La deuda eterna del SAPAC: un organismo ahogado en la desgracia perpetua
En las sombras de Cuernavaca, donde el agua debería ser fuente de vida, el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado (SAPAC) se arrastra como un espectro maldito, encadenado a una deuda eterna que lo condena a la total desgracia.
Esta entidad, vital para el abastecimiento de la capital morelense, carga con un pasivo acumulado que supera los 800 millones de pesos, un yugo heredado de gestiones pasadas que lo asfixia año tras año, impidiéndole invertir en infraestructura, modernización o simplemente en prestar un servicio digno a sus más de 350 mil usuarios.
Revelado por su director, Arnoldo Heredia Romero, este abismo financiero no es un accidente reciente, sino el fruto podrido de décadas de negligencia, con obligaciones que datan de 2008 y se extienden como raíces venenosas hasta más de 20 años atrás.
El núcleo de esta maldición laboral y fiscal se desglosa en capas de agonía: más de 300 laudos laborales y sentencias judiciales rezagadas, que suman casi 44 millones de pesos y arrastran atrasos de hasta 17 años. Estas demandas, nacidas de conflictos con ex trabajadores por prestaciones y derechos incumplidos, no son meras cifras en un balance; representan vidas truncadas y un organismo paralizado por el peso de la injusticia acumulada.
A esto se suman deudas colosales con instituciones clave como la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que superan los 20 años de antigüedad y devoran recursos esenciales, dejando al SAPAC al borde del colapso operativo.
Proveedores olvidados y servicios pendientes completan este tapiz de ruina, donde cada mes se destinan alrededor de 1.2 millones de pesos solo para amortiguar el golpe, un goteo insuficiente ante la avalancha de reclamos.
En administraciones anteriores, el SAPAC optaba por una vía jurídica para dilatar estos pagos, un recurso que, aunque aliviaba el momento, generaba gastos extras para el Ayuntamiento de Cuernavaca y profundizaba la brecha de desconfianza con la ciudadanía. Hoy, bajo la gestión de Heredia Romero, se busca un giro: acuerdos de pago escalonados y mecanismos legales más eficientes para desentrañar este nudo gordiano, aunque el camino parece interminable.
Sin embargo, la desgracia persiste; mientras el organismo lucha por saldar estas deudas históricas, enfrenta retos adicionales como la extracción ilegal de agua por pipas que la desvían hacia la Ciudad de México y el Estado de México, exacerbando la escasez local y erosionando aún más su capacidad de respuesta.
Esta deuda eterna no es solo un problema contable: es el símbolo de un sistema al límite, donde la “total desgracia” se traduce en cortes de suministro, contaminación en alcantarillas y una población sedienta de soluciones. ¿Podrá el SAPAC romper esta cadena? Por ahora, el eco de los 800 millones resuena como un lamento perpetuo en las calles de Cuernavaca, recordándonos que, en la gestión pública, las deudas no prescriben; solo se multiplican en la oscuridad.
