LA JUSTICIA TARDÍA: DE LA MARCHA POR CHAO BARONA A LA CAÍDA DE ALEJANDRO VERA JIMÉNEZ

CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 8 de noviembre de 2025
El domingo 4 de mayo de 2014, la tranquilidad de la colonia Tlaltenango en Cuernavaca se quebró de manera brutal. Tres delincuentes irrumpieron en la casa del doctor Alejandro Chao Barona, catedrático, científico e investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), y su esposa, Sara Rebolledo Rojas. La pareja fue salvajemente asesinada a pedradas en su propio hogar, ubicado en la calle Tabachín, a escasas cuadras de la entonces Fiscalía General de Morelos.
Los cuerpos fueron descubiertos la mañana del lunes 5 de mayo, desatando una ola de indignación en la comunidad académica. La respuesta inicial del gobierno estatal, encabezado por Graco Ramírez, fue rápida: ese mismo lunes, tres sospechosos fueron detenidos como responsables del doble homicidio. Uno de ellos había entrado con una llave duplicada, lo que levantó sospechas sobre la seguridad en la zona.
Sin embargo, la captura no calmó los ánimos. La UAEM, bajo el liderazgo del rector Alejandro Vera Jiménez, convocó a una marcha masiva para repudiar no solo el crimen, sino la ola de violencia que afectaba a Morelos. El miércoles 7 de mayo, miles de estudiantes, maestros y académicos –estimados en más de 16 mil personas– recorrieron las calles de Cuernavaca en silencio, partiendo de la explanada de la universidad hasta el zócalo, exigiendo justicia y un alto a la inseguridad.
Vera Jiménez encabezó la movilización, declarando: “Esta marcha no la encabeza el rector de la UAEM, la encabeza Chao, Sarita [Sara Rebolledo], Jessica, Viridiana”, en referencia a las víctimas y sus hijas.
Horas antes de la marcha, el 7 de mayo a las 8 de la mañana, se vivió un episodio que marcaría el inicio de una fractura irreparable entre el gobierno de Graco Ramírez y el controversial rector de la UAEM. En el restaurante El Faisán, sobre la avenida Emiliano Zapata, el secretario de Gobierno, Jorge Messeguer Guillén –enviado del gobernador–, se reunió con Vera Jiménez para pedirle que “desactivara” la manifestación. Argumentó que, con los culpables ya presos, la protesta carecía de sentido y podría escalar tensiones. Vera se negó rotundamente, defendiendo el derecho a la protesta pacífica.
Testigos del encuentro –meseros, recepcionistas y comensales– relataron cómo Messeguer había exigido incluso que la UAEM cancelara un foro planeado sobre seguridad estatal. El rector, acompañado por el poeta Javier Sicilia, se levantó de la mesa y abandonó el lugar. Aquel desayuno selló el rompimiento entre Graco Ramírez y Alejandro Vera, dos figuras que hasta entonces habían cohabitado en un delicado equilibrio político.
La tensión no se disipó. Dos años después, en mayo de 2016, el conflicto escaló al plano nacional con el escándalo de las fosas de Tetelcingo. Vera Jiménez y Javier Sicilia lideraron excavaciones en un panteón municipal que revelaron más de 150 cuerpos en fosas comunes, atribuidos inicialmente a ejecuciones extrajudiciales durante el sexenio de Ramírez. Del 23 de mayo al 3 de junio, peritos de la UAEM exhumaron restos, generando acusaciones de miles de desapariciones forzadas orquestadas por el gobierno estatal. Sicilia y Vera organizaron caravanas y marchas que llegaron hasta la Ciudad de México, exigiendo la renuncia de Ramírez y atrayendo atención internacional. El gobernador defendió que se trataba de una fosa común legal para indigentes, similar a las existentes en panteones municipales de todo el país, y no de fosas clandestinas. La Fiscalía de Morelos incluso denunció penalmente a Sicilia y colaboradores de Vera por obstrucción, elevando la guerra de narrativas.
El daño a la imagen de Graco fue severo, pero logró capear el temporal con apoyos federales y una contraofensiva mediática. Vera y Sicilia, por entonces en la cresta de la ola activista, parecieron intocables. Hasta que, en noviembre de 2017, estalló “La Estafa Maestra”: un esquema de desvío de recursos públicos por más de 7 mil millones de pesos a través de universidades y dependencias federales.
La UAEM, bajo la rectoría de Vera (2013-2017), fue señalada por recibir fondos de Sedesol para “servicios” inexistentes, como evaluaciones sociales fantasma, sin capacidad técnica real para ejecutarlos. Investigaciones de Animal Político y Mexicanos Contra la Corrupción revelaron que Vera mintió ante auditorías, firmando convenios que lavaban dinero para campañas y enriquecimiento ilícito. El escándalo hundió la reputación del exrector, aunque las pesquisas se estancaron por años.
Once años después del asesinato que lo catapultó al centro de la escena, la rueda de la justicia gira de nuevo. Durante la mañana de este viernes 7 de noviembre de 2025, agentes de la Fiscalía General de la República (FGR) detuvieron a Alejandro Vera Jiménez en Cuautla, Morelos, por presunto peculado agravado de 450 millones de pesos ligados a “La Estafa Maestra”. La aprehensión, registrada a las 11:17 horas, se basa en que la UAEM simuló contratos con empresas fantasma para desviar fondos federales entre 2014 y 2015. Un juez federal lo vinculó a proceso, con dos meses para investigación complementaria.
Horas más tarde, desde su cuenta en X (@gracoramirez), el exgobernador Graco Ramírez tuiteó: “Cuando estuve como responsable del Gobierno de Morelos. Algunos actores políticos montaron una narrativa y campaña de que no se entregaba el presupuesto a la @UaemMorelos. Dijimos que el Rector había malversado el presupuesto y era parte de la estafa maestra. Hoy se empezará hacer justicia #Morelos”. El mensaje, con miles de vistas en las primeras horas, evoca esa “venganza” largamente esperada, cerrando un ciclo de rencores que comenzó en un restaurante de la avenida Emiliano Zapata y pasó por fosas controvertidas.
¿Es esto justicia para Morelos, o solo el ajuste de cuentas de una élite política? El asesinato de Chao Barona sigue impune en su raíz –la violencia estructural–, mientras Vera enfrenta las cadenas que él mismo ayudó a forjar. La UAEM, testigo silencioso de todo, guarda lecciones amargas: el poder corrompe, y la memoria, aunque tardía, no olvida.
