GUERRA DE BAJA INTENSIDAD
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 24 de octubre de 2023
Conforme el gobierno del presidente López Obrador avanza cada día más hacia su final, los medios informativos nacionales informan con mayor frecuencia sobre hechos criminales de alto impacto, como el acaecido este lunes en Coyuca de Benítez, Guerrero, donde el titular de Seguridad Pública de la municipalidad, Alfredo Alonso; el director de la Policía Preventiva, Honorio Salinas, y otros 11 elementos de su corporación fueron virtualmente fusilados por algún grupo regional del crimen organizado.
En un comunicado divulgado por la noche, la Fiscalía del Estado informó que dos agentes resultaron heridos. Medios locales informaron que los sicarios emboscaron a los policías en la carretera Acapulco-Zihuatanejo, las dos grandes ciudades turísticas de la costa centro y norte de Guerrero. El convoy criminal interceptó a los agentes a la altura del poblado El Papayo, a unos 20 minutos del centro de Coyuca, poco después del mediodía. Los asesinos mataron primero a Alonso, a Salinas y a sus cuatro escoltas. Luego se habrían llevado al resto y los habrían fusilado a medio kilómetro de allí. Varios de los policías estaban esposados.
Con más de 70 mil habitantes, Coyuca de Benítez es uno de los municipios más importantes de la costa de Guerrero. Es cercano a Acapulco, pero también a los municipios que custodian la carretera que comunica la costa y la sierra, Tecpan, Atoyac y Benito Juárez. Es una localidad importante en la región, sin subestimar desde luego a las demás. Por eso el crimen organizado sentó ahí sus reales desde hace varios años, lo cual es un secreto a voces en todo Guerrero. Lo paradójico es que en infinidad de poblados tienen respaldo social.
No pasa un día sin que algún medio informativo nacional difunda sucesos nada agradables respecto al avance implacable del crimen organizado y también de delincuentes comunes. Lo anterior es comprensible, pues muchas, muchísimas poblaciones forman parte de la economía criminal, tras haber abandonado las actividades agropecuarias. Encuentran mayores satisfactores económicos al trabajar para el crimen organizado.
Lo anterior representa ya un gravísimo problema de seguridad nacional y enorme desafío al estado mexicano, pues millones de ciudadanos se situaron dentro de un caldo de cultivo siempre aprovechado por quienes se inclinan a favor de la insurgencia con carácter político. De tal escenario parten siempre las guerras de baja intensidad o guerrillas. Y que conste: no estamos exagerando al respecto, pues el crimen organizado demuestra su creciente capacidad de fuego en contra de las fuerzas federales de seguridad, así como la solidaridad social.
LA INSURGENCIA: RAÍCES SOCIALES Y ECONÓMICAS
La insurgencia es un fenómeno político cuyas raíces son sociales y económicas. La lucha armada es la expresión última, el síntoma del problema, pero no su causa. El principal campo de batalla es el político y de poco sirven las grandes redadas, los bombardeos masivos y las armas ultramodernas. La lucha es por las mentes y los corazones.
Hace años, en 2007 para ser concreto, leí y transcribí un estudio elaborado por estrategas norteamericanos denominado “Reseña analítica del conflicto de baja intensidad”. Para elaborar ese documento trabajaron un centenar de importantes oficiales de las diversas ramas de la defensa estadounidense. Me pareció interesante contrastar las circunstancias descritas por esos expertos en torno al apoyo social prodigado a los grupos guerrilleros latinoamericanos y lo que a todas luces era el respaldo de no pocas comunidades a determinados cárteles mexicanos en puntos específicos de nuestro país.
Por aquella época la extinta Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía) admitió que en Morelos operaban células subversivas.
El estudio advirtió que los conflictos de baja intensidad y su posterior legitimación surgen repentinamente en localidades caracterizadas por la inconformidad social. En tal sentido, indicaba el documento, “las luchas políticas son por el poder, mientras la lucha armada con objetivos políticos suele ser por todo el poder. Cuando en la historia de un pueblo surgen sectores sustantivos dispuestos a exponer sus vidas es porque existen causas para ello”. Me parece que estados depauperados de México se encuentran a merced de grupos criminales, gracias a que estos constituyen su base económica. Así es en zonas de Guerrero dedicadas al cultivo de amapola.
Pueden aceptar las dádivas del gobierno, convertidas en programas sociales, pero mantienen la raíz del conflicto. La lucha entre la insurgencia y el poder establecido es por la legitimidad, sobre quién y cómo se debe gobernar. Uno de los elementos centrales es el esfuerzo por conseguir el apoyo popular. Quien lo consiga triunfará a la larga.
Estos son los elementos que definen la legitimidad: el grado de apoyo doméstico; la percepción del grado de corrupción del gobierno (dentro de un contexto cultural específico); la habilidad del gobierno para motivar al pueblo; y el grado hasta el cual la violencia política es una forma aceptada para almacenar metas políticas.
“Cuando la comunidad política está mal definida y el impacto en la ideología popular del pensamiento político formal, secularizado, es débil, como en el caso de México, probablemente sea alto el grado de congruencia entre criminalidad y rebelión”, escribió Eric Van Young, investigador por la Universidad de California, en su libro “Memorias de las Revoluciones en México” (Reflejo GM Medios, 2009). En otra columna me referiré al bandolerismo social, a partir de obras de Eric Van Young.
Así las cosas, lo sucedido este lunes en Coyuca de Benítez seguirá repitiéndose conforme López Obrador se acerque más al final de su mandato, caracterizado por el descontrol de la violencia. De nada ha servido la Guardia Nacional, cuyos elementos solo aparecen cuando los hechos criminales de alto impacto han sido consumados. Llegan solo para mantener cercos de seguridad, dirigir el tránsito y/o entorpecer el trabajo de peritos criminalísticos, así como para impedir la proximidad de representantes de medios de comunicación. En Morelos, la Guardia Nacional ha resultado un auténtico fracaso.