LA ESPERANZA Y LA POLÍTICA
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta
Miércoles 20 de diciembre de 2023
El presidente Andrés Manuel López Obrador expresó lo siguiente el 31 de octubre del año en curso, en referencia al paso del huracán “Otis” sobre varios municipios de Guerrero:
“Todas las medidas para comenzar la rehabilitación, el poner de pie a Acapulco, lo vamos a lograr pronto, muy pronto porque se está avanzando bastante. No va a llevar mucho tiempo, tengo el sueño, el ideal, que vamos a convertir en realidad entre todos, como se está haciendo de que ya en la Navidad, las familias van a estar muy contentas en Acapulco, van a estar como lo merecen muy felices, ese es el compromiso, no va a haber amarga navidad”.
Con relación a lo anterior he escuchado varias veces al colega Joaquín López-Dóriga, en su programa radiofónico vespertino de Radio Fórmula, difundiendo notas provenientes de Acapulco respecto a los problemas no resueltos, ni por el gobierno federal, ni por el estatal y mucho menos por el municipal, pronosticando lo contrario a la promesa de AMLO: Acapulco tendrá una amarga Navidad. La industria turística, de la cual subsiste ese puerto, no se reactivará a corto plazo tal como la conocimos. No será posible, pues la ciudad sigue presentando la imagen de la destrucción. El citado periodista se ha dirigido al presidente, con un reclamo por haber prometido algo inalcanzable en la actual temporada decembrina, marcada por el asueto.
En el fondo del discurso presidencial, expresado el último día de octubre pasado, yace la esencia de un objetivo propagandístico, muy socorrido por los políticos inclinados hacia el populismo: mantener altas las expectativas de la población. Es un estado emocional, exaltado por quienes nos gobiernan, donde la esperanza es el principal ingrediente, amén de que los mismos gobernantes jamás admitirán sus errores y su incapacidad para resolver determinadas problemáticas. Incurren así en actos demagógicos y enaltecen a la mentira por encima de la realidad social.
Aquí deseo reflexionar en torno a la esperanza. Una apretada definición sobre ella es la siguiente:
“Actitud o estado de ánimo realista, pero optimista; la creencia de que un cambio positivo es posible y la voluntad de establecer y trabajar para conseguir objetivos”.
Encontramos múltiples interpretaciones, como cientos de religiones e ideologías existen alrededor del mundo. Pero hoy deseo ocuparme de la “esperanza política”, consistente en la creencia de los ciudadanos de que la política, los partidos y la clase burocrática de un país servirán para lograr la felicidad.
La esperanza pertenece a la estructura del proceder humano, cuando actuamos de manera consciente y voluntaria para alcanzar un fin, la cristalización de un proyecto. Dentro del desarrollo personal, se dice que “necesitamos confiar en que nuestra acción puede alcanzar sus objetivos, de lo contrario no nos movemos”. Hay múltiples estudios sobre la pérdida de esa confianza, si la situación o la presión social generan incertidumbre y la incapacidad de controlar la realidad. De ahí a la depresión hay una delgada línea.
Cuando se pierde la esperanza, desaparece o decae el ánimo de emprender un proyecto. La acción se paraliza. El mundo económico sufre.
El discurso del presidente, durante las conferencias mañaneras, ha tenido el objetivo de mantener alta la esperanza de los ciudadanos (electores) en la denominada Cuarta Transformación. Y si para ello es necesario mentir, bienvenido el falseamiento de la realidad nacional.
Al analizar la conferencia mañanera en el contexto de la número mil, en agosto de 2022, Luis Estrada, autor del libro “El Imperio de los Otros Datos”, indicó que el presidente había llegado, en cuatro años, a 100 mil expresiones carentes de veracidad o imposibles de probar. Eso, aquí y en China, se llama mentir. Empero, López Obrador no ha sido el único político mexicano mentiroso, pues la totalidad de sus antecesores mintieron al pueblo hasta más no poder, siempre pretendiendo mantener elevadas las expectativas sociales en sus proyectos de gobierno. Y el pueblo, sabio y bueno, tal como se expresa los días 12 de diciembre de cada año, no pierden su esperanza y fe, aunque a la postre sean defraudados por una pléyade de políticos y funcionarios enriquecidos gracias al erario.
Para AMLO ha sido vital mantener alta la esperanza de los ciudadanos hacia su modelo de gobierno, denominado también “humanismo mexicano”. El macuspano utiliza siempre un discurso emocional dirigido, no a la clase política de este país, tan identificada por descompuesta, sino a la clientela electoral conocida como “obradorismo”. No importa mentir y mentir. El fin justifica los medios.
A diario, López Obrador arremete contra sus adversarios culpándolos de las recurrentes problemáticas nacionales, pero siempre enfocando sus palabras a la clientela electoral de Morena y exacerbando la polarización del país. Es un experto moviendo las emociones de la inmensa mayoría de quienes integran su feligresía.