En Tultitlán, Estado de México, la celebración de Día de Muertos se entrelaza significativamente con el culto a la Santa Muerte, especialmente destacada por la presencia de la estatua colosal conocida como “La Niña Blanca”. Esta figura, que es una de las representaciones más grandes del mundo de la Santa Muerte, convierte a Tultitlán en un epicentro de devoción donde los fieles no solo conmemoran a sus difuntos siguiendo tradiciones ancestrales como la elaboración de altares y ofrendas, sino que también rinden culto a la Santa Muerte, buscando su protección, justicia y la realización de deseos. Este sincretismo religioso refleja una rica tapiz cultural donde la muerte no solo se celebra, sino que también se venera como una entidad que ofrece consuelo y respuestas a las inquietudes humanas.
A diferencia de muchas prácticas religiosas tradicionales, la devoción a la Santa Muerte atrae a una diversa comunidad de fieles, que buscan protección, justicia y, en algunos casos, la realización de deseos que la sociedad considera inalcanzables o tabú. Esta figura es representada como una esqueleto femenino, simbolizando la muerte misma, pero también la equidad y el final inevitable de todas las cosas, lo que le da a sus devotos una perspectiva única sobre la vida y la mortalidad.
La Santa Muerte en Tultitlán no solo es venerada en altares domésticos, sino que también cuenta con espacios públicos donde se le rinde culto. Estos lugares se convierten en puntos de encuentro donde se puede observar una mezcla de ritos, ofrendas y peticiones, desde velas y flores hasta comida y bebidas, reflejando una fusión de tradiciones prehispánicas con elementos católicos. La comunidad aquí es vibrante y, a pesar de la controversia que puede generar en otros contextos, en Tultitlán, la Santa Muerte es una figura que une a muchos en su búsqueda de consuelo y protección.
La adoración a la Santa Muerte en este municipio del Estado de México también destaca por su impacto social y comunitario. Los seguidores often se organizan para realizar eventos y procesiones, lo que fortalece los lazos comunitarios y proporciona un sentido de pertenencia. Aunque esta práctica puede ser vista con recelo por algunas instituciones religiosas y sectores de la sociedad, en Tultitlán, la Santa Muerte es percibida como una protectora de los marginados, ofreciendo una fe alternativa que responde a las necesidades y deseos de quienes se sienten excluidos de otros sistemas de creencia.