LA MADRE DE TODAS LAS ELECCIONES
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 24 de julio de 2023
En múltiples columnas he escrito que el domingo 2 de junio de 2024 se realizará LA MADRE DE TODAS LAS ELECCIONES. Será una de las más grandes e importantes de nuestro país debido a la infinidad de cargos a disputarse. Y como abundan los presupuestívoros (hombres y mujeres acostumbrados a vivir pegados al presupuesto público) a lo largo y ancho de la hermosa República Mexicana, seremos entonces testigos del registro de miles de candidatos, de chile, dulce y manteca.
A continuación va la lista de los cargos de elección popular a pelearse durante LA MADRE DE TODAS LAS ELECCIONES: 128 escaños en el Senado de la República; 500 Curules en la Cámara de Diputados; la Jefatura de Gobierno en la Ciudad de México; 31 de las 32 entidades renovarán su congreso local (esto ocurrirá en Morelos); se renovarán las 16 alcaldías de la Ciudad de México; se elegirá a 24 juntas municipales; se elegirá a presidentes municipales, síndicos y una gigantesca ola de regidores en mil 580 ayuntamientos (36 de ellos en Morelos); ocho gubernaturas, es decir Morelos, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.
En este complicado contexto electoral haré una pregunta: ¿Cómo votan los electores mexicanos? Va una somera explicación, a reserva de profundizar sobre el tema en artículos posteriores.
El mexicano elige al candidato presidencial de un determinado partido, pero a legisladores de otro. Una de las razones que se aducen para justificar tal comportamiento es que la sociedad no está dispuesta a que el poder se concentre. Sin embargo, hay otra: el electorado desconoce la oferta y el significado de las elecciones concurrentes, como la del próximo 2 de junio de 2024.
De hecho, de acuerdo con las más recientes encuestas, menos de 40 por ciento está enterado que ese día tendrá que llenar, en algunos casos, cerca de siete boletas para elegir además del presidente, diputados federales y locales, senadores, presidentes municipales y gobernadores.
Cuando los electores “diversifican” su elección lo hacen para propiciar equilibrio de fuerzas entre el Ejecutivo y el Legislativo. Empero, esta estrategia también genera parálisis en la gestión pública, pues, como hemos visto en las tres últimas legislaturas, la fragmentación de fuerzas y su marcada politización no han permitido el entendimiento y acuerdos entre uno y otro poder.
Es necesario reconocer, asimismo, como señalan los analistas, que esta tendencia al desacuerdo y confrontación es más resultado de la politización de las propuestas que de la inviabilidad de los proyectos y programas discutidos.
Pero el votante presenta otro singular aspecto: lo hace por autoridades locales de distintas organizaciones de aquellas que eligió para presidente o legisladores federales. Es decir, tiene una preferencia a nivel nacional (presidente) pero en el ámbito local pesa más en su decisión el perfil de los candidatos (presidentes municipales, legisladores, gobernadores) que el de los partidos.
Esta sutil y variada diferenciación lleva a algunos a afirmar que se trata de un conocimiento muy sofisticado del sistema político por parte de los electores. Es decir, que el mexicano sabe de la necesidad del equilibrio de fuerzas, por lo que decide llevar a la presidencia al candidato de un partido “x” pero con un Congreso donde estén los del partido “z”. Para otros, sin embargo, esto obedece a que el votante no se siente identificado con fuerza política alguna e, incluso, desconfía de los partidos y de los candidatos que postulan.
Existen votantes con escasa información que se presentan a las urnas sin saber que también deben elegir a sus representantes en el Congreso y, en algunos casos, donde hay “elecciones concurrentes” a gobernador, presidentes municipales y diputados locales, como es el caso de Morelos.
Esto significa que simplemente votan con el método “melate” o, si están de vena romántica, con el corazón: conforme se lo dictan sus corazonadas, filias y fobias, sin meditar sobre el equilibrio de poderes ni las consecuencias para la gestión pública y desarrollo del país que acarrea tener fuerzas distintas en la presidencia y las cámaras de Senadores o Diputados que no favorecen el acuerdo ni el consenso.
La idea del voto útil se refiere a que los ciudadanos no debemos desperdiciar nuestro sufragio votando por un candidato que no tenga posibilidades de triunfo.
Este planteamiento es tan pragmático que convierte en oportunista a quien actúa en función de él. Con ese criterio no sería necesario un sistema de partidos, que representan un variopinto amasijo de concepciones políticas. Bastaría la de los dos que cuentan con mayor preferencia electoral. Esto es un planteamiento elitista y excluyente y, en consecuencia, antidemocrático. ¿Para qué sirven las ideas y los principios? Hay qué sufragar por el que gane. ¿Suena un poco cínico? Lo es.
La noción del voto diferenciado es complementaria de la anterior. Trata de aprovechar al máximo el voto útil; invita a votar no por un partido, ni por un proyecto político, sino por aquellos que pueden triunfar en el proceso. Es decir, votar por el candidato presidencial de un partido, por el candidato al Senado de otro partido y quizá por el candidato a diputado de otro más. La elección aquí aparece como una planilla de “melate” o como buscar las gangas en el mercado.
Estas propuestas, que para muchos pueden parecer atractivas, no son más que trampas utilizadas por aquellos que desean obtener el triunfo a toda costa, aunque los ciudadanos que emitan el voto a su favor no apoyen su proyecto de gobierno.
Si analizamos estas propuestas desde la perspectiva del votante -la de utilizar el voto útil y el voto diferenciado-, veremos que equivale a elegir no aquel que nos parece el mejor candidato -o que tiene el programa que más nos convence-, sino solamente el que puede obtener el triunfo, aunque vaya a gobernar en contra de nuestros intereses. Es decir, a la postre se convertirá en un voto inútil y desperdiciado.
Los ciudadanos no debemos perder nuestra dignidad, sino actuar de conformidad con nuestras convicciones, sin apelar al oportunismo.