INFLUENCERS Y LA DOBLE CARA DE LA FAMA DIGITAL: ENTRE LA INFLUENCIA Y LA IRRESPONSABILIDAD
AGENDA DIARIA
Por Regina M. Cinta Becerril
Viernes 07 de febrero de 2025
El caso de Marianne Gonzaga es un ejemplo destacado de cómo influencers, que han construido su fama a través de plataformas como TikTok e Instagram, se encuentran en el ojo del huracán debido a escándalos y actividades delictivas.
Estas figuras, que a menudo se promueven como modelos de vida, moda, y éxito personal, están bajo una presión constante para mantener una imagen pública que atraiga a sus seguidores y, por ende, a marcas que buscan publicidad. Esta presión puede llevar a algunos influencers a cruzar líneas éticas o legales, ya sea por la búsqueda de atención, la necesidad de mantener su relevancia, o incluso por la falsa sensación de impunidad que puede proporcionar la fama digital.
La visibilidad que otorgan las redes sociales no solo amplifica sus actos, sino que también los deja expuestos a un escrutinio público despiadado cuando sus acciones contradicen la imagen que han cultivado.
En el entorno de estos influencers, la dinámica de la fama en la era digital puede ser un factor crucial. La rapidez con la que se puede ganar notoriedad en línea, a menudo basada en contenido superficial o controvertido, puede distorsionar la percepción de las responsabilidades y consecuencias que conlleva ser una figura pública. Esta distorsión se ve agravada por la interacción constante con una audiencia que puede idolatrar o vilipendiar sin matices, creando un ecosistema donde el comportamiento errático o delictivo se magnifica.
Además, la falta de regulación y supervisión en las redes sociales permite que estas personalidades actúen con una percepción de autonomía que a veces se traduce en una falsa sensación de inmunidad ante la ley.
La cuestión de la autoridad moral y legal de los influencers es particularmente relevante. No existe una cualificación formal o un código de conducta que estos individuos deban seguir, lo que significa que su posición como generadores de opinión pública no les otorga ninguna legitimidad especial para infringir leyes. La influencia que ejercen sobre sus seguidores puede ser poderosa, pero no les exime de responsabilidad legal ni les confiere ningún derecho a actuar fuera de los límites de la ley.
De hecho, cuando estos influencers transgreden, su impacto puede ser aún más negativo debido a la influencia que tienen, especialmente entre audiencias más jóvenes que podrían verse influenciadas por sus acciones.
Así las cosas, el aumento de casos de influencers involucrados en escándalos sugiere una necesidad de mayor conciencia y educación tanto para los influencers como para el público. Para los influencers, el desarrollo de una ética personal y profesional es esencial; deben entender que su plataforma conlleva responsabilidad social. Para el público y las plataformas de redes sociales, hay una necesidad creciente de críticas sobre las figuras que siguen o promocionan y de mecanismos más robustos para manejar y prevenir el comportamiento ilícito. La sociedad está en un punto donde la fama digital debe ser acompañada por una reflexión sobre los valores y las consecuencias de las acciones en el ámbito público.