EL DEBATE DE LOS CORRIDOS TUMBADOS: ¿ARTE, APOLOGÍA O HIPOCRESÍA?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 18 de abril de 2025
Los corridos tumbados, evolución moderna de los tradicionales narcocorridos, han desatado un acalorado debate en México, incluido Morelos. Este género, que mezcla ritmos urbanos con letras que a menudo narran historias de violencia, lujo y crimen, es tanto un fenómeno cultural como un punto de controversia. En el pasado, canciones como “El Jefe de Jefes”, escrita por Teodoro Bello, residente de Cuernavaca, y popularizada por Los Tigres del Norte, ya generaban discusiones similares. Bello, en su momento, aclaró que su corrido no glorificaba a criminales, sino que celebraba a quienes destacan en cualquier ámbito. Sin embargo, la percepción pública a menudo ignora estas intenciones, asociando el género con la apología del narco.
En Morelos, donde la inseguridad es una preocupación constante, los corridos tumbados resuenan tanto entre jóvenes que ven en ellos una expresión cruda de su realidad como entre críticos que los acusan de normalizar la violencia. La polémica se intensifica con propuestas de censura, como las recientes iniciativas en algunos estados para prohibir su difusión. Estas medidas, sin embargo, parecen olvidar que los corridos no crean la violencia, sino que la reflejan. En un estado marcado por desafíos de seguridad, culpar a la música desvía la atención de problemas estructurales más profundos, como la falta de oportunidades para la juventud o la debilidad institucional frente al crimen organizado.
El debate también destapa una hipocresía latente. Mientras se critica a los corridos tumbados, otros géneros que exaltan excesos o violencia, como el reguetón o el trap, suelen pasar desapercibidos. Además, la fascinación mediática por figuras del crimen organizado, retratadas en series y películas, rara vez enfrenta el mismo escrutinio. En este contexto, los corridos se convierten en un chivo expiatorio fácil, una cortina de humo que oculta la incapacidad de enfrentar el problema de raíz. En Morelos, donde la música ha sido históricamente un vehículo de expresión cultural, desde los sones tradicionales hasta los corridos modernos, limitar este género no solo coarta la libertad artística, sino que ignora su valor como espejo de la sociedad.
En última instancia, los corridos tumbados son un síntoma, no la enfermedad. Prohibirlos no erradicará la inseguridad ni cambiará las condiciones que los inspiran. En lugar de censurar, sería más productivo escuchar lo que estas canciones dicen sobre la realidad de miles de jóvenes en Morelos y México. Como Teodoro Bello sugirió, un “jefe” puede ser cualquiera que triunfe contra las adversidades, no necesariamente un criminal. La pregunta es si la sociedad está dispuesta a enfrentar esa narrativa con honestidad o si seguirá atrapada en debates estériles que evaden la verdadera batalla: construir un futuro donde los corridos hablen de esperanza en lugar de tragedia.