EL DULCE AMARGO DEL JARABE DE MAÍZ: ¿UN CULPABLE SILENCIOSO DE LA CRISIS DE SALUD EN MÉXICO?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 10 de septiembre de 2025
En 1994, México dio un paso histórico al firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), abriendo sus puertas al comercio con Estados Unidos y Canadá. Entre los productos que inundaron el mercado mexicano estuvo el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), un endulzante barato y versátil, respaldado por los subsidios agrícolas estadounidenses. Antes del TLCAN, el azúcar de caña reinaba en México, pero a finales de la década de 2000, el JMAF ya representaba más del 50% del mercado de edulcorantes calóricos. Este cambio no fue solo económico; marcó el inicio de una transformación en los patrones de consumo que, sin saberlo, tendría profundas consecuencias para la salud pública.
Paralelamente, México comenzó a experimentar un aumento alarmante en las tasas de obesidad y diabetes tipo 2. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), la prevalencia de obesidad en adultos pasó de 20.5 por ciento en 1994 a 36.1 por ciento en 2018, mientras que la diabetes se disparó, afectando a más del 14 por ciento de la población adulta para 2020. Este incremento coincide con la masificación del JMAF en refrescos, jugos, panes, cereales y otros alimentos procesados. A diferencia del azúcar de caña, el JMAF, con su alta concentración de fructosa, se metaboliza principalmente en el hígado, lo que puede contribuir al desarrollo de hígado graso, resistencia a la insulina y aumento de peso, factores clave en ambas enfermedades.
La relación entre el JMAF y la crisis de salud no es mera casualidad. Estudios científicos han señalado que la fructosa, a diferencia de la glucosa, no estimula la saciedad de manera efectiva, lo que lleva a un consumo excesivo de calorías. En México, donde el consumo per cápita de refrescos es uno de los más altos del mundo (alrededor de 163 litros por persona al año), el uso de JMAF en estas bebidas ha amplificado su impacto. Las empresas alimentarias, atraídas por el bajo costo del JMAF, lo incorporaron masivamente, desplazando al azúcar de caña en muchos productos. Este cambio, facilitado por el TLCAN, no solo afectó la salud, sino también a los productores locales de caña, generando una doble crisis económica y sanitaria.
Sin embargo, culpar únicamente al JMAF sería simplista. Factores como el sedentarismo, el acceso ilimitado a alimentos frescos y la falta de educación nutricional han contribuido al problema. A pesar de ello, el JMAF destaca como un catalizador, ya que su omnipresencia en alimentos ultraprocesados ha hecho más difícil para los consumidores evitarlo. Medidas como el impuesto a las bebidas azucaradas, implementado en 2014, y el etiquetado frontal de advertencia, introducido en 2020, buscaron contrarrestar esta tendencia, pero el consumo de JMAF sigue siendo elevado, con México importando 1.599 millones de toneladas métricas en 2024, el nivel más alto en más de una década.
La lección es clara: el JMAF, impulsado por el libre comercio, ha jugado un papel significativo en la epidemia de obesidad y diabetes en México. Para revertir esta crisis, es crucial que los consumidores revisen etiquetas, prioricen alimentos frescos y reduzcan el consumo de productos ultraprocesados. Las políticas públicas deben ir más allá, promoviendo la producción local de azúcar de caña y regulando el uso de endulzantes dañinos. Solo así podremos endulzar nuestro futuro sin pagar el amargo precio de la enfermedad.