INTERVENCIONISMO Y REPÚBLICAS BANANERAS

PERSPECTIVA
Por Marcos Pineda Godoy
Viernes 12 de diciembre de 2025
El mundo tiene puestos los ojos en la crisis política venezolana por la resistencia de Nicolás Maduro a dejar el poder, el llamado de la ganadora de Nobel de la Paz, María Corina Machado, a respaldar la exigencia del movimiento que encabeza para que reconozca su derrota las pasadas elecciones presidenciales, así como por la intervención del gobierno de los Estados Unidos en este proceso.
La historia del intervencionismo norteamericano comienza prácticamente a la par de su política expansionista, luego de haberse independizado del Imperio Británico e integrarse, de lleno y con éxito, en la modernización que suponía la Revolución Industrial. Como en todos los demás conflictos internacionales en los que ha intervenido Estados Unidos, las motivaciones de fondo son de carácter económico, apoyadas de intereses políticos.
Además de sus guerras e intervenciones contra México durante buena parte del siglo XIX, los antecedentes del intervencionismo directo sobre países centroamericanos se remontan a 1871, tras la instalación de Minor Keith en Costa Rica, quien a la muerte de su tío, un empresario ferrocarrilero, aprovechó la infraestructura ferroviaria para cultivar plátanos (conocidos en esa región como bananas) y a partir de 1880 comenzarlos a exportar a los Estados Unidos, generando un mercado que creció exponencialmente en muy pocos años, hasta constituirse en 1899 en la United Fruit Company, en asociación con otro empresario norteamericano, Andrew Preston.
Con el respaldo de los gobiernos norteamericanos llegó a controlar la producción de plátanos no sólo en Costa Rica, sino también en Guatemala, Nicaragua, Panamá, Colombia y Honduras. Bajo la fachada de apoyo político y económico formó un entramado de corrupción con los gobiernos centroamericanos, acompañada de sobrexplotación, abusos y represión en perjuicio de los trabajadores del campo.
La historia es muy larga. Pero, en concreto, la también llamada “Frutera” se constituyó en un brazo corruptor e injerencista del gobierno de los Estados Unidos. Incluso, hasta el movimiento revolucionario de Fidel Castro en Cuba recibió recursos, armamento y equipamiento, gestionado por la bananera, a través de la CIA. Por cierto, de esta historia de corrupción y sometimiento de los políticos centroamericanos es de donde viene el acuñamiento de la despectiva frase de las “Repúblicas Bananeras”.
Todo comienza y termina con los intereses económicos, estando en medio las ideologías y el poder político. La crisis en Venezuela no es la excepción. No obstante, no debe perderse de vista que la resistencia de Maduro a dejar el poder, su empecinamiento a no permitir la autodeterminación del pueblo venezolano sobre qué gobierno quiere tener y aferrase a la silla presidencial/dictatorial, envuelto en una trama de corrupción, narcotráfico, el obsceno enriquecimiento de él y su círculo cercano, así como la destrucción de las instituciones democráticas y la persecución a líderes opositores y periodistas, en un marco de total impunidad, brinda a los Estados Unidos un caldo de cultivo perfecto para arremeter, intervenir y cuidar sus intereses económicos en la región.
Y PARA INICIADOS:
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, quedó atrapada entre la espada y la pared. No puede manifestar abiertamente su apoyo a Nicolás Maduro, aunque su silencio lo denote, porque despertaría la furia de Donald Trump. Tampoco puede felicitar el Nobel de María Corina Machado, ni siquiera como reconocimiento a una mujer que ha sido perseguida y asediada, pues Maduro se vería fuertemente afectado, debido al peso político internacional de las declaraciones de una de las mujeres más poderosas del mundo. No es ningún secreto que, primero Chávez y luego Maduro, apoyaron el movimiento obradorista y que sus políticas han sido inspiración para la cuarta transformación. Pero coincido con la presidenta. Es mejor no hacer comentarios que dejarse arrastrar en la inminente caída del régimen autoritario venezolano.
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