LA AUDITORÍA SUPERIOR DE LA FEDERACIÓN DETECTA IRREGULARIDADES EN LA ESAF-MORELOS
LA CRÓNICA DE MORELOS
Miércoles 19 de noviembre de 2025
Hace exactamente un mes advertimos en esta misma columna que la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización de Morelos (ESAF) era un elefante blanco obeso, caro y políticamente domesticado y absolutamente inútil para combatir la corrupción. Hoy, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha confirmado, con lujo de irregularidades, que teníamos razón.
Daniel Martínez Terrazas, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local, acaba de reconocer públicamente que las revisiones de la ASF a la ESAF arrojaron hallazgos tan graves que derivaron en despidos masivos y una reestructuración interna de emergencia. Es decir, el máximo órgano fiscalizador federal tuvo que venir a hacer el trabajo que la ESAF nunca hizo.
Peor aún: Martínez Terrazas admitió que evaluaciones internas de la propia ESAF detectaron a funcionarios que no cumplían con su labor y, lo más delicado, que habrían incurrido en encubrimiento de irregularidades. Traducido: dentro de la entidad encargada de vigilar el gasto público había quienes protegían a los corruptos en lugar de señalarlos.
Los expedientes de exalcaldes, exgobernadores y políticos de todos los colores siguen durmiendo el sueño de los justos desde hace años.
Martínez Terrazas lo dijo sin ambages: “Los cambios no sólo deben ser de nombres, también deben reflejarse en el avance de las investigaciones que están pendientes”. Tiene razón. Hasta hoy, el único avance visible es que ahora sabemos que la ASF los encontró dormidos.
José Blas Cuevas sigue en la titularidad de la ESAF. El diputado panista fue claro: eso “no significa que no deba entregar avances”. Traducción: está en el cargo, pero bajo advertencia. Los diputados ya han sostenido varias reuniones con él exigiendo resultados reales en las auditorías a ayuntamientos y al gobierno estatal. Por ahora, resultados concretos: cero.
El elefante blanco no sólo sigue engordando con presupuesto público, sino que ahora sabemos que estaba tan mal administrado que necesitó que la Federación viniera a ponerle el dedo en la llaga. Y aun así, nadie garantiza que esta vez sí funcione.
Porque el problema nunca ha sido falta de facultades legales —la ESAF las tiene de sobra—, sino falta de voluntad política para ejercerlas sin mirar a quien se audita. Mientras los nombramientos sigan siendo cuotas de partido y los titulares teman más a actores políticos externos en turno que a la ley, seguiremos pagando un órgano caro que sólo sirve para simular fiscalización.
Giovanna González Cerezo y su denuncia por venta de vehículos oficiales era sólo la punta del iceberg. Lo que revela la ASF es que el iceberg completo está podrido.
Morelos no necesita otra reforma cosmética a la ESAF. Necesita que, por primera vez en 22 años, el órgano fiscalizador sea verdaderamente autónomo, que sus titulares no tengan miedo sólo a la ley y no a los telefonazos perniciosos de ciertos actores políticos, y que los expedientes que hoy duermen se despierten aunque salpiquen a quien salpiquen.
Si después de la intervención federal la ESAF sigue siendo el mismo elefante blanco de siempre, entonces ya no habrá excusa posible: el Congreso local habrá decidido, conscientemente, seguir protegiendo a los corruptos con dinero del pueblo. Y eso, señores diputados, ya no sería omisión. Sería complicidad.
