LA MENTIRA: EN EL ADN DE LOS POLÍTICOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 22 de diciembre de 2023
En muchas, muchísimas ocasiones me he referido al cinismo nacional. Y no me queda ninguna duda: México es un país cuyos ciudadanos están acostumbrados a las reiteradas mentiras de su clase dirigente. Por eso no les interesa la política, pues la vinculan al común denominador de quienes emanan de los partidos o grupos de presión, caracterizados por el ansia de incrustarse en la administración pública federal, estatal y municipal a fin de disfrutar del poder y los negocios realizados bajo el amparo de un cargo donde consolidan enormes fortunas mediante hechos discrecionales.
La sociedad mexicana lleva muchos, muchísimos años escuchando las constantes mentiras de políticos y funcionarios públicos en torno a casos que han cimbrado a la opinión pública nacional. Desde Quintana Roo, pasando por el Estado de México y con varios estados de la frontera norte como destino final, son constantes las mentiras en boca de hombres y mujeres autonombrados como nuestros “representantes sociales”. Morelos no es ajeno a la problemática, por ejemplo con un Poder Legislativo inmerso en la farsa, la mediocridad y la defraudación a la sociedad local.
He escrito algunas columnas sobre la mentira, trayendo a colación la conceptualización de Hannah Arendt (1906-1975), filósofa de origen alemán, quien recordó ese “pequeño” defecto humano en su libro “Entre el pasado y el futuro”, capítulo “Verdad y política” (editorial Península, Barcelona, 1996). La brillante mujer reflexionó así, resumiendo el problema:
“La reescritura de la historia y la fabricación de imágenes sobrecogedoras son lo propio de todos los gobiernos. Me refiero a los estragos de la manipulación de masas”. Yo diría: los montajes escénicos frente a las condiciones de pobreza y agravios sociales.
El 28 de noviembre de 2008, en “El Universal”, se publicó una espléndida entrevista de la reportera Nohemí Gutiérrez a la socióloga y escritora Sara Sefchovich, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien dos días antes había presentado su libro titulado “País de mentiras”, en el cual analiza a la mentira, convertida en eje del discurso público de los políticos, funcionarios y gobernantes. “Prefieren engañarnos y mentirnos que reconocer sus errores y fracasos”, dijo. Cualquier parecido con situaciones actuales no es mera coincidencia, sino la lamentable realidad nacional.
Una vez repasado todo lo anterior podemos concluir que la política es, sin duda alguna, un lugar privilegiado de la mentira. Desde Aristóteles hasta Heidegger, san Agustín, Rousseau y Kant han pensado los recorridos de una concepción de la mentira, de la cual se infiere que la intención de mentir está en el origen de un engaño al otro o a uno mismo; que debe diferenciarse entre la mentira por error o de las incertidumbres más o menos deseadas que fecundan las ambigüedades del lenguaje. Kant rechaza el supuesto derecho de mentir “por humanidad” en nombre de principios meta-jurídicos.
Obviamente, no a todos engañan nuestros políticos. Hay personas inteligentes en el ámbito privado y en organizaciones de la sociedad civil, donde jamás se aceptará tal cinismo. Ahí hay una definición muy clara respecto a lo que sucede: Las élites políticas son consideradas las responsables, tanto de los fracasos, como de los aciertos. Es más: así se observan a sí mismas y así también las perciben los demás.