EL ECO DE DON JAIME EN EL RELANZAMIENTO DEL PAN
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 18 de octubre de 2025
En 1973, siendo un novel reportero de la Organización Estéreo Mundo —hoy Mundo 96.5 FM—, tuve el privilegio de conocer a don Jaime Morales Guillén, un maestro del periodismo morelense que, junto con don Salvador González Ruz, me enseñó los rudimentos de esta profesión exigente. Fueron ellos quienes me inculcaron que el periodismo, al igual que la política, no sobrevive en el vacío: necesita el pulso de la gente, su respaldo inquebrantable. Don Lauro Ortega Martínez, gobernador de Morelos entre 1982 y 1988, complementó esa lección en el terreno político, recordándome que el poder se construye desde abajo, con la confianza de las bases.
Hoy, al evocar esas palabras, no puedo evitar pensar en el relanzamiento del Partido Acción Nacional (PAN) este 18 de octubre de 2025, un evento que, en su pompa y retórica, parece ignorar esa verdad fundamental. Don Jaime, con su sabiduría curtida por décadas al frente de micrófonos, solía repetirme que ningún programa periodístico —ni siquiera uno tan icónico como “Línea Caliente”, que él gestó con maestría en 1974— triunfa sin el aval social. “La gente no es espectadora, es protagonista”, me decía, mientras planeaba un espacio que, durante décadas, ha sido faro para los morelenses, resolviendo problemas cotidianos con la participación diaria de la audiencia.
Esa fórmula, simple pero poderosa, demostró que el éxito radica en la empatía genuina, en escuchar y actuar. La emisora no solo informa; convoca, une, soluciona. Y en política, don Jaime lo extrapolaba: los movimientos que se alejan de la sociedad se convierten en ecos vacíos, en reliquias de museo.
Esa lección resuena con fuerza ante el fracaso del PRI, un partido que, en su ocaso, se distanció de sus raíces sociales para sumergirse en la corrupción y el saqueo. Un distinguido priísta, ya finado, me confesó una vez con cinismo: “México es tan grande, tan rico, que estos cabrones no se lo han acabado”. Palabras que hoy suenan como epitafio. El tricolor, otrora gigante, se desdibujó porque priorizó élites y cacicazgos sobre las demandas del pueblo. En contraste, el ascenso de Morena se explica por su apuesta radical a lo contrario: ir al lado de la gente, con soluciones concretas, tangibles, que devuelven la dignidad a millones. No fue magia ni mesianismo; fue cercanía, esa que don Jaime predicaba para sus programas radiales.
Este sábado, en el Centro Frontón México de la Ciudad de México, el PAN intentó un relanzamiento que, a primera vista, huele a renovación. Jorge Romero Herrera, su dirigente nacional, dio el banderazo inicial a una “nueva etapa” enfocada en defender “la patria, la familia y la libertad”, valores que evocan su fundación hace 86 años. Acompañado de una marcha por las calles capitalinas, el evento presentó un nuevo logo —más moderno, menos anacrónico— y proclamó el fin de las alianzas partidistas, sellando el epitafio del malhadado “PRIAN”, esa unión con el PRI que respaldó a Xóchitl Gálvez en las presidenciales de 2024.
En su cuenta de X, Romero Herrera lo resumió poéticamente: “Hoy relanzamos no solo una nueva etapa del PAN, sino la esperanza de millones de familias mexicanas”. Palabras bonitas, sin duda, pero ¿resonarán en las calles, en los mercados, en los barrios donde la gente lidia con la inseguridad y la carestía?
El discurso de Romero Herrera fue claro en su apuesta: “El futuro de Acción Nacional no depende, ni dependerá, de ninguna alianza partidista, ni pasada, ni presente, ni futura”. Se trata, según él, de una era en la que el PAN se juega todo a sí mismo, recuperando la confianza perdida, apostando por “toda nuestra energía, toda nuestra alma y espíritu” para que la gente vuelva a creer en sus siglas. No habrá pleitos innecesarios con otros partidos —”no somos tan ingenuos”, admitió, aludiendo a las trampas del régimen—, pero sí una apertura a “auténticos liderazgos ciudadanos” en cada rincón del país, panistas o no.
Además, se anunció un relevo generacional, con énfasis en la juventud y una narrativa unificada que el partido distribuyó en manuales a sus cuadros visibles, para alinear discursos rumbo a las elecciones estatales de 2027. Suena ambicioso: fin de alianzas tóxicas, apertura a la sociedad civil, frescura ideológica. Pero, ¿es esto un cambio de imagen o una “declaración de principios”, como proclaman en sus redes? “Reafirmamos nuestro compromiso con México, con sus causas más profundas y con las familias”, tuitearon, poniéndole bandera al patriotismo.
Sin embargo, don Jaime me enseñó a mirar más allá de los reflectores. Este relanzamiento, con su marcha y su nuevo emblema, podría evaporarse si no se traduce en presencia real junto a la sociedad mexicana.
En Morelos, como en el resto del país, el PAN ha sido percibido como distante, elitista, más amigo de los salones que de las colonias populares. ¿Dónde estaban cuando las familias morelenses clamaban por justicia en casos de feminicidios o por agua en comunidades olvidadas? El éxito de Morena radica precisamente en esa inmersión: programas sociales que llegan a la puerta, asambleas que escuchan, soluciones que no son promesas etéreas. El PAN, para resurgir, necesita emular eso, no solo proclamarlo.
La alianza que Romero Herrera menciona —con liderazgos ciudadanos, no partidistas— podría ser la clave, pero solo si es genuina. No basta con invitar a la mesa; hay que compartir el pan, como en “Línea Caliente”, donde la voz del oyente dicta el rumbo. El PAN debe demostrar que su “nueva era” no es un lavado de cara para 2027, sino un compromiso con las problemáticas sociales: empleo digno, educación accesible, seguridad sin corrupción. De lo contrario, este relanzamiento será otro capítulo en la crónica de partidos que se reinventan en papel, pero se desvanecen en la realidad.
En Morelos, donde la política es tierra fértil para el desencanto, esa lección de don Jaime cobra vigencia: sin el respaldo social, ni el logo más brillante ni el discurso más elocuente salvarán a un partido de su propio olvido. Al final, el verdadero banderazo no se da en frontones ni en marchas; se da en el corazón de la gente.
Que el PAN escuche el eco de maestros como don Jaime: la patria, la familia y la libertad no se defienden desde torres de marfil, sino caminando al lado de quienes las viven día a día. Solo así, este relanzamiento podría convertirse en algo más que un evento: en un renacer auténtico. México, con su grandeza y sus heridas, merece opciones que no fallen en lo esencial: estar con la sociedad, para la sociedad.