EL MURO INVISIBLE DE LA CENSURA DIGITAL
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 25 de abril de 2025
En un mundo donde la información viaja a la velocidad de un clic, la libertad de expresión enfrenta un enemigo sigiloso: el control gubernamental de internet y las redes sociales. Desde las tierras de Morelos, donde luchamos por un futuro agroecológico y una justicia más transparente, vale la pena voltear la mirada hacia un fenómeno global que amenaza las voces de millones. Países como China, Irán, Rusia y Myanmar han levantado muros digitales para silenciar a sus ciudadanos, y aunque México aún no llega a esos extremos, las señales de alerta ya están aquí.
Imagina un internet donde no puedes acceder a Twitter para leer las noticias del día, donde WhatsApp está bloqueado durante una protesta, o donde un tuit crítico puede costarte años de cárcel. En China, el “Gran Cortafuegos” prohíbe sitios como Google y Facebook, mientras miles de censores monitorean cada palabra en WeChat. En Irán, el gobierno desconecta la red global durante revueltas, dejando a la población en un silencio digital. Rusia, desde 2022, ha intensificado su “internet soberano”, bloqueando medios independientes para controlar la narrativa sobre Ucrania. Incluso en Myanmar, tras el golpe de 2021, las redes sociales fueron apagadas para sofocar la resistencia.
Estos no son casos aislados. Según datos recientes, 71 países restringieron internet o redes sociales en 2021, afectando a 250 millones de personas. En Cuba, solo una élite accede a la red global, mientras en Turkmenistán los estudiantes firman promesas de no visitar sitios prohibidos. En Uganda, un impuesto a redes sociales desincentiva su uso, y en Vietnam, blogueros enfrentan prisión por criticar al gobierno. La justificación siempre es la misma: “seguridad nacional” o “estabilidad”. Pero el verdadero objetivo es claro: controlar la narrativa, apagar la disidencia, invisibilizar la verdad.
En México, aunque no vivimos bajo un “Gran Cortafuegos”, no estamos exentos. Las tentaciones autocráticas, como las que señalábamos en una reciente columna, acechan. Recordemos los bloqueos temporales de redes en Venezuela durante protestas, o cómo Nicaragua ha perseguido a periodistas digitales. Aquí, la presión sobre medios y el acoso a comunicadores en redes sociales son señales de un camino peligroso. En Morelos, donde la comunidad lucha por sus derechos y la seguridad, la libertad de compartir ideas en línea es vital para exigir rendición de cuentas.
La censura digital no solo limita palabras; corta el oxígeno de la democracia. En un estado que aspira a ser referente agroecológico, como Morelos, necesitamos un internet libre para compartir conocimientos, denunciar abusos y fortalecer la voz de las comunidades. La tecnología debe ser una herramienta de empoderamiento, no un arma de control.
Es hora de preguntarnos: ¿qué tan lejos estamos de esos muros invisibles? La respuesta está en nuestras manos. Defendamos un internet libre, porque en cada tuit, en cada post, está el pulso de nuestra libertad.