ELOGIO DE LA TRAICIÓN
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 20 de octubre de 2023
Abundan en la internet definiciones respecto a la frustración, pero un apretado resumen indica que es la respuesta emocional común que todos experimentamos cuando tenemos un deseo, una necesidad, un impulso y no logramos satisfacerlo; entonces sentimos ira, molestia y decepción, un estado de vacío no saciado, donde, cuanto mayor sea la barrera a nuestro deseo, mayor será la frustración resultante.
Esta grave emoción predomina en múltiples aspectos de nuestras vidas, pero a propósito de la gran efervescencia política ya experimentada por Morelos, habrá muchísima frustración en miles de mujeres y hombres obsesionados en conseguir uno de los tantísimos cargos de elección popular que estarán en juego el domingo 2 de junio de 2024.
Entre la mayoría de suspirantes predomina el objetivo de conseguir “algo” en la próxima feria del hueso, pues saben a cuánto ascienden los recursos que se embolsan mes a mes, independientemente de que, en los de mayor antigüedad, no soslayan la intención de concentrar más antigüedad, a ver si algún día les conceden su jubilación. Imaginen ustedes: en el Congreso local existen alrededor de tres mil solicitudes (frenadas) de pensiones por jubilación. Todo mundo quiere su tajada del enorme pastel representado por el erario.
Pero, regresando al tema de la frustración entre quienes no lograrán conseguir un cargo de elección popular, no les queda más que de dos moles: o se arman de una enorme capacidad de resistencia y acatan el dictado de sus partidos; o se pasan al bando contrario aceptando hasta migajas en partidos diferentes.
Aquí es donde deseo retomar algunos párrafos sacados de un libro que debe ser texto básico para interpretar algunas de las motivaciones y decisiones de nuestros políticos. Creo necesario retomar el tema, porque en la actual ebullición preelectoral volverán a aparecer los saltimbanquis de la vida pública, esos que, al no ver satisfechas sus exigencias y presumiendo rentabilidades electorales inexistentes, tal vez renuncien a tal o cual tendencia partidista y se pasarán a otra.
Dicha obra se llama “Elogio de la Traición”, de Denis Jeambar e Ives Roucate (franceses), articulista de “L’Express” y maestro de filosofía de la Universidad de Pitiers, respectivamente, quienes nos remontan a Sófocles: “La traición y la negación son meollo del arte político”; a Maquiavelo: “Los príncipes que han sido grandes no se esforzaron en cumplir su palabra”; y a Bacon: “Quien se niega a aplicar remedios nuevos, debe aprestarse a sufrir nuevos males, porque el tiempo es el mejor innovador de todos”.
La frágil democracia morelense se caracteriza por la traición. Desde luego que hay sus honrosas excepciones, pero la conducta de ciertos personajes nos sirve como modelo para confirmar lo que no debe hacerse en política. La gente puede olvidar que algunos personajes sean tontos con iniciativa y hasta proxenetas, pero nunca sacará de la memoria a los que cambiaron de chaqueta. La sociedad siempre los condenará al juicio popular, al de la historia y al fracaso, si es que se atreven a buscar de nuevo un cargo de elección popular.
Los tránsfugas de los partidos políticos “están guiados e identificados por un pragmatismo, aunado a una férrea defensa de sus derechos individuales, valores fundamentales de una sociedad de libre competencia y mercado político” (agregan los expertos franceses). O sea: “Cambiar de bando puede perfectamente ser señal no sólo de buen gusto, sino de estricta dignidad para con determinados presupuestos de justicia que pueden entenderse lesionados en el desarrollo del tiempo […] Si no se parte de la maldad del tránsfuga puede entenderse que éste, ante lo que entiende es una traición a lo que significaba el partido o el programa, obra en conciencia”.