EL CINISMO: DE LA LÁMPARA DE DIÓGENES AL JET DE NOROÑA
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 9 de octubre de 2025
El cinismo no es un mero defecto moral de nuestra era turbia; nació como una filosofía audaz en la Antigua Grecia, allá por el siglo IV a.C., cuando el mundo aún olía a olivos y a interrogantes socráticos. Fundado por Antístenes, discípulo de Sócrates, y elevado a la fama por Diógenes de Sinope —ese perro filósofo que vivía en un barril y paseaba con una lámpara en pleno día buscando “un hombre honesto”—, el cinismo era un llamado radical a la virtud auténtica. Rechazaban las convenciones sociales, el lujo y el poder corrupto, abrazando la pobreza voluntaria como escudo contra la hipocresía. Crates de Tebas, otro pilar, abandonó su fortuna para mendigar y predicar la autosuficiencia, mientras su esposa Hiparquia desafiaba tabúes de género con la misma fiereza. Estos cínicos no mentían; exponían la falsedad ajena con mordacidad, recordándonos que la verdadera libertad radica en despreciar lo superfluo.
En su esencia, el cinismo antiguo era un bisturí contra la vanidad humana: Diógenes, ante Alejandro Magno, le espetó “quítate de mi sol” cuando el conquistador le ofreció un deseo. No era pesimismo, sino lucidez extrema; una crítica a los tiranos y los ricos que disfrazaban su codicia con retórica. Crates y su escuela itinerante, los “perros” (kynikos), vivían como mendigos para desmantelar el mito del éxito material, influenciando incluso a estoicos como Zenón de Citio.
Hoy, al evocarlos, no hacemos historia muerta: su legado nos obliga a medir la brecha entre lo que se predica y lo que se practica, entre la austeridad proclamada y los jets privados que surcan los cielos.
Pero el cinismo moderno ha mutado en su opuesto: ya no es la honestidad brutal de un barril ateniense, sino la negación cínica de la verdad evidente, un velo de ironía que encubre la codicia. Donde Diógenes iluminaba mentiras, nuestros cínicos las tejen con sonrisas y discursos.
En México, esta plaga no es novedad; data de décadas, de un sistema político donde el PRI de los setenta cocinaba fraudes electorales con la misma naturalidad que un tamal, mientras el PAN prometía alternancia y entregaba concesiones a cuates. El PRD, con su izquierda light, fingía pureza mientras sus líderes acumulaban chalets.
No es de un partido; es el ADN de una clase política que ve al pueblo como piñata eterna. Hoy, el cinismo se casa con la mentira en una boda profana, y las redes sociales, ese foro digital de Diógenes, lo desnudan sin piedad.
Tomemos a Gerardo Fernández Noroña, el tribuno morenista que clama “no hay gobierno rico con pueblo pobre”, pero que fue pillado en un jet privado de México a Torreón, con un boleto valuado en 250 mil pesos —o unos 14 mil dólares, según chismes bien informados—. Mientras defiende la “austeridad republicana” y acusa a la oposición de derroche, su pase de abordar grita lo contrario: un vuelo de lujo para un supuesto asceta, que hasta casa de 12 millones presume en medio de la escasez nacional. ¿Dónde quedó la medianía juarista que tanto alaba? En el hangar de la hipocresía.
Y no es solo Noroña; el gobernador de Puebla, Alejandro Armenta, desaparece sin licencia el lunes, simula presencia con videos viejos, y reaparece bajando de un jet privado en Nueva Jersey, con un costo estimado en más de 90 mil dólares por hora de vuelo. El gobierno poblano balbucea que fue por “motivos médicos y familiares”, pagado de su bolsillo, pero ¿y la transparencia? ¿Y la “pobreza franciscana” morenista que predican mientras Puebla se ahoga en baches, inseguridad y carencias en salud? Armenta, ex priista reciclado en 4T, encarna esa mutación: de cocinar habas en el tricolor a volar en primera con la guadalupana en el pecho.
México entero jadea bajo este cinismo panpartidista: PRI, PAN, PRD y Morena tejen la misma red de engaños, desde el avión presidencial de Peña Nieto —130 vuelos con cuates a 7 mil millones de pesos— hasta los jets de hoy que ridiculizan la “transformación”.
No hay oposición ni oficialismo en la corrupción; solo una élite que nos toma por tontos. Diógenes nos miraría con lástima: ¿dónde está el hombre honesto? Tal vez en las redes, exigiendo cuentas. Hora de encender lámparas y barriles: el pueblo, no los jets, debe guiar el vuelo de esta nación.