Jóvenes y niños sicarios: la cara de la violencia en México
La creciente participación de jóvenes (algunos casi niños) como sicarios en México es un fenómeno alarmante que exige un análisis profundo y multifactorial. La facilidad con la que grupos delictivos reclutan a jóvenes, a veces incluso adolescentes, para cometer asesinatos nos obliga a preguntarnos sobre las causas subyacentes de esta problemática. Más allá de la simplista explicación de la “falta de oportunidades”, existen diversos factores que confluyen para empujar a estos jóvenes hacia el mundo del crimen.
Uno de los principales factores es la desintegración familiar. Muchos jóvenes provienen de hogares disfuncionales, con padres ausentes o involucrados en actividades ilícitas. La falta de figuras de autoridad y modelos positivos a seguir deja a estos jóvenes vulnerables a la influencia de grupos criminales, que les ofrecen un sentido de pertenencia y “familia”.
La pobreza y la falta de oportunidades también juegan un papel crucial. En un país con altos niveles de desigualdad, muchos jóvenes ven en el sicariato una forma rápida de obtener ingresos y mejorar su situación económica, sin considerar los riesgos y consecuencias a largo plazo. La falta de acceso a educación de calidad y oportunidades de empleo digno limita sus opciones y los empuja hacia el camino fácil del crimen.
Otro factor importante es la normalización de la violencia. La presencia constante de violencia en la sociedad mexicana, tanto en los medios de comunicación como en la vida cotidiana, ha llevado a una insensibilización ante la muerte y el sufrimiento. Los jóvenes crecen en un entorno donde la violencia se ve como algo normal, incluso deseable, lo que facilita su participación en actos violentos.
La impunidad y la corrupción también contribuyen a este problema. La falta de castigo para los crímenes cometidos genera una sensación de impunidad y anima a los jóvenes a unirse a grupos criminales, sabiendo que es poco probable que sean atrapados y castigados. La corrupción en las fuerzas de seguridad y en el sistema judicial facilita la operación de estos grupos y protege a sus miembros.
¿QUÉ DICE LA CIENCIA?
Desde una perspectiva científica, se ha investigado la relación entre la neurobiología y la violencia. Algunos estudios sugieren que los jóvenes que participan en actos violentos pueden tener diferencias en la estructura y función de ciertas áreas del cerebro, como la corteza prefrontal, que está involucrada en la toma de decisiones y el control de impulsos. Sin embargo, es importante destacar que estos factores biológicos no determinan por sí solos el comportamiento violento, sino que interactúan con factores sociales y ambientales. La psicología también ofrece explicaciones sobre la participación de jóvenes en el sicariato. Algunos estudios sugieren que estos jóvenes pueden tener características de personalidad como la impulsividad, la búsqueda de emociones fuertes y la falta de empatía. Sin embargo, al igual que con los factores biológicos, es importante no generalizar y considerar que cada individuo es diferente y tiene sus propias motivaciones.
La participación de jóvenes como sicarios en México es un problema complejo con múltiples causas. No se puede atribuir a un solo factor, sino que es el resultado de una combinación de factores sociales, económicos, culturales y biológicos. Para abordar este problema de manera efectiva, es necesario implementar políticas públicas integrales que aborden todas estas causas, desde la prevención de la violencia y la desintegración familiar, hasta la mejora de la educación y las oportunidades de empleo, así como el fortalecimiento del sistema de justicia y la lucha contra la impunidad y la corrupción.
UN CASO RECIENTE DE JÓVENES SICARIOS
Valentín Franco Canastillo, hijo de la líder de las Madres Buscadoras de Caborca, Sonora, fue detenido el 27 de enero pasado. Las autoridades lo vincularon con “Los Deltas”, el brazo armado de “Los Chapitos”, y se le acusa de ser responsable del asesinato de 10 personas en Sonora. Sin embargo, también surge la pregunta sobre Adán Franco, conocido como “El Cholo”: ¿qué sabemos de él?
Adán Franco, conocido también como “El niño sicario”, es un joven de 17 años que fue capturado el lunes junto con otros diez miembros de la misma célula criminal. Este arresto ha iluminado aún más la red de operaciones de “Los Deltas” y su impacto en la región.
“Los Deltas” se formaron en 2018, dos años después de la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, y han extendido su presencia en varias localidades de Sonora, incluyendo San Luis, Río Colorado, Caborca, Carbó, Cajeme, Altar, General Plutarco Elías Calles, Sáric, Sásabe y Puerto Peñasco. La detención de Valentín y Adán ocurrió en la colonia Niños Héroes del municipio de Caborca, donde también se arrestó a José Enrique Padilla, alias “Kike Padilla”, quien es el actual líder de “Los Deltas” y “Los Pelones”, grupos operativos en la zona de Caborca-Altar.
RECORDANDO A EDGAR JIMÉNEZ LUGO “EL PONCHIS”
Edgar Jiménez Lugo, conocido como “El Ponchis”, ganó notoriedad a los 14 años cuando fue detenido en diciembre de 2010 en el aeropuerto de Cuernavaca, Morelos. Nacido en San Diego, California, pero criado en México, confesó haber sido reclutado por el cártel del Pacífico Sur a los 11 años, participando en la decapitación de al menos cuatro personas bajo la amenaza de muerte si no cumplía. Su caso fue uno de los primeros documentados en México de un niño sicario, destacando la explotación de menores por parte del crimen organizado.
Tras su arresto, “El Ponchis” fue condenado a tres años de prisión, la pena máxima para un menor en Morelos en ese tiempo. Durante su encarcelamiento, aprendió a leer y escribir, y recibió atención psicológica. Fue liberado en noviembre de 2013, una semana antes de cumplir su condena, y repatriado a Estados Unidos para su seguridad, ya que se temía por su vida debido a su conocimiento sobre las operaciones del cártel. Su historia ha servido como un sombrío recordatorio de la vulnerabilidad de los niños ante el narcotráfico y la necesidad de protección y rehabilitación. En tiempos recientes se ha especulado sobre el paradero de “El Ponchis”, generándose la leyenda de que huyó de Estados Unidos, se internó de nuevo en México y llegó a Sinaloa, donde trabajó para el cártel de aquella entidad. No se sabe más. No hay datos confirmados.