LA GUARDIA NACIONAL Y EL DESAFÍO DE LA SEGURIDAD: ¿REFUERZO O RELEVO?
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 11 de abril de 2025
La seguridad pública en México sigue siendo un rompecabezas incompleto. Hace seis años, en octubre de 2019, la entonces secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, ponía el dedo en la llaga al exigir en el Senado un fortalecimiento urgente de las policías municipales y estatales. “De lo contrario, no habrá Guardia Nacional que alcance”, advertía. En la misma línea, Alfonso Durazo, titular de Seguridad Pública federal en aquel momento, subrayaba que la Guardia Nacional no era un sustituto, sino un complemento para las autoridades locales, a quienes instaba a no “echarle la bolita”.
Hoy, en 2025, el eco de esas palabras resuena en Morelos, donde el general Francisco Javier Hernández Almanza asumió este viernes 11 de abril como nuevo coordinador estatal de la Guardia Nacional. La ceremonia, encabezada por la gobernadora Margarita González Saravia, fue un recordatorio de las expectativas depositadas en esta institución, pero también de las deudas pendientes. Porque, seamos francos, la Guardia Nacional no ha cumplido del todo con las esperanzas que despertó en su creación.
En el sexenio pasado, bajo el gobierno de Cuauhtémoc Blanco en Morelos, las críticas a la GN eran recurrentes. Tras reuniones en la 24a. Zona Militar, no era raro escuchar al entonces gobernador expresar su frustración por la falta de resultados tangibles en el combate al crimen organizado. Y no era solo una percepción suya. En las calles, la dinámica es clara: los primeros en responder a la violencia son los policías municipales, luego llegan los estatales y, casi siempre tarde, la Guardia Nacional. Su papel, en muchos casos, se reduce a resguardar perímetros o sustituir a agentes de tránsito mientras los peritos trabajan. ¿Es este el refuerzo que se prometió?
El problema no es solo de Morelos, sino estructural. La GN fue concebida como un cuerpo de élite para respaldar a las autoridades locales, no para reemplazarlas. Sin embargo, la debilidad crónica de muchas policías municipales —mal capacitadas, mal pagadas y, en ocasiones, infiltradas— ha generado una dependencia insostenible en la Guardia. Y cuando esta llega tarde o con funciones limitadas, la percepción de inseguridad se agrava.
La llegada del general Hernández Almanza es una oportunidad para replantear el rumbo. Su experiencia y liderazgo podrían traducirse en una coordinación más efectiva con las policías locales, en estrategias que prioricen la prevención y en una presencia más proactiva frente al crimen organizado. Pero para que esto ocurra, las policías municipales y la estatal deben ser fortalecidas. Esto no es opcional: es una obligación. Sin cuerpos locales sólidos, la GN seguirá siendo un parche, no una solución.
El desafío es enorme, pero no imposible. La seguridad no se construye solo con uniformes o patrullas, sino con confianza, coordinación y voluntad política. Ojalá que esta nueva etapa en Morelos marque un punto de inflexión. Porque, como decía Sánchez Cordero, si no fortalecemos lo local, no habrá Guardia Nacional que alcance.