Fin de los abrazos: el grupo de élite de García Harfuch marca un nuevo rumbo contra el crimen
Omar García Harfuch, al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), ha dado un giro contundente a la lucha contra el crimen organizado en México con la creación de un grupo de élite enfocado en desarticular a los grupos criminales más violentos.
Esta iniciativa, anunciada en el marco de una estrategia renovada bajo el gobierno de Claudia Sheinbaum, parece cerrar el capítulo de la política de “abrazos, no balazos” promovida por el expresidente Andrés Manuel López Obrador. En su lugar, se prioriza una combinación de inteligencia y fuerza operativa, como se evidenció en la visita de García Harfuch a Guanajuato el 25 de marzo de 2025, donde subrayó la necesidad de enfrentar directamente a las organizaciones delictivas.
Este grupo de élite, que operará en conjunto con la Sedena, la Marina y autoridades locales, responde a un contexto de violencia exacerbada, con regiones como Guanajuato, Sinaloa y Michoacán bajo el control parcial de cárteles cada vez más armados y audaces.
La unidad, compuesta por elementos altamente entrenados, busca no solo capturar líderes criminales, sino también debilitar las estructuras que les permiten operar, marcando un contraste con la anterior estrategia de contención pasiva. Para muchos, este cambio simboliza el “fin de los abrazos”, un reconocimiento tácito de que las políticas de conciliación no lograron frenar la escalada de homicidios y extorsiones que han dejado más de 194 mil asesinatos en el sexenio pasado.
Sin embargo, el lanzamiento de esta fuerza especial no está exento de críticas. Mientras algunos celebran el enfoque más agresivo como un paso necesario para recuperar el control del territorio, otros temen que pueda derivar en una militarización aún más profunda, evocando los días de la guerra contra el narco de Felipe Calderón.
García Harfuch, quien sobrevivió a un atentado del CJNG en 2020, tiene ante sí el reto de equilibrar eficacia y respeto a los derechos humanos, en un país donde el “fin de los abrazos” podría significar tanto una esperanza de paz como el riesgo de un nuevo ciclo de violencia. El éxito de esta estrategia dependerá de su capacidad para transformar la retórica en resultados tangibles.