EL TEJIDO SOCIAL Y SU REALIDAD
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 12 de febrero de 2024
Los habitantes de Morelos, tal como seguramente se repite en otros estados del país, llevamos alrededor de 30 años escuchando que la inseguridad pública tiene su origen, entre otros factores, en la descomposición del tejido social, cuyas tres células fundamentales eran la familia, la escuela y la religión. La triste realidad es que las tres exhiben una creciente decadencia.
Algunos gobernantes arguyen que para hablar sobre la inseguridad es necesario analizarla como un tema “multifactorial”, desde luego ante su incompetencia para resolverlo. Sin embargo, nuestros ínclitos líderes han sido rebasados por la criminalidad demostrando la existencia de un estado fallido, o un estado confabulado con el propio crimen organizado, lo cual puede corroborarse en ciertas entidades federativas dominadas por células delictivas dedicadas a cualquier cantidad de ilícitos.
Como muestra un botón, es decir lo acaecido este domingo en el centro comercial Tabasco 2000 de Villa Hermosa, donde, en un bar llamado Hope 52, un sicario cortó la existencia de tres jóvenes involucrados en una riña. Fue obvio que, nomás por diversión, el asesino disparó contra un grupo de seis o siete jóvenes, cayendo muertos tres de ellos en el acto. Otros resultaron lesionados de gravedad. Imaginen ustedes cómo andará el tejido social de dicha ciudad tabasqueña, otrora referente de paz y tranquilidad, con asesinos deambulando por donde se les antoje.
Efectivamente: las instituciones, como son la familia, la escuela y las iglesias, están en crisis y han contribuido a la degradación gradual de todo el conjunto de nuestra sociedad. No obstante, tal situación crítica no parte de una inclinación natural al desastre, sino de determinados factores que han erosionado sus bases, que el cine nacional proyectó con gran orgullo durante su época dorada.
El resultado ha sido: desempleo, aumento del ocio, apatía, incertidumbre, miedo, depresión, múltiples expresiones de actos ilegales para la obtención de dinero y violencia intrafamiliar. Sumemos la revolución tecnológica, que impactó las bases de familias surgidas a finales de los años sesenta, principales destinatarias de la “era digital” con la cual se conectaron enormes extensiones del globo terráqueo, pero se acendró el individualismo.
El tejido social se integra con todas las unidades básicas de interacción y socialización de los distintos grupos y agregados que componen una sociedad; es decir, por las familias, las comunidades, los símbolos de identidad, las escuelas, las iglesias y en general las diversas asociaciones. Ya señalamos que la familia, la escuela y la religión están en crisis. Pero, ¿cómo se encuentra el resto? También en descomposición.
La sociedad mexicana, en términos generales, está en decadencia, perfilándose hacia la siguiente disyuntiva: continuar rumbo a su extinción, tal como ocurrió con grandes civilizaciones, o corregir el rumbo mediante una profunda revolución espiritual. Por lo pronto, en Morelos un día sí y otro también la sociedad local demuestra haberse acostumbrado a la cultura de la violencia.
Por cierto, este fin de semana, gracias al contubernio del alcalde David Demesa con los embriagadores de la juventud, Tepoztlán se transformó en un gigantesco centro de adoración al dios Baco. Dentro y fuera de México se difundieron las imágenes de las calles tepoztecas convertidas en una descomunal cantina, bajo el pretexto de la celebración de un carnaval que presuntamente se había suspendido. Que a ningún habitante de Tepoztlán le extrañe, pues, si en un futuro no muy lejano el gobierno federal le cancela la certificación de Pueblo Mágico.