LA HISTORIA SE REPITE: CONTAMINACIÓN EN LAS PLAYAS DE MÉXICO, UN PROBLEMA SIN FIN
Por Guillermo Cinta Flores
En la década de 1990, las cálidas aguas de Bahía de Banderas, donde está situado el bellísimo Puerto Vallarta, escondían un secreto sucio: gérmenes patógenos y heces fecales que ponían en riesgo la salud de los turistas. Como reportero de Vallarta Opina, fui testigo de cómo las corrientes oceanográficas devolvían los desechos de un tubo de drenaje, supuestamente alejado 15 kilómetros de la playa de Mismaloya, directo a las costas donde familias y visitantes disfrutaban sin sospechar el peligro. Las autoridades, en lugar de actuar, intentaron silenciar a los periodistas que denunciábamos esta crisis ambiental.
Hoy, en julio de 2025, la historia parece repetirse con un guion calcado, no solo en Puerto Vallarta, sino también en Acapulco, donde la contaminación en las playas sigue siendo una asignatura pendiente.
La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ha encendido las alarmas al declarar no aptas para uso recreativo tres playas en Puerto Vallarta: Mismaloya, Camarones y Playa del Cuale. Los análisis realizados entre el 26 de junio y el 8 de julio de 2025 revelaron niveles alarmantes de enterococos fecales, con Playa del Cuale alcanzando 822 NMP/100 mL, Mismaloya 497 y Camarones 211, todos por encima del límite de 200 establecido por la Organización Mundial de la Salud. Las causas no son nuevas: descargas de aguas residuales, drenajes pluviales, falta de alcantarillado y el impacto de la actividad turística sin regulación adecuada. A pesar de las advertencias, turistas y locales siguen bañándose en estas aguas, ignorando banderas rojas y moradas que señalan peligro.
En Acapulco, el panorama es igualmente desolador. Cofepris identificó cuatro playas no aptas: Caletilla, Hornos, Carabalí y Papagayo, todas con niveles elevados de contaminación fecal. Este problema no es reciente; ya en los años setenta, los medios denunciaban la polución en estas mismas costas, y hoy, medio siglo después, el diagnóstico no ha cambiado. La respuesta de la alcaldesa de Acapulco, Abelina López, ha sido minimizar los reportes, argumentando que los muestreos se realizaron antes de la temporada de lluvias, como si las precipitaciones justificaran la presencia de bacterias fecales en el agua. Esta postura, que huele a simulación, no solo evade la responsabilidad, sino que pone en riesgo la salud de los bañistas y la reputación de un destino turístico icónico.
La contaminación en las playas mexicanas no es un problema aislado, sino el reflejo de décadas de negligencia en infraestructura sanitaria y gestión ambiental. En Puerto Vallarta, el sector empresarial, como en antaño, expresa preocupación por las posibles pérdidas económicas, pero también señala la corresponsabilidad ciudadana. Sin embargo, culpar únicamente a los ciudadanos o a los turistas es insuficiente cuando los gobiernos no han invertido en sistemas de saneamiento eficientes ni en campañas efectivas de educación ambiental. La aplicación Playas MX, lanzada por Cofepris y Semarnat, es un paso positivo para informar a la población sobre la calidad del agua, pero no sustituye la necesidad de acciones concretas para limpiar las costas.
La ironía es que, mientras destinos como Bahía de Banderas reportan playas limpias como Nuevo Vallarta y Sayulita (esta última recuperada tras años de contaminación), otras zonas emblemáticas siguen atrapadas en un ciclo de deterioro. La mejora de Playa Oasis en Puerto Vallarta, que pasó de no apta en diciembre de 2024 a segura en 2025, demuestra que el saneamiento es posible con voluntad y coordinación. Sin embargo, la falta de compromiso sostenido y la repetición de excusas oficiales recuerdan los intentos de las autoridades en los noventa por acallar las denuncias periodísticas en lugar de resolver el problema.
Es hora de romper este círculo vicioso. México, con sus más de 11 mil kilómetros de litoral, no puede permitirse que sus playas, motor del turismo, se conviertan en un riesgo sanitario. Las autoridades deben ir más allá de comunicados y aplicaciones móviles, invirtiendo en infraestructura, regulando descargas y fomentando una cultura de cuidado ambiental. Los ciudadanos y empresarios también tienen un rol, pero sin un liderazgo claro, las playas de Puerto Vallarta y Acapulco seguirán contando la misma historia de contaminación que, como periodista, denuncié hace más de tres décadas. La pregunta es: ¿hasta cuándo repetiremos este guion?