HIPOCRESÍA Y DOBLE MORAL EN MÉXICO
AGENDA DIARIA
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 13 de enero de 2025
En México, la hipocresía en el sector público parece ser un mal endémico que permea los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal. Funcionarios que se autoproclaman como ejemplos de integridad y honestidad, afines a los supuestos principios de la Cuarta Transformación, a menudo contrastan sus discursos con sus acciones.
Es el caso de Yasmín Esquivel, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), quien fue captada recientemente en situaciones que evidencian un estilo de vida que choca con la modestia que muchos esperan de sus representantes.
Su presencia en un crucero de lujo y en una exclusiva joyería, acompañada por su esposo José María Riobóo, un empresario que ha sido beneficiado por contratos públicos desde la época en que Andrés Manuel López Obrador fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pone en duda la veracidad de su compromiso con la austeridad y la integridad que tanto promueven.
El doble discurso y la doble moral se manifiestan cuando estos funcionarios, que predican la modestia y la transparencia, disfrutan de lujos y viajes que están lejos de la realidad económica de la mayoría de los mexicanos. La imagen de Yasmín Esquivel en un crucero de placer y comprando en tiendas de alta gama no solo desentona con la narrativa de un gobierno dedicado a la transformación ética, sino que también plantea interrogantes sobre el origen de esos recursos. ¿Son frutos de su trabajo o beneficios indirectos de la cercanía con el poder? La relación de su esposo con el gobierno, especialmente con contratos millonarios otorgados por administraciones afines a López Obrador, sugiere que existe una influencia indebida.
La hipocresía en este contexto no solo es una cuestión de imagen personal, sino que refleja un problema sistémico en la política mexicana. Los funcionarios que viven sin dificultades financieras, a menudo con viajes frecuentes al extranjero, mientras la mayoría de los ciudadanos enfrentan la dura realidad económica, muestran un desfase entre los principios que proclaman y la vida que llevan. En el caso de Esquivel y Riobóo, la crítica no se centra únicamente en su estilo de vida, sino en cómo este se sostiene posiblemente gracias a la influencia política y económica que han acumulado, evidenciando una doble moral que erosiona la confianza pública en la institucionalidad.
El discurso de la austeridad republicana y la lucha contra la corrupción, banderas de la Cuarta Transformación, se ven empañadas cuando los mismos líderes del cambio se benefician de manera opulenta. La percepción de que los viajes y el gasto en lujos pueden estar financiados, aunque sea indirectamente, por el erario público, desacredita el mensaje de cambio y honestidad que se pretende transmitir. Esquivel, al no negar estos eventos, ejemplifica cómo el poder puede corromper incluso a aquellos que prometen ser agentes de cambio. La sociedad observa y cuestiona si estos líderes realmente están comprometidos con los principios que declaman o si simplemente es un disfraz para mantener el statu quo.
Finalmente, el caso de Yasmín Esquivel y José María Riobóo es un recordatorio de que los vicios antiguos en la política mexicana no han desaparecido con la llegada de una nueva administración. La hipocresía, el doble discurso y la doble moral siguen presentes, socavando la credibilidad de las instituciones y de quienes las representan. Mientras México lucha por una verdadera transformación, es imperativo que los funcionarios no solo hablen de integridad y honestidad, sino que la vivan en cada acto público y privado. Si no, la retórica de cambio se convertirá en una mera ilusión, perpetuando el ciclo de desconfianza y desigualdad que tanto daño ha hecho al país.