EL RESURGIMENTO DE UN SÍMBOLO
En el corazón de Morelos, donde la autopista México-Cuernavaca se abre como una arteria vital hacia el sur, hubo un tiempo en que la figura del Generalísimo José María Morelos y Pavón vigilaba el paso de viajeros y locales. La estatua ecuestre, erigida en 1953, no solo era una obra de arte, sino un faro de identidad y orgullo morelense, hasta aquel 6 de diciembre de 2012, cuando la codicia y el vandalismo la despojaron de su gloria.
La monumental obra fue derribada y brutalmente seccionada en un acto de vandalismo por la codicia de sus destructores. Motivados por el valor del cobre, estos delincuentes utilizaron soldadura autógena y seguetas para amputar las patas del caballo, cortar la base, desmontar a Morelos y decapitar el animal, con la intención de vender las partes por separado, reduciendo así una obra de arte y un símbolo cultural a meros pedazos de metal para el mercado negro. Solo quedó una parte del caballo, que los atracadores no pudieron llevarse.
Desde aquel día, el lugar permaneció como un vacío, un recordatorio mudo de lo que se perdió. Pero, como el espíritu indomable de Morelos, el sitio está a punto de renacer. En menos de diez días, bajo el sol de enero de 2025, el gobierno de Morelos, liderado por la gobernadora Margarita González Saravia, devolverá a este espacio su antiguo esplendor y, con ello, un nuevo relato de resiliencia y esperanza.
En el kilómetro 48, donde la historia se había detenido, se está construyendo una nueva estatua, esta vez esculpida en la robusta piedra volcánica, material que parece simbolizar la inquebrantable voluntad de un pueblo por preservar su memoria. La remodelación no solo incluye la figura de Morelos, sino que también transforma el parador en un lugar de encuentro, donde la gastronomía local y la seguridad ofrecida por la presencia constante de la Guardia Nacional invitarán a la comunidad y a los visitantes a detenerse, a recordar y a celebrar.
Este acto de reconstrucción es más que la restauración de un monumento; es un testimonio del compromiso de Morelos con su historia y con su futuro. La estatua de Morelos, una vez más, se alzará para dar la bienvenida, no solo a quienes ingresan al estado, sino a un capítulo nuevo donde la cultura, el arte y la seguridad confluyen para dar vida a lo que alguna vez fue despojado.
En este renacimiento, Morelos no solo recupera un símbolo, sino que reafirma su identidad, su legado. El lugar volverá a tener vida, no solo por la presencia de la estatua, sino por el eco de las risas, las conversaciones y el pulso de una comunidad que se niega a olvidar, que insiste en recordar y honrar su pasado mientras avanza hacia adelante.
El viaje de Morelos, como el de su pueblo, es un perpetuo volver a empezar, una crónica de resistencia y de amor por la tierra que lo vio nacer. En diez días, el sitio donde la historia sufrió un acto de vandalismo, renacerá, no solo como un monumento, sino como un testimonio de que, en Morelos, la memoria y el futuro son una misma promesa.