LA DIABETES EN MÉXICO: MÁS ALLÁ DE LOS REFRESCOS
LA CRÓNICA DE MORELOS. Viernes 17 de octubre de 2025.
E D I T O R I A L
En México, el debate sobre los refrescos y su vínculo con la diabetes ha alcanzado un tono apocalíptico en 2025, con campañas gubernamentales que los tildan de “veneno” y alertas de la Secretaría de Salud que atribuyen uno de cada tres nuevos casos de diabetes al consumo excesivo de bebidas azucaradas.
La Procuraduría Federal del Consumidor ha publicado estudios que revelan envases con hasta 65 gramos de azúcar por botella, superando con creces las recomendaciones diarias de la OMS, mientras que el gobierno de Claudia Sheinbaum anuncia impuestos más altos y prohibiciones en ventas para 2026.
Este “desgarramiento de vestiduras” es comprensible ante una epidemia que afecta a millones, con costos millonarios para el IMSS y un impacto en la salud pública que incluye no solo diabetes tipo 2, sino también enfermedades cardiovasculares y depresión ligada a picos glucémicos.
Sin embargo, esta narrativa unidimensional distrae de la complejidad real del problema, reduciendo un mal multifactorial a un solo culpable.
Es innegable que las bebidas azucaradas con azúcar contribuyen al riesgo de diabetes: meta-análisis de cohortes internacionales muestran que un mayor consumo se asocia con un 30 por ciento más de probabilidades de desarrollar la enfermedad tipo 2, independientemente de la adiposidad. En México, estudios prospectivos en adultos confirman que el hábito regular de sodas eleva el riesgo, especialmente en mujeres, donde un consumo diario incrementa la incidencia de manera significativa.
La carga global atribuible a estas bebidas es alarmante, representando casi un cuarto de los nuevos casos en América Latina en 2020, y en México se estima que impulsan el exceso de peso que precede a la diabetes. No obstante, esta asociación es solo un hilo en una tela más amplia; las revisiones sistemáticas enfatizan que las bebidas endulzadas actúan como catalizador, pero no como detonante aislado, ya que su impacto se modula por interacciones con otros elementos del estilo de vida y la biología individual.
La diabetes tipo 2 es una enfermedad inherentemente multifactorial, donde factores genéticos y no genéticos se entrelazan en un proceso heterogéneo. Revisiones científicas destacan que polimorfismos genéticos, como aquellos en loci relacionados con la función beta-celular y la lipodistrofia, aceleran el inicio de la enfermedad en individuos con alto riesgo, diagnosticándolos hasta ocho años antes y con un índice de masa corporal más bajo.
Epigenética, microbiota intestinal y metabolitos también juegan roles clave, interactuando con el entorno para alterar la sensibilidad a la insulina. En México, donde el 90 por ciento de los casos se vincula a sobrepeso y obesidad, estos elementos genéticos explican variaciones étnicas en la susceptibilidad, haciendo que enfoques simplistas ignoren subgrupos poblacionales vulnerables.
Más allá de la genética, factores modificables como el sedentarismo, dietas altas en grasas procesadas y estrés socioeconómico agravan la epidemia de manera desproporcionada en contextos como el mexicano. Estudios espaciales multinivel revelan que determinantes sociales —pobreza, acceso limitado a alimentos saludables y urbanización— impulsan la obesidad central, un predictor más fuerte de diabetes que el consumo aislado de refrescos.
El ejercicio insuficiente y el sueño alterado, combinados con patrones alimentarios holísticos deficientes, crean un ciclo vicioso que las campañas actuales subestiman al centrarse en un solo producto. En un país con alta prevalencia de estos riesgos, ignorarlos perpetúa desigualdades, dejando de lado intervenciones integrales que podrían mitigar el 70-80 por ciento de los casos prevenibles.
Frente al ruido mediático, es imperativo adoptar una visión holística que integre la reducción de bebidas azucaradas con políticas amplias: promoción de actividad física, educación nutricional accesible y screening genético en poblaciones de riesgo.
México, con su diversidad cultural y económica, necesita estrategias que aborden la raíz multifactorial de la diabetes, no solo síntomas puntuales. Solo así se transformará el lamento en acción efectiva, salvando vidas y recursos en una batalla que trasciende el vaso de refresco.