LA GRAVE CRISIS HÍDRICA EN MORELOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 22 de marzo de 2025
En casi 52 años pateando las calles de Morelos como periodista, nunca había visto una crisis hídrica tan grave como la que nos está reventando en la cara. Javier Bolaños Aguilar, titular de la Comisión Estatal del Agua (Ceagua), soltó la alarma esta semana, y no es para menos: de 180 plantas de tratamiento de aguas residuales, 60 son puro cascarón, inservibles. Asimismo, los cuatro acuíferos del estado, esos que nos sacaban de apuros, están “estresados”, un eufemismo para decir que los exprimimos hasta la última gota y los dejamos en coma. El de Cuautla, en veda, ya es un cadáver hidráulico.
Y mientras tanto, en Cuernavaca, el SAPAC brilla por su ausencia: no hay agua en las colonias, las pipas cobran hasta mil 500 pesos como si fueran oro líquido y ni así alcanzan a surtir. ¿Qué sigue? ¿Que nos cobren por el sudor?
Bolaños Aguilar no se anda con rodeos: los ríos y lagos están tan contaminados que dan pena, y si no saneamos pronto, nos caerán multas de la Conagua que ningún municipio va a querer pagar. ¿Y quién es el culpable? Todos señalan a todos. Los municipios cobran por un saneamiento que no existe —¡vaya, qué sorpresa!—, el estado dice que acompaña proyectos, y la Federación, como siempre, anda en las nubes. Tetecala, Tlalnepantla y Mazatepec ni siquiera tienen una miserable planta de tratamiento, aunque ahora juran que invertirán. A ver si no es otro cuento para la foto.
En Cuernavaca, la capital, el agua es un lujo que ni con billetes se consigue. Las pipas, saturadas, te dejan en visto como mal pretendiente. Jamás, en más de medio siglo de carrera, había constatado un abandono tan cínico. El río Apatlaco, que debería ser una arteria viva, es un basurero líquido, y la planta de Acapantzingo, que podría salvarlo, sigue en promesas luego de décadas de simulación. Bolaños habla de “líneas moradas” como en otros estados, de reutilizar agua tratada para riego y generar ingresos. Suena bien, pero aquí llevamos años oyendo soluciones de papel mientras el agua se nos escurre entre los dedos.
La advertencia está clara: o actuamos ya, o Morelos se convertirá en un desierto con multas. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Los municipios se hacen los desentendidos, en Cuernavaca el SAPAC es un fantasma y los ciudadanos pagamos el pato. Si esto no es una cachetada para despertar a las autoridades, no sé qué lo será. Porque, señores, el agua no espera discursos: se acaba, se pudre y nos deja secos. Y entonces sí, ni con todo el dinero del mundo vamos a llenar las cubetas.
Y no es casualidad que esta bomba de alerta nos la haya soltado Bolaños Aguilar justo antes del Día Mundial del Agua, que se conmemora este 22 de marzo. Mientras el mundo pone reflectores en un recurso que se nos escapa, aquí en Morelos el funcionario aprovechó la víspera para recordarnos que no hay nada que celebrar: nuestras plantas de tratamiento son un cementerio, nuestros acuíferos un grito de auxilio y el SAPAC una burla. En el resto de municipios la problemática no es diferente. Si este día sirve para algo, que sea para mirarnos al espejo y admitir que estamos hundidos en una crisis que no espera discursos de ocasión.
El Día Mundial del Agua se instauró el 22 de marzo de 1993, tras una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1992 (Resolución A/RES/47/193). La idea surgió durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro (Cumbre de la Tierra) ese mismo año, donde se reconoció la necesidad de concienciar sobre la importancia del agua dulce y su gestión sostenible. Desde entonces, cada 22 de marzo se busca visibilizar los problemas relacionados con este recurso esencial, promover soluciones y recordar que millones en el mundo aún carecen de acceso a agua potable. En 2025, como en años anteriores, el tema suele girar en torno a la acción climática y la protección de los recursos hídricos, algo que resuena con la crisis descrita, con gran valor civil, por Javier Bolaños.