La palabra sicario proviene de Sicarii, plural latino de sicarius. La daga o espada corta, que en latín es sica, era usada por los asesinos porque podía ocultarse bien bajo los pliegues de la túnica. Era una figura conocida por el Derecho Romano, que reguló especialmente su condena penal, por la particular crueldad con que se conducían estos asesinos.
El perfil psicológico de un sicario se caracteriza por una compleja combinación de factores sociales, emocionales y mentales que lo diferencian de otros actores criminales.
Estos individuos, inmersos en un mundo de violencia y lealtades peligrosas, muestran una notable desensibilización hacia el sufrimiento ajeno y una falta de empatía que los convierte en herramientas eficientes para el crimen organizado.
Si bien cada caso puede variar, las características comunes incluyen un control emocional en situaciones de alto riesgo, una profunda lealtad a su grupo criminal, y una ausencia de culpa o remordimiento por sus acciones. Entender este perfil ofrece una mirada inquietante a los factores que moldean la vida de quienes eligen o son empujados a este camino, cuya corta esperanza de vida refleja la brutal realidad del mundo al que pertenecen.
Algunos estudios han identificado una serie de características comunes que suelen presentarse en aquellos que participan en actividades criminales.
Los sicarios a menudo muestran una notable indiferencia hacia la violencia y el sufrimiento de los demás. Esto puede deberse a un proceso de desensibilización, donde la exposición constante a la violencia y al sufrimiento ajeno genera un endurecimiento emocional.
La falta de empatía es común en los sicarios. La incapacidad para ponerse en el lugar de las víctimas o sentir remordimiento por las acciones violentas que cometen es una característica frecuente.
Aunque pueda parecer contradictorio, los sicarios suelen tener un alto nivel de control emocional en situaciones de estrés o violencia. Pueden actuar de manera fría y calculada, lo que les permite ejecutar sus tareas sin dejarse llevar por impulsos o emociones.
Muchos sicarios experimentan una sensación de poder y control al llevar a cabo sus acciones violentas. El hecho de tener la capacidad de decidir sobre la vida o la muerte les puede generar un falso sentido de superioridad y dominio sobre los demás.
La ausencia de culpa es común en este tipo de perfil. Muchos sicarios justifican sus acciones como parte de su trabajo o bajo una moral personal alterada que les permite racionalizar sus crímenes como algo necesario o útil.
Los sicarios suelen ser profundamente leales a los grupos criminales o carteles para los que trabajan. El cumplimiento de un código de honor, la pertenencia a una estructura jerárquica y la recompensa económica o de estatus social suelen ser factores que sustenta su vida.
El entorno en el que crece o se desarrolla suele ser un factor clave. Muchos provienen de contextos de pobreza extrema, con pocas oportunidades económicas y altos niveles de violencia, lo que facilita su ingreso al mundo del crimen organizado.
Aunque no todos los sicarios presentan un trastorno diagnosticable, muchos muestran rasgos característicos del trastorno antisocial de la personalidad. Esto incluye una violación sistemática de las normas sociales, una falta de remordimiento, una tendencia al engaño y una conducta impulsiva y agresiva.
Para algunos, ser un sicario ofrece una forma de ganar respeto y validación en su entorno. La violencia se convierte en un medio para obtener reconocimiento, estatus o recompensas económicas.
Es importante señalar que aunque estos factores son comunes en los perfiles psicológicos de sicarios, no todos los individuos que cometen crímenes violentos presentan las mismas características, y las motivaciones detrás de estos comportamientos pueden ser diversas.
¿Existe un cálculo sobre el tiempo o promedio de vida de un sicario?
Existen estimaciones y estudios que han intentado calcular el promedio de vida de un sicario, aunque los datos varían según el contexto y el país. En general, el promedio de vida de un sicario suele ser bastante corto debido a varios factores, como la violencia inherente a su actividad, las represalias de grupos rivales y la intervención de las fuerzas de seguridad.
En países con altos niveles de violencia relacionados con el crimen organizado, como México, se ha calculado que el promedio de vida de un sicario puede ser de cinco a siete años. En México se ha estimado en dos o tres años el promedio de vida de un sicario.
Algunas fuentes incluso indican que, dependiendo de la región y el nivel de actividad criminal, los sicarios jóvenes tienen un promedio de edad que oscila entre los 20 y 30 años. ¿Qué puede acortar repentinamente su existencia? Rivalidades internas y externas, ejecuciones por traición o fallas, y acciones militares o de fuerzas de seguridad.
Muchos sicarios comienzan su carrera a una edad temprana, a menudo siendo adolescentes. Al ser reclutados jóvenes, se exponen rápidamente a un ciclo de violencia que les deja pocas probabilidades de alcanzar la edad adulta.
La vida de un sicario está caracterizada por un estado constante de tensión y paranoia. Este desgaste emocional puede llevar a descuidos que también los hacen vulnerables, reduciendo aún más su esperanza de vida.
El tiempo promedio de vida de un sicario es corto debido a la constante exposición a la violencia y el riesgo que conlleva su actividad. Si bien es difícil establecer un número exacto, la mayoría de los estudios coinciden en que la carrera de un sicario no suele durar más de unos pocos años antes de que mueran.