EL MENSAJE DE SHEINBAUM Y LA HIPOCRESÍA DE ALGUNOS PERSONAJES RELEVANTES DE MORENA
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 23 de julio de 2025
La presidenta Claudia Sheinbaum lanzó un dardo envenenado al líder de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, tras su ostentoso viaje a España, donde fue captado en un restaurante de lujo en Madrid. Con un tono que destila diplomacia, pero con la precisión de un cirujano, Sheinbaum recordó que “el poder se ejerce con humildad” y que “quien nos evalúa siempre es el pueblo”.
El mensaje es claro: Monreal, con su escapada al glamour europeo, traiciona los principios de austeridad que Morena dice enarbolar. Sin embargo, este “jalón de orejas” no es solo para el diputado zacatecano; es un recordatorio de que la Cuarta Transformación está plagada de contradicciones que amenazan con sepultar su credibilidad.
No es la primera vez que Monreal enfrenta críticas por su estilo de vida. Hace meses, su viaje en helicóptero privado con el polémico Pedro Haces (viajero frecuente hacia España) desató otro escándalo, al que respondió con una disculpa tibia y una promesa de “no repetir”. Pero las promesas de Monreal, como las de muchos en Morena, parecen desvanecerse con el viento.
Este patrón de conducta no solo lo desprestigia a él, sino que pone en evidencia la fragilidad de un movimiento que, en teoría, debería ser un modelo de integridad. La austeridad republicana, tan cacareada por López Obrador, es una bandera rota que los morenistas ondean selectivamente. El problema trasciende a Monreal. Figuras como Adán Augusto López, señalado por encubrir escándalos en Tabasco, o legisladores que resisten reformas contra el nepotismo, muestran que Morena no es inmune a las prácticas que criticaba del viejo régimen. La carta que Sheinbaum envió a su partido en abril, exigiendo control y disciplina, revela una crisis interna donde los líderes priorizan sus agendas personales sobre los ideales colectivos. La presidenta intenta mantener las riendas, pero el desfile de excesos y traiciones internas demuestra que el partido se le escapa de las manos. La paradoja es dolorosa: Morena, que prometió ser la antítesis del PRI, repite sus vicios con una precisión casi nostálgica. Durante décadas, los priistas se enriquecieron al amparo del poder, y hoy, muchos morenistas parecen seguir el mismo guion. Los lujos de Monreal, las ambiciones de otros “corcholatos” y la resistencia a medidas como la prohibición del nepotismo evocan un sistema donde el poder corrompe y la ideología se convierte en un mero adorno. La Cuarta Transformación, lejos de ser un movimiento de humildad, se tambalea en un pantano de contradicciones donde la austeridad es solo un eslogan. Sheinbaum, con su “mensajito”, busca rescatar la narrativa de Morena, pero el desafío es titánico. El pueblo, ese juez implacable al que ella apela, ya no se conforma con discursos. La incongruencia entre lo que Morena predica y lo que practica es un lastre que amenaza con hundir su legitimidad. Si la presidenta quiere salvar su proyecto, no basta con regañar a Monreal; debe limpiar su casa de aquellos que, con sus dispendios y ambiciones, traicionan la promesa de un México transformado. Porque, como ella misma dijo, “quien nos evalúa es el pueblo”, y el pueblo no olvida.