LA INTERMINABLE LUCHA DE LAS NORMALISTAS DE AMILCINGO
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 12 de mayo de 2025
La Escuela Normal Rural “General Emiliano Zapata” de Amilcingo, Morelos, fundada en 1974, es un símbolo de resistencia y formación docente para mujeres de comunidades campesinas e indígenas. Sin embargo, su historia está marcada por una conflictividad recurrente, reflejo de las tensiones entre las estudiantes, las autoridades educativas y el contexto sociopolítico.
Las normalistas, conocidas como “amilcingas”, han protagonizado protestas que van desde bloqueos de autopistas hasta manifestaciones en Cuernavaca, exigiendo mejoras en infraestructura, recursos para el internado, plazas automáticas para egresadas y, recientemente (este fin de semana), la destitución de directivos. Estas acciones, como el bloqueo de la autopista Siglo XXI y la quema de colchones en Plaza de Armas, evidencian una lucha por condiciones dignas en un sistema que a menudo las margina.
La conflictividad en Amilcingo no surge de manera aislada, sino que responde a un contexto de precariedad estructural y estigmatización. Las normales rurales, creadas como parte del proyecto revolucionario para educar a hijos de campesinos, enfrentan recortes presupuestales y una percepción gubernamental que las asocia con focos de disidencia. En 2020, un grupo armado irrumpió en el plantel, robando pertenencias y amenazando a las estudiantes, lo que la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) denunció como un acto de intimidación. Además, en 2022, denuncias de padres de familia señalaron presuntos abusos por parte del Comité Estudiantil durante cursos de inducción, generando una caída en la matrícula para el ciclo 2023-2024. Estos eventos refuerzan la narrativa de hostigamiento y abandono institucional hacia la escuela.
Pese a las adversidades, las normalistas de Amilcingo mantienen viva su tradición de lucha, inspiradas en figuras como Vinh Flores Laureano, asesinado en 1976 por su activismo en la fundación de la escuela. Su organización, a través de la FECSM, defiende los cinco ejes del normalismo rural: educación gratuita, internado, comedor, plazas automáticas y participación estudiantil. Sin embargo, sus métodos, que incluyen actos de vandalismo y bloqueos, han generado rechazo entre sectores de la población, quienes las tildan de “conflictivas”. Esta percepción ignora las condiciones de pobreza extrema de las estudiantes, muchas provenientes de comunidades indígenas de Guerrero y Puebla, para quienes la normal representa la única vía de movilidad social. La promesa de la 4T de fortalecer las normales rurales no se ha materializado, perpetuando el ciclo de protestas.
La Normal de Amilcingo es un microcosmos de las contradicciones del sistema educativo mexicano: un proyecto emancipador atrapado en la burocracia, la represión y el olvido. Resolver su conflictividad requiere más que medidas punitivas o diálogos superficiales; exige inversión sostenida, respeto a su modelo educativo y un reconocimiento de las estudiantes como agentes de cambio, no como amenaza. Mientras las autoridades sigan evadiendo estas demandas, las “amilcingas” continuarán alzando la voz, fieles al legado de Zapata: “Tierra y libertad”. La pregunta es si el Estado optará por escucharlas o por mantenerlas en el cerco de la marginación.