¿HAY POLÍTICOS SOCIÓPATAS?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 15 de enero de 2024
La recurrente incidencia delictiva de Morelos, así como la bestialidad exhibida recientemente por integrantes de grupos criminales en ciertos homicidios dolosos, nos llevan a reflexionar sobre la principal característica de los tiempos actuales: la descomposición social.
Tan grave problemática nos recuerda, entre muchos otros factores, el que durante tiempos indeterminados se han asentado en Morelos personajes supuestamente vinculados con el mundo empresarial y actividades sociales específicas, que destacan, no por su supuesto humanismo y calidez personal, sino por su inexplicable riqueza. Cuando llegan a ser detectados por las autoridades jurisdiccionales correspondientes gracias a “soplones” y no a la inteligencia de nuestras instituciones de seguridad pública, casi siempre se les ubica dentro de la delincuencia organizada, pero además en el perfil de los sociópatas.
Lo anterior cobra especial relevancia en el actual proceso electoral, pues la condición psicológica de esos personajes los ayuda a conseguir prestigio social. Obviamente, los siguientes argumentos me sirven para colocar en paralelo a infinidad de politicastros, politiqueros y politiquillos que cada tres años saltan al escenario público buscando cargos de elección popular o dentro de las estructuras gubernamentales. Políticos vemos, nuevos hampones no sabemos.
Una definición sobre la palabra sociópata indica que “es un individuo que padece la enfermedad mental conocida como ‘trastorno disocial de la personalidad’”. También denominado psicópata, parece más apropiado el término sociópata, ya que sus pautas de actuación afectan de manera traumática su comportamiento social. A veces se confunde esta enfermedad con la esquizofrenia o la paranoia. Estas tienen en común un alejamiento constante y progresivo de la realidad, mientras que la visión del mundo que percibe el sociópata puede ser perfectamente clara y concisa. ¿Algún parecido con quienes mienten desde las esferas públicas?
Hace poco me referí al caso de Jekyll y Hyde; es decir, una doble personalidad que genera contradictorias percepciones sobre lo bueno y malo. Así son los sociópatas, proyectando, además, actitudes de manipulación en torno a las emociones de la gente; facilidad verbal y capacidad para engañar a cualquiera; fácilmente capaces de ganarse a hombres y mujeres, completamente, antes de traicionarlos, defraudarlos o apartarlos de ellos; carecen de emociones; son inteligentes y astutos, y en los casos más graves no tienen conciencia, piedad y culpa.
Pero, ¿qué cree usted? Recientes estudios psiquiátricos han llevado a la conclusión de que la sociopatía o sicopatía es hasta diez veces más frecuente entre políticos, que en el resto de la población. Esto pudiera propiciar la idea de que ahí radica la baja popularidad de nuestros representantes parlamentarios, pero no es así porque sorprendentemente los políticos, mientras más psicópatas, más populares son.
El sociópata es incapaz de identificarse emocionalmente con otras personas y siente una falta total de empatía. Para él los demás son simples objetos a explotar, como sucede en las campañas preelectorales.
Y aquí entra el carisma, considerado como una necesidad para cualquier político que quiere alcanzar la cima. Sin embargo, los carismáticos son, casi sin excepción y en diferente grado, psicópatas o sociópatas. Todos los grandes tiranos han pertenecido, o siguen perteneciendo, a esta especie. Napoleón, Lenin, Hitler, Mussolini, Mao, Castro, Chávez, para mencionar solamente algunos, han sido o son grandes carismáticos capaces de llegar al poder a partir de anular con su magnetismo maligno la capacidad de raciocinio de sus seguidores.
México posee un marco legal que pudiera frenar los grandes abusos de poder, pero regularmente no se aplica. Es así como los ciudadanos vivimos en indefensión, sin saber con quienes nos enfrentamos o tratamos. Y ahí vienen de nuevo.