LA DINÁMICA DE PODER EN MORENA: UNIDAD, AMBICIÓN Y AGENDAS PROPIAS
LA CRÓNICA DE MORELOS. Jueves 31 de julio de 2025.
EDITORIAL
El panorama político dentro del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) refleja una compleja interacción de lealtades, ambiciones y estrategias individuales que podrían definir el futuro del partido y del país. La opinión de algunos usuarios en redes sociales, de que Marcelo Ebrard es el único excandidato presidencial de Morena que se ha alineado plenamente con la presidenta Claudia Sheinbaum, asumiendo un rol clave como secretario de Economía y aparentemente desempeñando funciones de facto como canciller, pone en relieve una división notable entre los liderazgos del partido.
Mientras Ebrard opta por integrarse al proyecto de Sheinbaum, figuras como Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña parecen estar tejiendo sus propias agendas, lo que plantea preguntas sobre la cohesión interna de Morena en un momento en que su hegemonía política es indiscutible, pero no exenta de tensiones.
Ebrard, con su experiencia como exsecretario de Relaciones Exteriores y exjefe de Gobierno de la Ciudad de México, ha demostrado ser un operador político pragmático. Su decisión de sumarse al gabinete de Sheinbaum, a pesar de haber competido por la candidatura presidencial en 2023, proyecta una estrategia de consolidación de poder desde dentro del gobierno, posiblemente con la mirada puesta en la contienda presidencial de 2030.
Este movimiento contrasta con las posturas de Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña, quienes, aunque forman parte de la estructura de Morena, parecen priorizar proyectos personales o regionales. Por ejemplo, Monreal, como coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, ha mostrado una notable autonomía, impulsando reformas legislativas clave, pero también enfrentándose a críticas por episodios como el uso de un helicóptero, lo que generó tensiones con Sheinbaum. Su historial de desafiar al liderazgo del partido, junto con su influencia en el Congreso, indica que busca mantener una base de poder independiente, posiblemente con miras a futuras aspiraciones políticas.
Por su parte, Adán Augusto López, coordinador en el Senado, y Fernández Noroña, presidente de la Cámara alta, también han dado señales de estar construyendo sus propias plataformas. Adán Augusto, cercano a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha sido mencionado en escándalos de corrupción en Tabasco, lo que podría debilitar su posición, pero su rol en el Senado le permite mantener una influencia significativa en la agenda legislativa. Noroña, por su parte, con su perfil carismático y su base en el Partido del Trabajo, ha buscado consolidar su popularidad entre las bases más ideológicas de la izquierda, lo que lo posiciona como un actor con una agenda propia, menos alineada con la disciplina partidista que Sheinbaum podría esperar.
Estas dinámicas indican que, mientras Sheinbaum busca consolidar su liderazgo, enfrenta el desafío de integrar a estos pesos pesados del partido sin que sus ambiciones individuales fracturen la unidad de Morena.
La fortaleza de Morena como partido hegemónico radica en su capacidad para canalizar el apoyo popular y mantener una narrativa de transformación, pero las agendas individuales de sus líderes podrían convertirse en un talón de Aquiles.
La lealtad de Ebrard a Sheinbaum, en contraste con las trayectorias más independientes de Monreal, Adán Augusto y Noroña, refleja una encrucijada para el partido: ¿puede Morena mantener su cohesión sin la figura unificadora de AMLO? La presidenta Sheinbaum, a diferencia de su antecesor, parece dispuesta a compartir el poder con estos liderazgos, pero el desafío será alinear sus intereses sin ceder el control del proyecto de la Cuarta Transformación. En este contexto, la pregunta no es solo si Morena puede sostener su dominio político, sino si puede hacerlo sin sucumbir a las tensiones internas que sus propios líderes, con sus ambiciones y agendas, están generando.