LA NARRATIVA QUE ESTIGMATIZA: CUANDO LAS VÍCTIMAS SON SOLO “CRIMINALES”
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 25 de junio de 2025
En un nuevo capítulo de la crónica de violencia que azota a México, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de Morelos, Miguel Urrutia Lozano, informó que el hombre asesinado el martes afuera de un kínder en la colonia Teopanzolco de Cuernavaca, conocido como “El Blue”, tenía antecedentes penales y presuntos vínculos con “La Familia Michoacana”.
Esta declaración, lejos de ser un hecho aislado, se suma a una larga lista de comunicados oficiales que, ante cada homicidio doloso, buscan etiquetar a las víctimas como parte del inframundo criminal. Pero, ¿qué mensaje se envía con esto? ¿Es esta narrativa una explicación o una cortina de humo?
Durante años, hemos escuchado declaraciones similares: la víctima “tenía antecedentes”, “estaba vinculada a un cártel”, “era un ajuste de cuentas”. Estas afirmaciones, que a menudo carecen de evidencia pública verificable, parecen diseñadas para transmitir una idea inquietante: los criminales solo se matan entre ellos, y los ciudadanos “de bien” no tienen nada que temer.
Sin embargo, esta narrativa no solo es simplista, sino profundamente engañosa. El homicidio de “El Blue” ocurrió a las puertas de un kínder, un espacio donde familias y niños deberían sentirse seguros. ¿Cómo puede alguien afirmar que la violencia es un problema exclusivo de los “malos” cuando sus ecos resuenan en los lugares más cotidianos?
De cualquier forma, los disparos por arma de fuego, lejos de ser un evento aislado, generan un clima de miedo, si no de terror, que se extiende más allá de las víctimas directas. Un ejemplo claro ocurrió al amanecer de este miércoles en Coatlán del Río, Morelos, donde un grupo armado disparó más de 60 veces, sembrando pánico entre los habitantes. Estos actos no solo afectan a los supuestos “involucrados”, sino que trastocan la vida de comunidades enteras, que viven bajo la constante amenaza de quedar atrapadas en el fuego cruzado.
Esta retórica, que recuerda el lavado de manos de Poncio Pilato, tiene varias implicaciones preocupantes. Primero, estigmatiza a las víctimas, reduciéndolas a su supuesta conexión con el crimen organizado. Al hacerlo, se deshumanizan y se les despoja de empatía social, como si su muerte fuera un mero trámite en una guerra ajena. Segundo, desvía la atención de la responsabilidad del Estado. En lugar de explicar cómo grupos como “La Familia Michoacana” siguen operando con impunidad en Morelos, las autoridades prefieren señalar los antecedentes de la víctima, como si eso cerrara el caso. Pero el problema persiste: ¿por qué la violencia sigue siendo tan omnipresente? ¿Qué se está haciendo para desmantelar las estructuras que la sostienen?
Es cierto que muchos homicidios en México están relacionados con disputas entre grupos delictivos. Sin embargo, la idea de que los civiles están exentos de riesgos es una falacia. Balaceras en espacios públicos, extorsiones, secuestros y daños colaterales no discriminan entre “involucrados” y “no involucrados”. La violencia no es un fenómeno aislado que se contiene entre criminales; es un cáncer que afecta a toda la sociedad, desde el kínder en Teopanzolco hasta los comercios y hogares que viven bajo la sombra del miedo.
La narrativa oficial, al centrarse en los antecedentes de las víctimas, evade preguntas fundamentales: ¿qué fallos en las estrategias de seguridad permiten que estos crímenes sigan ocurriendo? ¿Por qué la impunidad sigue siendo la norma? ¿Qué medidas concretas se están tomando para proteger a la ciudadanía y desarticular a los grupos delictivos? Etiquetar a las víctimas como criminales no resuelve el problema; solo lo maquilla.
Es hora de exigir un cambio en el discurso y en las acciones. La violencia en México no es un problema de “ellos contra ellos”, sino un desafío colectivo que requiere soluciones integrales: desde el fortalecimiento de las instituciones hasta la atención a las causas estructurales como la desigualdad y la corrupción. Mientras las autoridades sigan optando por narrativas simplistas, la sociedad seguirá atrapada en un ciclo de miedo e incertidumbre. Porque, al final, no se trata de quién era “El Blue”, sino de por qué nadie está a salvo.