LA MÁQUINA DEL OLVIDO: CUANDO EL PODER MEXICANO APRIETA EL BOTÓN DE “BORRAR”
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 7 de noviembre de 2025
En el ajetreo de noviembre de 2025, mientras México lidia con el eco de balazos en Uruapan y el aroma a pólvora de escándalos que no cesan, surge una pregunta inevitable: ¿por qué los grandes desastres políticos se evaporan como humo en el viento? No es casualidad, ni mera fatiga colectiva. Es una maquinaria bien aceitada, operada por quienes detentan el poder, que transforma el “¡indignación!” en un suspiro de “pasemos a otra cosa”.
Bajo el manto de la Cuarta Transformación, ahora en manos de Claudia Sheinbaum, esta dinámica no solo preserva tronos tambaleantes, sino que redefine la memoria nacional. Hoy, desmenuzamos cómo funciona esta “máquina del olvido”, desde los rincones oscuros de la psicología hasta las estrategias maestras del ajedrez político, con los casos frescos de Adán Augusto López, el terror de “La Barredora”, la podredumbre en algunos casos de Morena y el asesinato de Carlos Manzo como piezas clave en el rompecabezas.
Imaginemos el cerebro humano como un archivo polvoriento en una biblioteca sobrecargada: no todo cabe, y lo que duele, se archiva en el sótano. La psicología cognitiva lo explica con precisión quirúrgica. El “olvido dirigido”, un mecanismo estudiado desde los años 70, permite al cerebro suprimir información conflictiva para evitar la sobrecarga emocional. Cuando un escándalo choca contra nuestras lealtades —digamos, el amor inquebrantable por un líder o un partido—, entra en juego la disonancia cognitiva, esa teoría de Leon Festinger que describe el malestar de sostener dos verdades opuestas: “Mi gobierno es honesto, pero aquí hay corrupción a raudales”. Para resolverlo, el individuo (y la sociedad) opta por el olvido selectivo: borra lo incómodo y amplifica lo reconfortante.
Estudios recientes, como uno de 2023 sobre memoria política, muestran que las personas retienen un 40 por ciento menos de datos negativos sobre “su” bando si se les distrae con narrativas positivas. En México, donde la polarización es el pan de cada día, esta fatiga se agrava por el estrés crónico de la violencia y la inestabilidad económica. El límite de Miller —solo procesamos siete elementos a la vez— hace el resto: inunda al público con pensiones milagrosas o discursos de unidad, y el escándalo se disuelve como azúcar en café.
Pero el olvido no es solo una falla cerebral; es una herramienta política afilada como navaja. La teoría del agenda-setting, acuñada por McCombs y Shaw en 1972, revela cómo las elites no dictan qué pensar, sino en qué pensar. En regímenes como el mexicano, donde Morena navega sin mayorías absolutas, el gobierno usa la “diversión estratégica” para redirigir el foco: un operativo narco aquí, un aumento social allá, y voilà, el debate se desplaza. Es el arte de la inundación narrativa —bombardear con “avances” para saturar el ciclo noticioso— combinado con la descalificación de críticos como “golpistas”.
El tiempo, ese gran aliado, acelera el decaimiento exponencial de la atención pública: lo que hoy es tendencia, mañana es nota de pie de página. Y en un ecosistema mediático fragmentado, las coaliciones informales con salidas afines crean cámaras de eco que normalizan el silencio.
Bajo Sheinbaum, heredera de la era AMLO, esta táctica se ha perfeccionado: el “verano de escándalos” de 2025 se extiende al otoño, pero la respuesta es un mantra de “continuidad” que eclipsa las grietas.
Tomemos el caso del senador Adán Augusto López, el eterno intocable de Morena. Acusado de tejer una red de corrupción en Tabasco —nexos con el exsecretario de Seguridad Hernán Bermúdez, capturado en septiembre por lavado y lazos narco—, su sombra se alarga como una mancha de aceite. Finanzas turbias, favores políticos: todo apunta a un feudo personal que huele a impunidad. ¿La respuesta? Sheinbaum lo defiende como “leal”, mientras el PAN grita en el desierto y las investigaciones duermen la siesta. Aquí opera la disonancia en su máxima expresión: las bases morenistas, para no cuestionar su fe en la 4T, optan por el olvido motivado, redirigidas por un agenda-setting que prioriza “ataques opositores” sobre evidencias. Es psicología pura: el miedo a la crisis de identidad colectiva hace que el escándalo se desvanezca, sustituido por el brillo de programas sociales.
No menos espinoso es el fantasma de “La Barredora”, ese grupo criminal que se infiltró como veneno en las venas de Tabasco y Michoacán. Ligado a Morena —operó bajo el ala de Adán Augusto—, esta red ha sembrado terror con ejecuciones y extorsiones. En noviembre, cayeron seis policías cómplices; en septiembre, “El Viejón” en Jalisco; tres operadores clave más. Operativos selectivos de la Fiscalía de Tabasco suenan a victoria, pero ¿dónde está el golpe a las cúpulas? La distracción es maestra: “golpes al narco” genéricos que se pierden en el ruido de elecciones locales. Psicológicamente, el miedo paraliza —la cultura del terror reduce denuncias y fomenta olvido por supervivencia—. Políticamente, coaliciones informales protegen a los intocables, mientras la agenda se redirige a una “seguridad integral” que es más retórica que realidad. ¿Resultado? Un vacío sintomático donde la violencia se normaliza, y el público, exhausto, pasa página.
La corrupción en algunos miembros distinguidos de Morena es el elefante en la habitación que nadie menciona. En el primer año de Sheinbaum, 51 casos documentados: desde la ostentación de Marcelo Ebrard y Omar García Harfuch —evaluados como “buenos muchachos” pese a yates y relojes de oro— hasta el desvío en FONDEN y contratos irregulares de exalcaldes como el de Chíguil. Golpea donde duele: el apoyo electoral se resquebraja. La “limpieza interna” de mayo, con sus directrices éticas, es un espejismo —pocos casos aislados, dicen, cuando hay cien en la lista—.
La fatiga cognitiva hace su magia: el público, acostumbrado a la podredumbre endémica, normaliza lo anormal. El agenda-setting responde con un “anti-corrupción” de postureo, priorizando la narrativa de “pocos malos” sobre la justicia real. Es el olvido como anestesia colectiva.
Y luego, el balazo que retumba: el asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán, el 2 de noviembre, en plena plaza pública durante el Día de Muertos. Baleado por un menor de 17 años —adicto de Paracho, abatido in situ—, Manzo había advertido de amenazas. ¿Móvil? Disputas locales o tentáculos narco, quizás los de “La Barredora”. Sheinbaum condena con tibieza, enfocando en el “menor implicado” para despolitizar. La investigación “rápida” evita profundizar en nexos federales. El shock inicial da paso al olvido por sobrecarga: en un Michoacán donde la muerte es rutina, el cerebro se desconecta. Políticamente, se redirige a promesas de “paz” simbólica, sin escrutinio al poder central.
Todo esto culmina, por ahora, en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2026, aprobado el 6 de noviembre: 10.3 billones de pesos, un récord histórico que destina fortunas a preservar el régimen —aumentos a sociales y agricultura rural (641 mil millones en infra básica)—, pero recorta como tijera afilada: 2.5 por ciento al Estado de derecho (11 mil millones), 17 por ciento a Seguridad, Poder Judicial, INE y FGR (15.8 mil millones totales). Deuda creciente, sin oxígeno para MIPYMES. ¿La justificación? “Austeridad” para las bases, que olvidan los recortes por la gratificación inmediata de pensiones. Psicológicamente, es el anzuelo del placer corto plazo; políticamente, agenda-setting presupuestal que nutre clientelismos sobre infraestructuras reales.
Así, el “régimen” se blinda, diluyendo críticas en un mar de bienestar aparente. En este México de 2025, donde Morena cojea por corrupción y violencia —su talón de Aquiles, según encuestas en caída—, la máquina del olvido no es conspiración, sino sistema: vulnerabilidades humanas explotadas por elites asimétricas. Preserva el statu quo a corto plazo, pero siembra desconfianza a largo. ¿La cura? Diversificar voces, exigir rendición de cuentas y una alfabetización mediática que rompa el ciclo. Porque si no, el “pasemos a otra cosa” no será olvido, sino rendición. Y México, con su historia de resurrecciones, merece más que un archivo en el sótano.
