IMPORTANCIA DE CANDIDATOS A ALCALDES
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta
Miércoles 6 de marzo de 2024
El 2 de junio de 2024 sabremos si las actuales autoridades municipales, emanadas del partido que fuere, trabajaron eficazmente o no en beneficio de las sociedades locales durante los años recientes, lo hicieron más o menos bien o de plano fueron reprobadas. Las elecciones marcarán la confirmación de los gobiernos en turno o su revocación, dando paso a uno diferente.
En los inminentes comicios pulsaremos el sentir popular respecto al desempeño de los 36 presidentes municipales quienes, a ciencia cierta, debieron ser los mejores promotores de sus partidos y eventuales relevos. Han sido el primer vínculo de la sociedad con la autoridad. Sin embargo, la solución a los más apremiantes problemas sociales por el alcalde en turno, o cuando menos su capacidad de gestión ante las instancias correspondientes, han estado ligados a la acción del gobierno estatal (morenista), aunque son los programas federales los que generan la mayor percepción ciudadana sobre la intervención gubernamental, básicamente entre los beneficiados por programas clientelares como los operados por la Secretaría de Bienestar. Quienes hayan operado bien esos programas tendrán mayores perspectivas de éxito que otros en el actual proceso electoral.
Siempre he considerado que las elecciones intermedias no son atípicas como los comicios presidenciales, cuando vemos la reacción del electorado ante las políticas macroeconómicas federales. Sin embargo, todo puede pasar en el actual proceso electoral. Podríamos asistir a la presentación del “voto en cascada”, el “voto diferenciado” y el “voto duro” de los principales partidos.
Aunque el 2 de junio se elegirá a senadores y diputados federales, la gran movilización electoral se presentará alrededor de los candidatos a diputados locales y alcaldes. Para la decisión en el ámbito municipal y distrital pesará más el perfil de los candidatos que el de los partidos. La gente votará por alguien a quien conozcan en su vida pública y privada. Tocante al caso de diputados federales los ciudadanos no se identifican con ningún partido, desconfían de los candidatos y tal vez votarán a favor de alguien conocido o más o menos identificado. Pero falta mencionar la variable impredecible del “me late por este o aquel”, o sea el “voto emocional” (corazonadas y fobias a partir de las campañas mediáticas). El elector emitirá su voto sin meditar sobre la necesidad de rechazar a los malos gobernantes, a la corrupción y a la demagogia.
Un fenómeno electoral que cada día parece ser más común en nuestro país es el del voto diferenciado. Durante décadas, la mayoría de los mexicanos asumía su preferencia electoral completamente con un partido político, ya sea porque se sentía identificado con su ideología o porque había que castigarlo. El voto diferenciado se define como un comportamiento normal en democracias fuertes y bien establecidas, mediante el cual los ciudadanos utilizan su sufragio para no otorgar a una sola fuerza política el control total de todos los espacios políticos, impulsando con ello el equilibrio entre los poderes públicos, en la gran mayoría de los casos, el Poder Ejecutivo y el Legislativo, así como entre los tres niveles de gobierno, entiéndase el federal, el estatal y el municipal.
Así entonces, puede darse el caso de que los electores prefieran votar por un partido para Presidente de la República o gobernador y por otras organizaciones políticas para que los representen en el Congreso de la Unión o en los Congresos estatales y en las presidencias municipales. Lo anterior ha traído como consecuencia el debilitamiento del denominado “voto duro”, que es la expresión ciudadana segura con la que cuentan los partidos para enfrentar los procesos electorales, pues se trata de ciudadanos que siempre votan por el mismo partido, independientemente de las condiciones sociales, políticas y económicas del país y de los candidatos que postulen las fuerzas políticas. A ver.