LA BAJA CONFIANZA INTERPERSONAL EN MÉXICO: RAÍCES Y REPERCUSIONES EN LA VIDA NACIONAL

CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 23 de diciembre de 2025
En un mundo cada vez más interconectado, la confianza interpersonal se erige como un pilar fundamental para el funcionamiento de las sociedades. Según el reciente estudio del Pew Research Center publicado el 1 de diciembre de 2025, México ocupa el segundo lugar entre los países con los niveles más bajos de confianza en los demás, con solo el 18 por ciento de los encuestados afirmando que “la mayoría de las personas pueden ser confiables”.
Este informe, basado en encuestas realizadas a más de 37,000 adultos en 25 países entre enero y abril de 2025, revela una brecha significativa entre naciones de altos ingresos, donde la mediana de confianza alcanza el 59 por ciento, y países de ingresos medios como México, donde apenas llega al 27 por ciento. Esta posición precaria no es solo un dato estadístico; refleja desafíos profundos que permean la vida cotidiana de los mexicanos.
El estudio surge en un contexto de creciente polarización global post-pandemia. Realizado en 2025, actualiza datos previos de encuestas similares, mostrando variaciones como un aumento en la confianza en Alemania e Indonesia, pero un estancamiento en naciones como México. Factores como la educación, los ingresos y la edad influyen: en México, las personas con mayor educación reportan niveles ligeramente superiores de confianza, pero la inseguridad económica y la percepción de corrupción institucional mantienen los índices bajos.
Esta falta de confianza interpersonal alimenta directamente la polarización política y social en México. En un entorno donde predomina la desconfianza hacia el prójimo, las narrativas divisivas encuentran terreno fértil: las diferencias ideológicas se convierten en abismos insalvables, y el diálogo se sustituye por el enfrentamiento. Las redes sociales amplifican voces extremas, mientras que la desconfianza hacia instituciones como el gobierno, la justicia o los medios agrava la fragmentación, haciendo que los ciudadanos se atrincheren en sus propios grupos y rechacen cualquier punto de vista ajeno.
El impacto se extiende a la vida económica y al desarrollo nacional. La baja confianza interpersonal dificulta la cooperación espontánea, esencial para el emprendimiento, las alianzas comerciales y la inversión. En México, esto se traduce en una preferencia por relaciones familiares o cercanas en los negocios, lo que limita la escala de las empresas y fomenta la informalidad. Además, la percepción de que “los demás no son confiables” desalienta la participación cívica y el cumplimiento voluntario de normas, perpetuando ciclos de corrupción y debilidad institucional.
En el ámbito de la seguridad pública, la desconfianza agrava uno de los problemas más graves del país. La violencia y la impunidad han erosionado la fe en las autoridades y en los vecinos, generando un clima de sospecha generalizada que justifica medidas como la autodefensa o el aislamiento comunitario. Esto, a su vez, complica la colaboración ciudadana con la policía y frena esfuerzos colectivos para combatir la delincuencia, creando un círculo vicioso que afecta la calidad de vida y el sentido de comunidad.
Reconstruir la confianza interpersonal requerirá esfuerzos sostenidos en educación, fortalecimiento institucional y reducción de la desigualdad. Experiencias de otros países muestran que mejoras en la transparencia gubernamental, el acceso a la justicia y la seguridad económica pueden elevar gradualmente estos indicadores. para méxico, invertir en capital social no es un lujo, sino una necesidad urgente para superar la polarización, impulsar el desarrollo y devolver a los ciudadanos la esperanza en un futuro compartido.
En el estado de Morelos, la baja confianza interpersonal y la polarización resultante exacerban un panorama de inseguridad crónica, donde el deterioro de la paz ha sido sostenido desde 2015, posicionándolo como uno de los estados menos pacíficos de México con tasas de homicidio extremas y un impacto económico de la violencia equivalente al 43.9 por ciento de su PIB en 2022.
Esta desconfianza, particularmente hacia la policía —donde factores como la percepción de corrupción y bajo desempeño predictivo reducen la colaboración ciudadana— alimenta ciclos de violencia organizada, con disputas territoriales por drogas concentradas en áreas urbanas como Cuernavaca, generando aislamiento comunitario, menor participación cívica y un costo per cápita de 66,785 pesos por violencia.
Como resultado, la fragmentación social limita el desarrollo económico, perpetúa la corrupción institucional y vulnera la resiliencia comunitaria, convirtiendo la polarización en un obstáculo para la cohesión y el progreso estatal.
