EL CAOS VIAL Y LAS SOMBRAS DE LA FERIA DE TLALTENANGO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 1 de septiembre de 2025
Cada año, al cierre de agosto, la avenida Emiliano Zapata en Cuernavaca se transforma en el epicentro de la Feria de Tlaltenango, un festejo de 305 años en honor a la Virgen de los Milagros. Durante diez días, más de 1,400 puestos comerciales ocupan esta arteria vital, bloqueándola desde La Pradera hasta la Glorieta de Tlaltenango. El resultado es un “infierno vial” que colapsa rutas alternas como H. Preciado, Heroico Colegio Militar y Ávila Camacho. Mientras miles celebran con novenarios y música, otros tantos padecen el caos vehicular y, más allá, murmuran sobre las irregularidades que rodean la organización de este evento.
En 2022, pobladores de Tlaltenango bloquearon la avenida para exigir que la feria no se acortara por restricciones de COVID-19, acusando al Ayuntamiento de ignorar “usos y costumbres”. La presión obligó a extender el cierre hasta el 11 de septiembre, pero dejó entrever tensiones entre el comité organizador y las autoridades. Un año después, en 2023, otro bloqueo protagonizado por comuneros señaló al ayudante municipal Michel Quechoz por supuestas irregularidades en la gestión de recursos y permisos para los puestos. Aunque no hubo investigaciones formales, las protestas reflejaron una desconfianza que apunta a posibles favoritismos en la asignación de espacios comerciales.
El impacto económico de la feria no es menor. En 2024, comerciantes locales reportaron pérdidas significativas por el cierre de la avenida, que limita el acceso a negocios aledaños. Líderes empresariales denunciaron “sobreprecios” en productos feriales y una falta de regulación en los más de mil puestos instalados. La opacidad en la entrega de permisos y cuotas ha alimentado sospechas de sobornos o tratos preferenciales, un eco de la percepción de corrupción que, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) 2024, afecta al 70% de los cuernavacenses al interactuar con funcionarios.
Las redes sociales amplifican estas quejas. En 2023, usuarios denunciaron que fugas de agua en Tlaltenango, algunas de una década, solo reciben “parches” temporales durante la feria, acusando al SAPAC de complicidad con el alcalde José Luis Urióstegui. Estas críticas han revelado un uso cosmético de recursos públicos para maquillar problemas estructurales durante el evento. Aunque no hay pruebas contundentes de malversación, la percepción de manejos turbios en servicios como agua y vialidad se entrelaza con la organización ferial.
El contexto municipal no ayuda a disipar dudas. Urióstegui ha sido señalado por pactos con exfuncionarios inhabilitados y por irregularidades en la Policía Vial, justo en una zona afectada por los bloqueos. Desde 2017, los planes de tráfico para la feria son criticados por su improvisación, con rutas alternas que colapsan pese a presupuestos asignados. En 2019, el director de Policía Vial admitió ajustes anuales al operativo, pero sin evidencia de auditorías transparentes. La falta de planeación agrava el caos y refuerza la idea de que el beneficio de unos pocos prevalece sobre el bienestar colectivo.
La Feria de Tlaltenango es, sin duda, un pilar cultural de Cuernavaca, pero su costo vial y las sombras de corrupción la empañan. La falta de denuncias formales no elimina la necesidad de transparencia en permisos, recursos y operativos. Mientras los cuernavacenses sortean embotellamientos y el bullicio de la fiesta, queda la pregunta: ¿cuándo habrá un festejo que celebre a la Virgen sin sacrificar la paciencia y la confianza de una ciudad? Para denunciar irregularidades, la Fiscalía Anticorrupción de Morelos está a un paso, pero la voluntad de cambio parece más lejana que la glorieta misma.