LA POLÍTICA ¿UN APOSTOLADO?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 15 de noviembre de 2023
La política es todo, menos un apostolado.
Buscando en la internet una definición respecto al apostolado encontré el siguiente resumen, contenido en el Decreto Apostollicam actuositatem, del Concilio Vaticano II:
“La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. […] En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los apóstoles y a sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. También los laicos, hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo. En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres”.
Inferimos que esta es la definición y esencia del apostolado, noble actividad humana muy apartada de la política. El mismísimo Jesucristo, en una de sus más conocidas metáforas, separó las cosas de Dios y las de los hombres. En César ubicó a los gobernantes, emanados de la acción política.
La política, según los más grandes filósofos, desde Platón, pasando por Schopenhauer, hasta Habermas, es la actividad humana fundamentada en la búsqueda del dominio del hombre por el hombre; es la incesante y muchas veces inhumana lucha por el poder; y no conoce escrúpulos. No tiene nada de apostolado. Llega a ser cruel. Del apostolado han surgido algunos iluminados; de la política los más grandes tiranos de la historia universal. Hanna Arendt decía que sin mentira, no hay debate, y sin debate, no hay política.
Sin embargo, este martes el presidente López Obrador, al analizar la decisión de Marcelo Ebrard de permanecer en Morena (hágame usted el favor), aseveró que actuó de manera responsable, pues “por legítimo que sea el interés personal, siempre debe ponerse por delante el interés del pueblo, de la nación, eso es la política; es servicio, es un apostolado, no es una actividad lucrativa, es una actividad humana para apoyar al prójimo, si no se le tiene amor al pueblo no se es político”.
Chequen lo siguiente:
“Si se está pensando que la política es corrupción no es eso la política; el corrupto no es político, el racista no es político el clasista no es político, el que no le tiene amor al pueblo no es político, es un politiquero, oportunista, arribista, lambiscón, achichincle, cualquier cosa, menos político, la política es un noble oficio, es como el periodismo, nobles oficios. El periodismo y la política son tan nobles y limpios que ni los más corruptos o sucios periodistas o políticos han podido manchar estas actividades”.
Y abundó hablando sobre lo que es él, desde su propia creencia:
“No me conocen y además siempre actúan de mala fe, siempre cuestionan. Pero yo he procurado en toda mi vida pública ser consecuente, siempre hacer lo que digo, lo que pienso, no tengo un doble discurso, una doble moral, no soy hipócrita y estoy muy contento porque ya entregué la dirección del movimiento de transformación a Claudia Sheinbaum, que es una mujer excepcional, preparada”.
Definitivo: todo lo que dice AMLO respecto a él mismo, es la esencia de la política, nada que ver con un apostolado.
Un sabio gobernador de Morelos, don Lauro Ortega, solía decir: “Gobernamos a hombres, no a ángeles”. Entre todo lo manifestado por el macuspano, la traición predomina en la política aunque, en contados casos, hay quienes se esfuerzan por cumplir de manera responsable con su trabajo, sin sucumbir ante la corrupción (otra parte de la política), no porque sean apóstoles, sino por temor a ser descubiertos. Muchos se tornan simuladores, y la simulación es equiparable a la corrupción.