LA FRAGILIDAD HUMANA ANTE LA NATURALEZA
LA CRÓNICA DE MORELOS. Viernes 13 de junio de 2025.
E D I T O R I A L
Las intensas lluvias que azotaron Morelos en las últimas 48 horas, con especial impacto en Cuernavaca, han dejado un rastro de devastación que nos recuerda la vulnerabilidad humana frente a la fuerza implacable de la naturaleza.
Calles inundadas, árboles caídos, bardas colapsadas y comercios afectados son solo una muestra de los estragos reportados por la Coordinación Estatal de Protección Civil. Estos eventos, cada vez más frecuentes e impredecibles, nos obligan a reflexionar sobre nuestra relación con el entorno y la fragilidad de nuestras construcciones, tanto físicas como sociales, ante fenómenos que escapan a nuestro control. La naturaleza, en su majestuosidad, no distingue entre clases sociales ni fronteras, exponiendo la igualdad de nuestra condición humana frente a su poder.
La tragedia en Cuernavaca no es un hecho aislado, sino parte de un patrón que se repite en Morelos y otras regiones de México. Las lluvias han causado encharcamientos severos en avenidas clave como Universidad y Plan de Ayala, y en municipios como Jiutepec se han registrado pérdidas humanas, como el colapso de una vivienda que cobró la vida de tres menores. Estos eventos subrayan la precariedad de nuestras infraestructuras urbanas, muchas veces construidas sin considerar los riesgos naturales o el cambio climático, que intensifica la frecuencia y severidad de las precipitaciones. La obstrucción de coladeras por basura, como ocurrió en la calle Arteaga, agrava las consecuencias, evidenciando cómo nuestras propias acciones pueden amplificar el impacto de la naturaleza.
Sin embargo, en medio de la adversidad, la resiliencia humana también se hace visible. La rápida respuesta de Protección Civil, la solidaridad de las comunidades y las labores de limpieza en zonas afectadas muestran nuestra capacidad para adaptarnos y reconstruir. Pero esta resiliencia no debe ser una excusa para la inacción. Es imperativo que las autoridades inviertan en infraestructura resiliente, como sistemas de drenaje adecuados y reforzamiento de zonas vulnerables, mientras que la sociedad debe adoptar prácticas sostenibles, como la correcta disposición de residuos. La naturaleza no es nuestro enemigo, sino un recordatorio de que debemos coexistir con ella, respetando sus límites y preparándonos para sus embates.
La lección de estas lluvias en Morelos es clara: nuestra fragilidad frente a la naturaleza no es una sentencia de derrota, sino un llamado a la acción. Debemos aprender de cada desastre, fortaleciendo nuestras comunidades y adaptándonos a un mundo donde los fenómenos climáticos serán cada vez más intensos.
Cuernavaca y Morelos, como tantas otras regiones, nos muestran que la humildad ante la naturaleza es el primer paso para construir un futuro más seguro. Ignorar esta realidad sería no solo un error, sino una traición a nuestra propia humanidad.