en estas áreas de alto riesgo, no por elección, sino por la cruda necesidad económica: la falta de vivienda accesible en centros urbanos los empuja a asentamientos irregulares en laderas precarias, donde el sueño de un techo propio se transforma en una ruleta rusa anual.
Frente a este panorama, urge una acción decidida que trascienda las condolencias y los operativos reactivos. Las autoridades estatales y federales deben priorizar la implementación de planes integrales de reubicación para familias en peligro, junto con el reforzamiento de taludes, la restauración de cuencas y la instalación de sistemas de alerta temprana basados en monitoreo satelital. Solo así, transformando la resignación en prevención proactiva, podremos honrar a las víctimas de Huajintlán y blindar el futuro de Morelos contra la indiferencia que permite que la pobreza y la geografía conspiren en contra de la vida. Es hora de que el estado no solo reactive, sino que resista.