LA FRÁGIL DEMOCRACIA MEXICANA
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 19 de febrero de 2024
Nadie en su sano juicio puede negar la existencia de un peligroso proceso de balcanización en México, propiciado por el mismísimo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien ha dedicado miles de horas a dividir a los mexicanos mediante discursos de odio, separatistas.
Existen en Internet infinidad de definiciones sobre balcanización, término geopolítico utilizado originalmente para describir la fragmentación o división de una región o un estado en partes o estados más pequeños, que por lo general son mutuamente hostiles, sin cooperación entre ellos. El término nació a raíz de los conflictos en la Península Balcánica ocurridos durante el siglo XX. La primera balcanización se dio en la guerra de los Balcanes y el término aplicó a las guerras yugoslavas.
Por extensión, el término “balcanización” se ha usado para describir los procesos de división de ciertas culturas en identidades separadas, tales como los ocurridos a finales del siglo XX, muchos con orígenes en movimientos nacionalistas y populistas. Esto último es lo que lamentablemente está sucediendo en México, teniendo como principal divisor al presidente.
El clima de polarización fue confirmado este domingo con dos hechos concretos. Uno de ellos fue la concentración de opositores a la denominada Cuarta Transformación, en el Zócalo de la Ciudad de México. Se trató presuntamente de una movilización social defensora de la democracia, pero en realidad fue una manifestación de rechazo a cualquier iniciativa emanada del partido Morena que, vale la pena subrayarlo, pretende reformar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para regresar al antiguo presidencialismo priista, sin contrapesos al Poder Ejecutivo federal. Como era de esperarse, la protesta fue menospreciada por el AMLO, quien llamó falsarios a sus organizadores. “Es la democracia de ellos, la de los oligarcas, la de los ricos, la democracia de los corruptos y nosotros lo que queremos es que haya la democracia del pueblo, no queremos poder sin pueblo”, indicó. Y Claudia Sheinbaum replicó: “Aquí en este recinto, señalar la falsedad e hipocresía de aquellos que hablan o marchan por la democracia, cuando en su momento, promovieron fraudes electorales o nunca vieron la compra de votos, o se les olvidó respetar a los pueblos indígenas, promoviendo la discriminación y el clasismo”.
Otro hecho, durante este domingo, fue el registro de Claudia Sheinbaum Pardo como candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, en la sede del Instituto Nacional Electoral (INE), organismo que se vio invadido por los principales actores de la Cuarta Transformación, movilizados desde Palacio Nacional. Se trató, pues, de un acto de estado, a la vieja usanza del Partido Revolucionario Institucional. Fue un evento de respaldo absoluto al presidente de la República y de cargada en favor de Claudia Sheinbaum Pardo, a quien se busca proyectar, a través de los grandes medios de comunicación, como alguien que ya ganó el actual proceso electoral, cuya parte más álgida serán los comicios del domingo 2 de junio.
En la balcanización o polarización social aludida líneas atrás, López Obrador ha mostrado la intención de concentrar un poder inadmisible, autoritario y de peligro para la democracia. Un día sí y otro también ha desdeñado y descalificado a quienes no piensan como él, haciéndolo frente a su feligresía en calidad de víctima. Así las cosas, gentiles lectores, debemos hacer la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos identificar a un gobernante autoritario? Porque el problema no solo es de México, sino que se repite en otras partes del mundo.
Levitsky y Ziblatt, en su libro “Así mueren las democracias”, indican que: 1) Rechazan reglas democráticas; 2) niegan legitimidad a sus oponentes; 3) toleran la violencia; y 4) restringen libertades civiles, incluidos los medios de comunicación. Ambos cuestionan el debilitamiento de las democracias en cualquier parte del orbe y el advenimiento de caudillos mesiánicos, muy carismáticos, promotores del populismo.
Una característica de los gobernantes autoritarios es su discurso dirigido al estado emocional de los ciudadanos. López Obrador, con suma frecuencia, se ha proyectado como víctima de grupos o élites que han tenido “secuestrada a la democracia”. Ha prometido, vez tras vez, sepultar a esas élites y reintegrar el poder “al pueblo”. Pero, que nadie se diga engañado. Cuando los líderes populistas ganaron las elecciones, asaltaron las instituciones democráticas, debilitándolas y finalmente extinguiéndolas.