EL VACÍO DE SARITA Y LA NEGLIGENCIA DE CUERNAVACA
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores, en memoria de Sara Rendón Parra
Miércoles 28 de mayo de 2025
En un desgarrador mensaje compartido en Facebook, Sara Olivia Parra Téllez, madre de Sara Rendón Parra, nos presentó a una joven excepcional: inteligente, proactiva, leal, un ser de luz cuya vida fue apagada brutalmente la noche del 27 de mayo de 2025 en la colonia El Empleado de Cuernavaca.
Sarita, como la llama su madre con amor inmenso, era una chingona, una guerrera que enfrentaba cualquier desafío con creatividad y entrega. Pero su historia, tan llena de vida, también destapa dos heridas profundas: la toxicidad que enfrentó en un entorno laboral que la llevó a renunciar y, más grave aún, la negligencia criminal de un sistema de seguridad que abandonó a Cuernavaca a su suerte. Esta columna, escrita con la pasión que Sarita habría aplaudido, es un homenaje a ella, un abrazo solidario a su madre y una crítica feroz a las autoridades que permiten que la violencia reine en nuestras calles.
Sara Olivia nos cuenta que Sarita, en sus últimos meses, trabajó en un lugar donde no la valoraron. Dio todo de sí, como siempre lo hacía, pero enfrentó ingratitud y malos tratos. “Mamá, me siento muy bien y tranquila, ya no podía más estar en un lugar tóxico”, le dijo tras renunciar. Esa decisión no fue una rendición, sino un acto de valentía, una afirmación de su dignidad en un mundo que a menudo castiga a quienes brillan demasiado. Pero, ¿cómo es posible que una joven tan vibrante, que solo buscaba hacer el bien, haya encontrado su fin en un acto de violencia atroz? La respuesta está en las calles desprotegidas de Cuernavaca, donde la ausencia de vigilancia es una invitación abierta a la tragedia.
La colonia El Empleado, como tantas otras en esta ciudad, es un reflejo de la indolencia de las autoridades. ¿Dónde están los patrullajes nocturnos que podrían haber salvado a Sarita? Las policías Preventiva de Morelos y Preventiva Municipal, siempre las primeras en llegar, solo aparecen cuando el daño está hecho, cuando las familias ya lloran a sus muertos. El Ejército y la Guardia Nacional, por su parte, se limitan a presentarse tarde, actuando como agentes de vialidad en lugar de protectores de la ciudadanía. Esta falta de prevención es una traición a los habitantes de Cuernavaca, una ciudad que alguna vez fue un remanso de paz y que hoy vive bajo la sombra del miedo. ¿Cuántas Saritas más tendrán que perderse para que las autoridades despierten?
La inseguridad en Cuernavaca no es un accidente; es el resultado de una negligencia sistémica. Las colonias, especialmente de noche, están abandonadas, sin patrullas que disuadan a quienes acechan en la oscuridad. Las promesas de seguridad se quedan en discursos vacíos, mientras las familias, como la de Sara Olivia, pagan el precio de esta indiferencia. No basta con lamentar las pérdidas; exigimos acción: patrullajes constantes, presencia policial efectiva, estrategias reales para prevenir la violencia antes de que ocurra. Sarita merecía caminar por las calles de su ciudad sin temor, como lo merece cada habitante de Cuernavaca.
A Sara Olivia, que enfrenta un dolor que ninguna madre debería conocer, le envío un abrazo que atraviese la distancia. Tus palabras en Facebook no solo honran la memoria de tu hija, sino que nos recuerdan la urgencia de un cambio. Sarita, con su sensibilidad, su talento y su espíritu guerrero, era un tesoro que no debió ser arrebatado. Que su legado sea un grito de justicia, un llamado a que Cuernavaca deje de ser un cementerio de sueños. Exigimos que la justicia humana y divina alcance a quienes te han sumido en esta oscuridad, y que las autoridades asuman su responsabilidad para que ninguna otra familia sufra lo que tú vives hoy.
Sarita, tu luz sigue brillando en las palabras de tu madre y en cada corazón que se indigna ante esta injusticia. Que tu nombre sea un recordatorio de que no podemos seguir normalizando la violencia. Que tu historia despierte a Cuernavaca. Descansa en paz, guerrera, y que tu legado inspire un futuro donde nadie tenga que escribir una columna como esta.