EN ESTE PUEBLO NO PASA NADA
AGENDA DIARIA
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 24 de febrero de 2025
Hace más de cinco décadas inicié mi carrera periodística al lado de mis dos grandes maestros: don Salvador González Ruz y don Jaime Morales Guillén, a quienes debo todo lo que sé respecto a esta noble y a veces ingrata profesión. Fui testigo de muchísimos hechos vinculados a la vida pública nacional, estatal y local, algunos de ellos infestados de enorme pudrición, de la corrupción que sigue enquistada por donde usted guste y mande, gentil lector. Donde rasque, ahí brota el pus.
Allá y entonces escuché decir al finado periodista mexicano Roberto Blanco Moheno su frase célebre de que “en este pueblo no pasa nada”. Se trataba y se sigue tratando de un reflejo crudo y certero de una realidad que ha permeado la vida pública en México durante décadas.
Es como si el país estuviera atrapado en un ciclo de desmemoria colectiva, donde los escándalos, las injusticias y los agravios se apilan unos sobre otros, pero nunca llegan a un punto de ruptura. Se difunden, se comentan, generan ruido por un momento, y luego se desvanecen en el olvido, como si fueran polvo que el viento se lleva. Hay una lista interminable de ejemplos: corrupción que se destapa, pero no se castiga, traiciones que se exhiben pero no se enfrentan, y una clase política que parece inmune a la rendición de cuentas. Todo esto deja una sensación de que, en efecto, “no pasa nada”.
Esta desmemoria colectiva no es casualidad, sino un fenómeno que se alimenta de varios factores. Por un lado, está la apatía nacional, esa especie de cansancio resignado que se ha instalado en buena parte de la sociedad mexicana. Es como si, después de tantos años de ver lo mismo —políticos que cambian de bando como de camisa, instituciones que se derrumban, asesinatos que sacuden, pero no transforman—, la gente hubiera perdido la capacidad de indignarse de verdad. La difusión masiva de estos casos en medios y redes sociales, que podría ser un arma para exigir justicia, termina convirtiéndose en un simple desahogo pasajero. En días recientes se habla del abogado de “El Mayo” Zambada, Juan Pablo Penilla, y su supuesta cercanía con la 4T, pero pronto será otra nota más que se diluirá entre el mar de titulares.
Luego está el conformismo, esa aceptación tácita de que las cosas “son así” y no van a cambiar. En México, parece que hemos normalizado que los asuntos públicos se queden sin conclusión, que los responsables nunca paguen y que las sanciones sean la excepción y no la regla. La destrucción del Poder Judicial es un ejemplo brutal: se debilita una institución clave para la justicia, y aunque hay voces que lo denuncian, el tema se va agotando hasta que algo nuevo lo reemplaza en la conversación. Es un conformismo que no solo viene de la ciudadanía, sino que también se refuerza desde arriba, con discursos que minimizan los problemas o los justifican como parte de una supuesta transformación que nunca termina de aterrizar.
Pero también hay que mirar el papel de la impunidad como gasolina de este fuego. Los asesinatos de alto impacto, el nepotismo descarado, la protección de partidos a personajes ligados al crimen organizado no solo quedan sin resolver, sino que se convierten en un mensaje claro: aquí no hay consecuencias. Esa falta de justicia erosiona cualquier esperanza de cambio y refuerza la idea de que indignarse no sirve de nada. La especulación sobre Penilla, por ejemplo, puede ser un chisme jugoso hoy, pero si no hay una investigación seria que lo sustente o lo desmienta, pronto será solo un eco más en la larga lista de rumores que nunca se aclaran.
En el fondo, observamos un país atrapado entre la memoria corta y la inacción. “En este pueblo no pasa nada” no es solo una frase, es una radiografía de cómo la desmemoria, la apatía y el conformismo se han entrelazado para crear una sociedad que grita, pero no avanza.
Quizás el reto esté en romper ese ciclo, en encontrar la manera de que el “no pasa nada” deje de ser la norma. Pero mientras la impunidad reine y la indignación se quede en palabras, todo seguirá yéndose al olvido, por más difusión que haya. ¿Qué piensas tú, estimado lector? ¿Hay algo que pueda prender la chispa para que “pase algo” de una vez por todas?