EL COSTO DEL SILENCIO: CUAUHTÉMOC, NIDIA Y LA JUSTICIA QUE SE DESVANECE
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 26 de marzo de 2025
Este martes 25 de marzo de 2025, la Cámara de Diputados fue escenario de un enfrentamiento que trascendió lo personal y expuso las grietas de la justicia mexicana. Por un lado, Cuauhtémoc Blanco, el exfutbolista convertido en diputado de Morena, celebró una victoria agridulce al ver desechada la solicitud de desafuero impulsada por la Fiscalía General de Morelos, respaldado por sus compañeros de bancada. Por el otro, Nidia Fabiola Blanco Fernández, su media hermana, cargó con el peso de una denuncia por violación en grado de tentativa que quedó sepultada bajo el voto mayoritario, dejando su voz resonando en un vacío institucional.
A continuación, ellos mismos toman la palabra para contar su verdad, mientras reflexionamos sobre lo que pierden ambos, la política y las mujeres comunes en este choque de poder y silencio.
En la voz de Cuauhtémoc Blanco: victoria con sombra
Hoy me planté firme en la Cámara de Diputados, respaldado por la fuerza de mis compañeras de Morena que vieron claro el juego sucio detrás de estas acusaciones. La votación habló por sí sola: 291 a favor de desechar el desafuero, 158 en contra y unas cuantas abstenciones. La Fiscalía General de Morelos quiso tumbarme con un caso tan mal armado que se derrumbó solo. Dijeron que la investigación era un desastre: sin testigos claros, sin pruebas sólidas, un expediente hecho pedazos. La Sección Instructora lo llamó “notoriamente improcedente”, y el pleno les dio la razón. Esto no fue solo un triunfo para mí; fue un golpe a los que usan la política para ajustar cuentas.
Subí a la tribuna y lo dije sin rodeos: estoy listo para enfrentar a la Fiscalía cuando sea, donde sea. Que vengan con sus preguntas. No tengo nada que esconder. Hablan de algo que supuestamente pasó en diciembre de 2023, cuando era gobernador, pero Nidia Fabiola se esperó seis meses para denunciar. ¡Seis meses! Si tan grave fue, ¿por qué calló tanto tiempo? Para mí, eso huele a montaje, a un golpe planeado ahora que soy diputado. Hasta dije que ni la conozco bien—familia o no, no es alguien con quien tenga cercanía. Esto es por ensuciarme, no por buscar justicia.
¿Qué pierdo yo? Poco, la verdad. Mi fuero sigue en pie, mi curul está segura y sigo dando la pelea por la gente que presuntamente me puso aquí. Tal vez pierdo algo de tranquilidad—lidiar con estos titulares cansa—, pero he enfrentado peores batallas en la cancha y en la política. Los que pierden son los que creyeron que me doblarían con una historia tan endeble. Aquí sigo.
En la voz de Nidia Fabiola Blanco Fernández: un grito silenciado
Hoy vi cómo el sistema en el que confié me dio la espalda. Mi voz—mi dolor—quedó sepultada bajo 291 votos, un número que retumba en mi cabeza como una puerta cerrada de golpe. En octubre pasado me paré y le conté al mundo lo que Cuauhtémoc Blanco me hizo en diciembre de 2023. Era mi medio hermano, alguien en quien debería haber confiado, pero intentó quitarme todo: mi dignidad, mi seguridad, mi derecho a sentirme completa. Lo dije claro: intentó violarme. Y hoy, en esa sesión caótica, él subió a la tribuna y le dio la vuelta a todo, diciendo que me tardé seis meses en denunciar. Para mí, eso es admitir que pasó—si no, ¿por qué sacar el tiempo a colación, como si supiera de qué noche hablo?
Seis meses. Me lo echó en cara como si fuera prueba de que miento. Pero, ¿a quién engaña? Me tomó seis meses juntar el valor para enfrentarlo, para superar la vergüenza, el miedo, las amenazas. Callé mientras era gobernador porque sabía que su poder podía aplastarme. Hablé cuando lo hice porque pensé que ahora, como diputado, tendría que responder. Me equivoqué. La Fiscalía intentó ayudar, pero lo hicieron mal—testigos perdidos, trabajo flojo—y Morena barrió todo bajo la alfombra. Dicen que el caso era débil, pero yo digo que es su voluntad la que falla. Prefieren proteger a uno de los suyos que escuchar a una mujer.
¿Qué pierdo yo? Todo. Mi historia fue desechada, mi valentía ridiculizada. Pierdo la fe en la justicia, en la familia, en un sistema que dice defender a mujeres como yo. Pierdo el sueño pensando si vendrá por mí otra vez—o si mandará a alguien, como las amenazas que he oído de sus hermanos. Y pierdo la esperanza de que alzar la voz hubiera valido la pena.
El panorama mayor: pérdidas por todos lados
¿Qué pierde Cuauhtémoc Blanco? En la superficie, poco. Su inmunidad sigue, su carrera política avanza y el respaldo de su partido lo blinda. Pero si rascas, hay algo que se le escapa: legitimidad. Cada murmullo de “se salió con la suya” le quita un pedazo de credibilidad. El tufo a impunidad se le pega, y ni todos esos votos lo limpian. Para un hombre que se hizo en la garra del futbol, eso es una herida que no siente hasta que es tarde.
¿Qué pierde Nidia Fabiola? Mucho más. Su denuncia—sea cierta o no, y sin investigación seria nunca lo sabremos—quedó en nada. Pierde su chance de justicia, su sensación de seguridad, la certeza de que su voz importa. Para una mujer que se arriesgó a señalar a alguien poderoso, es una derrota brutal que la deja expuesta y silenciada.
¿Qué pierde la política? Confianza. Este caso desnuda la podredumbre del sistema mexicano: una mayoría parlamentaria puede enterrar un asunto, no porque no tenga fondo, sino porque incomoda. Cuando Morena y sus aliados cierran filas por Blanco, dicen que la lealtad pesa más que la rendición de cuentas. La excusa de la Sección Instructora—evidencia mal presentada—suena a pretexto, no a defensa de principios. La política se vuelve un juego de compadrazgos, no de méritos, y la desconfianza ciudadana crece.
¿Y las mujeres de a pie? Ellas pierden lo más grande. Cada día, mujeres en México enfrentan violencia—140 feminicidios en Morelos el año pasado, 99% impunes—y casos como este les dicen: no vale la pena. Si una denuncia mediática contra un diputado se despacha con un voto y una investigación floja, ¿qué esperanza hay para la mujer de un pueblo, sin nombre ni micrófono? Pierden la fe en que el sistema las defienda, en que sus historias valgan más que el privilegio de un hombre. El voto de hoy no fue solo por Blanco o Nidia—fue un mensaje a cada mujer que miraba: tu verdad va en segundo lugar.