EL SENADOR DEL AGRARISMO: ¿ÁNGEL GARCÍA YÁÑEZ, EL AS BAJO LA MANGA DEL PRI PARA MORELOS EN 2030?
Por Guillermo Cinta Flores
En el ajedrez político de Morelos emerge una figura que parece tallada en la piedra de los ejidos: el senador Ángel García Yáñez. Con siete cargos públicos a cuestas y una lealtad priista que resiste las sirenas de Morena, este morelense de Zacualpan de Amilpas no es un novato. A sus 57 años, García Yáñez preside la Comisión de Reforma Agraria en el Senado, un balcón ideal para asomarse al abismo de la próxima gubernatura. ¿Podría ser él el candidato que el tricolor necesita para reconquistar el estado en 2030? La pregunta flota en el aire como el humo de las quema de rastrojos.
Su presencia mediática, aunque no deslumbra en los reflectores nacionales, es un pulso constante en las venas locales. En X, donde las interacciones se miden en decenas de likes y miles de vistas, García Yáñez teje una red de mensajes sobre reuniones con ganaderos y ejidatarios, o críticas punzantes a la ola de violencia que ahoga a Cuernavaca. Pero es en Facebook donde brilla con mayor fuerza: su página oficial acumula cerca de 51 mil seguidores y genera miles de interacciones semanales, con publicaciones recientes sobre eventos culturales en Yecapixtla, congresos juveniles en Morelos y fotos de su participación en festivales tradicionales, que suman cientos de likes y comentarios en cuestión de horas.
Recientemente, inauguró el XXVII Congreso Nacional de Derecho Agrario, un evento que le ganó reflectores y le recordó a Morelos que él entiende el latido rural del estado. No es el carisma de un influencer, sino el de un maestro de escuela que ha escalado al Senado: sólido, predecible, pero con el peso de quien ha caminado los surcos de la tierra morelense.
Sin embargo, el camino no está exento de espinas. Desde 2020, el fantasma de las acusaciones lo persigue: videos y reportajes lo tildan de “el senador del narco”, vinculándolo sin pruebas firmes a sombras delictivas en un Morelos asediado por el crimen organizado. García Yáñez ha contraatacado con denuncias ante la FGR, pero en política, el rumor es más veloz que la justicia. Esta mancha podría ser letal en una campaña donde la polarización convierte cada tuit en un arma. ¿Podrá despojarse de ese estigma antes de 2030, o se convertirá en el talón de Aquiles que hunda sus aspiraciones?
Políticamente, su rechazo a las ofertas morenistas en enero de 2025 lo posiciona como un baluarte opositor. En un PRI debilitado nacionalmente, pero con hambre de revancha local, García Yáñez encarna la continuidad: de Nueva Alianza al tricolor, de la educación a la seguridad, siempre con el ojo en los votantes rurales que el partido necesita para sobrevivir. Participa en jornadas de afiliación priista y respalda iniciativas juveniles, tejiendo una base militante que podría ser clave en una alianza PAN-PRI-PRD.
En 2022, ya sonó como aspirante para 2024; ahora, con el Senado como trampolín, 2030 parece un destino natural. Mirando el horizonte, el escenario morelense pinta turbulento. La inseguridad, que García Yáñez denuncia con vehemencia, es el talismán que podría catapultarlo: si el descontento crece, su experiencia en puntos de acuerdo sobre nombramientos agrarios y blindaje contra el crimen será oro puro.
Pero competirá con tiburones más mediáticos: exgobernadores reciclados o independientes con aroma fresco. A sus 62 años para entonces, tendrá la madurez, pero necesitará carisma prestado de las urnas intermedias de 2027.
En fin, Ángel García Yáñez no es el mesías que Morelos clama, sino un constructor paciente en un estado con múltiples problemáticas. Si el PRI lo elige, podría ser el candidato que une el campo con la capital, el agrarismo con la anticorrupción. O podría desvanecerse como tantos otros en el polvo electoral. Lo que sí es seguro: en 2030, su nombre resonará en las boletas, recordándonos que en política, como en la siembra, todo depende del tiempo y la lluvia. ¿Lloverá a su favor? El reloj del Senado ya marca los minutos.
