EL VACÍO DE UN PUENTE ROTO: MORELOS EN BUSCA DE UN NUEVO CONCILIADOR
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 28 de octubre de 2025
La noticia del fallecimiento de Juan Salgado Brito, secretario de Gobierno del estado y pilar fundacional de Morena, cayó como un trueno en un cielo ya nublado. A sus 77 años, Salgado partió por complicaciones respiratorias, dejando un hueco que trasciende el mero organigrama gubernamental.
En la administración de la gobernadora Margarita González Saravia, también de Morena, Salgado no era solo el coordinador de relaciones con municipios, partidos y organizaciones sociales; era el alma dialogante, el hombre que conocía la historia morelense como las venas de su propia tierra y que prefería convencer en lugar de imponer.
En las redes sociales, donde el pulso de la sociedad late sin filtros, el adiós se ha convertido en un torrente de tributos: lo describen como “un político de los de antes, pero con sensibilidad para el presente”, amable y enfocado en el campo rural, un faro ético en tiempos de egos desbocados. Pero entre los halagos surgen las críticas: el gabinete actual, dicen los usuarios de X (antes Twitter), presenta rezagos en ciertas áreas, y el llamado es unánime a un relevo que supere divisiones y fortalezca el diálogo con alcaldes y líderes sociales.
Su subsecretario, Miguel Ángel Peláez Gerardo, asumió interinamente, pero el nombramiento definitivo se especula inminente, quizás abriendo puertas a perfiles no estrictamente morenistas para tejer alianzas más amplias.
Desde la óptica de las redes, con búsquedas que escudriñan publicaciones de 2025 en modo semántico y por palabras clave, Morelos emerge como un estado en tensión palpable.
Hay un optimismo oficial en los anuncios de programas sociales —educación, salud, festivales culturales que prometen unir comunidades—, pero subyace todavía la frustración que hashtags como #Morelos y #GobiernoMorelos amplifican sin piedad. Usuarios denuncian lo que consideran vaivenes en la inseguridad, el estancamiento económico y el hecho de que determinados funcionarios parecen navegar a la deriva. Repito: esta es la visión de los críticos en las redes sociales.
Bajo el dominio morenista desde 2021, la “Cuarta Transformación” estatal continúa su marcha, pero con fisuras internas en el partido —disciplina laxa, sombras de corrupción— y presiones externas del crimen organizado que se infiltra en todo.
Políticamente, el panorama es de dominio aparente pero retos profundos. Morena controla el tablero, pero la coordinación con municipios es un campo minado: se estima que el 50 por ciento de los alcaldes tiene vínculos con el crimen, lo que agrava la corrupción interna y clama por un diálogo interpartidista que Salgado Brito encarnaba como un puente indispensable. Su ausencia podría exacerbar conflictos en mesas de negociación, dejando expuestas las grietas en un partido que enfrenta críticas por “populismo conservador” y llamados a relevos con verdadera altura moral, como se ve en hilos virales bajo #UnidadLuchaYProgreso.
Económicamente, Morelos padece un estancamiento que duele: un PIB primario del 3.7 por ciento, informalidad galopante, magras nuevas inversiones y una deuda que crece mientras el 12 por ciento del presupuesto depende de transferencias federales. En redes, las quejas por una “economía rural agonizante” se entremezclan con relatos de extorsiones que cierran comercios y encarecen la canasta básica, en un estado donde la población económicamente activa ronda los 889 mil en el primer trimestre de 2025, pero el desempleo y el crimen en la logística la asfixian.
Salgado Brito, con sus mesas de diálogo para leyes como la de Movilidad y Transporte, era clave para atraer capital; sin él, la falta de impulso a la infraestructura —carreteras, vialidades— amenaza con zarandear el barco.
Socialmente, el pulso es aún más crudo: inseguridad que cobra “piso” en carreteras y comercios, pobreza extrema que afecta al 50 por ciento de la población y proyecciones aciagas de 84 años para erradicarla sin un acelerón urgente. Drogas y bullying azotan a la juventud, mientras la marginación indígena y rural fomenta deserción escolar y salud precaria. Programas preventivos son bien recibidos en X, pero las críticas a la “ineficacia en inseguridad” y la “pobreza perpetua” dominan, con un clamor por políticas que prioricen el campo y las mujeres indígenas, legado que Salgado defendía con pasión. Su partida deja un hueco en la inclusión, amplificando voces que exigen no más ambición partidista, sino acción concreta contra el abandono.
Ante este vacío, el perfil del relevo en la Secretaría de Gobierno debe ser el de un constructor de puentes, no un mero administrador: un conciliador dialogante con experiencia en mediación municipal y partidista, capaz de manejar mesas de transporte o asociaciones profesionales sin caer en egos de gabinete.
Debe ser un conocedor local, arraigado en la historia morelense, el campo rural y las comunidades indígenas, con una trayectoria impecable contra la corrupción y un enfoque en la inclusión de juventud y mujeres, honrando el respeto de Salgado por la libertad de expresión.
Estratégicamente, necesita antecedentes en el combate al crimen organizado —extorsiones, piso— y en la atracción de inversiones sustentables, reduciendo la dependencia de transferencias sociales que hacen poco por los pobres. Un comunicador digital activo, que capte el pulso en #Morelos respondiendo quejas y promoviendo transparencia en anti-drogas o equidad de género, idealmente en una edad media de 50 a 65 años para inyectar energía fresca sin desconexión generacional. Finalmente, un compromiso integral con el desarrollo: erradicar pobreza vía educación y emprendimiento rural, no solo asistencialismo, aliado leal de la gobernadora pero autónomo para alianzas amplias con las oposiciones.
En este Morelos de 2025, el relevo no puede ser de “gatopardismo”, como temen en las redes; debe catalizar un estado más unido, ético y proactivo, conectado con la gente. Así honraría el legado de Salgado Brito como “hombre de palabra”, estabilizando la secretaría, fortaleciendo a Morena de cara a 2027 y respondiendo al clamor de un pueblo que, en el eco de redes sociales, anhela no luto eterno, sino renacimiento colectivo.
En el torbellino político de Morelos, el relevo en la Secretaría de Gobierno deberá forjarse en una capacidad de resistencia inquebrantable, esa que Salgado encarnaba con maestría bajo su premisa inquebrantable de las tres “C”: cerebro para navegar las intrigas partidistas y las presiones del crimen organizado con astucia estratégica; corazón para conectar con el pulso doliente del campo rural y las comunidades marginadas, recordando que la política no es un tablero de ajedrez sino un tapiz humano tejido con empatía; y carácter, esa armadura ética que resiste las tentaciones de la corrupción y los embates de la opinión pública en redes sociales, donde cada crítica se convierte en un dardo envenenado. Solo quien integre estas virtudes —no como adornos retóricos, sino como pilares de una resiliencia cotidiana— podrá honrar el legado de Salgado Brito, transformando el luto en un renacer que una a un estado fracturado, demostrando que en la vida pública, como él repetía, el verdadero poder radica en sostenerse firme ante la tormenta sin perder el rumbo del servicio.
