INVESTIDURA Y MAÑANERA
PERSPECTIVA
Por Marcos Pineda Godoy
Lunes 09 de diciembre de 2024
La investidura y la imagen presidencial son elementos centrales en la gobernabilidad de la Nación. Aunque haya quienes no concuerden con ello, el respeto para con ambas forma parte de los valores no escritos de la política mexicana que han prevalecido al paso de los sexenios.
Los presidentes de México -y ahora la presidenta– han tenido su propio estilo, producto de los rasgos característicos de su personalidad y sus experiencias de vida. Mayormente, se han conducido con solemnidad, aunque diferenciándose unos de otros.
Andrés Manuel López Obrador rompió con la tradicional forma de percibir al primer mandatario. La imagen que se construyó no estuvo exenta de notables contradicciones. Lo ubicó como un político singular, más cercano a las clases populares y ajeno a las frivolidades y los privilegios de las clases altas. Sí disfrutó del privilegio de vivir en Palacio Nacional y viajar en convoyes de camionetas de lujo, cuyo paso era abierto en forma coordinada por las policías y el Ejército, pero eso no hizo mella en su imagen popular, puesto que hasta su manera de hablar el español era más cercana a la del barrio que a la de las élites.
El éxito mediático de sus conferencias mañaneras y su manejo discursivo en los actos a los que se invitaba a ciertos grupos, en buena medida beneficiarios de los programas sociales, fue tal que las recomendaciones para la entonces candidata presidencial, Claudia Sheinbaum Pardo, fueron que no se distanciara del modelo creado por López Obrador, a partir de su inspiración en liderazgos populistas y confrontativos. Nada nuevo en realidad, pero sí ajustado al perfil del presidente. Sólo que el perfil de la nueva presidenta difiere mucho del de su antecesor y no todo le ajusta, no es un traje a la medida de Sheinbaum, sino de Andrés Manuel.
El inicio del gobierno de Claudia Sheinbaum parecía haber sido diseñado a imagen y semejanza del de López Obrador. Mañaneras diarias y giras los fines se semana. Presentaciones regulares de secciones para promover y socializar los programas de gobierno, sin faltar los típicos asistentes lisonjeros. La adopción de un discurso no confrontativo, sobre todo, el dirigido a los medios de comunicación, fue tomado como una buena señal, de la misma manera que el trato serio a los problemas propios del ejercicio gubernamental.
Sin embargo, eso se ha venido rompiendo al paso de los primeros dos meses. Primero, minimizando e ironizando acerca de diferentes temas, como la descalificación de un reportaje sobre el reclutamiento de jóvenes estudiantes universitarios por parte del crimen organizado, comparándolo con una serie televisiva, en lugar de tomar con seriedad la problemática revelada y actuar en consecuencia. Y, segundo, el viernes pasado, otra vez, el señalamiento contra comunicadores, tildándolos de adversarios, que echa por tierra la idea de que la polarización podría haber llegado a un punto de inflexión. Acercándose o queriendo acercarse al estilo de López Obrador, pero ese es un traje que no le queda, que no hace bien para su imagen e investidura personal, propia.
No se usted, pero yo prefiero una presidenta, así con “a”, con su estilo propio, la científica graduada con honores, responsable y preparada para sacar adelante los grandes retos que dejó el expresidente sin resolver y otros tantos, como el económico y de las finanzas públicas, que o se resuelven pronto o meterán al país en graves problemas en no más de un par de años.
Y para iniciados:
Esta semana ya comienza la primera prueba de fuego para el nuevo gobierno estatal y para el Congreso. Terminar bien el primer diciembre, cumpliendo con los compromisos administrativos y legales, apoyando, a la vez, a los ayuntamientos y a las instituciones para que también lo logren, a pesar del desastre que encontraron de las pasadas administraciones, sería un buen indicador de que se comenzó con el pie derecho.
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