LA SOMBRA DE LA INSEGURIDAD EN CUERNAVACA: UN GRITO SILENCIOSO DE IMPUNIDAD
LA CRÓNICA DE MORELOS
Jueves 23 de octubre de 2025
En las calles empedradas y los barrios coloniales de Cuernavaca, la capital de Morelos que alguna vez se erigió como un oasis de paz en el corazón de México, hoy reina un temor palpable que ahoga la cotidianidad. Según los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, en septiembre de 2025, el 84.2% de la población adulta percibe su ciudad como un lugar inseguro, un repunte del 80.3% registrado en marzo del mismo año.
Esta cifra no es un mero número estadístico, sino el eco de miles de voces que claman por protección en un entorno donde la noche se convierte en territorio hostil, sin patrullajes visibles de las fuerzas de seguridad que prometen resguardo. La ausencia de vigilancia nocturna, las sombras de robos impunes y la sensación de abandono institucional han convertido el paraíso morelense en un laberinto de ansiedad colectiva.
La ENSU, instrumento clave del INEGI para medir la percepción de la seguridad pública, se fundamenta en una metodología rigurosa que garantiza representatividad nacional y urbana. Realizada trimestralmente en 97 ciudades con una muestra probabilística de hogares, la encuesta recopila opiniones directas de personas mayores de 18 años sobre temas como la inseguridad percibida, la victimización, la confianza en autoridades y las divisiones urbanas seguras.
Este enfoque, detallado en los documentos metodológicos del INEGI, no solo captura datos cuantitativos —como el 84.2% en Cuernavaca que se sitúa entre las peores del país—, sino que revela patrones cualitativos: el 68.2% de las mujeres reportan mayor temor que los hombres (56.7%), y la falta de patrullajes nocturnos emerge como un factor recurrente en las respuestas. Así, la ENSU no miente; expone la desconexión entre las promesas gubernamentales y la realidad vivida por los cuernavacenses.
La impunidad, ese veneno que corroe el tejido social, agrava esta crisis hasta límites insostenibles. En Cuernavaca, donde los delitos menores como hurtos y asaltos callejeros rara vez concluyen en justicia, la población se siente desprotegida por fuerzas de seguridad que parecen más espectrales que efectivas. No hay patrullajes nocturnos sistemáticos, ni presencia disuasoria en plazas y avenidas clave, lo que fomenta un ciclo vicioso: el crimen se multiplica ante la certeza de que nadie responderá.
Esta pasividad no es casual; refleja una erosión de la confianza en instituciones que, según la ENSU, solo el 20% de los encuestados considera confiables. En un estado donde Morelos figura entre los de mayor incidencia delictiva, la impunidad no solo libera a los culpables, sino que encadena a los inocentes en un eterno estado de alerta.
El punto de inflexión llegó con la llegada de Guillermo García Delgado, capitán retirado del Ejército Mexicano, quien asumió la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública de Cuernavaca el 26 de febrero de 2025, en una ceremonia ante el cabildo municipal. Desde entonces, los indicadores de delitos han repuntado alarmantemente: robos violentos aumentaron un 15% en los meses subsiguientes, según reportes locales, mientras la percepción de inseguridad escaló del 80.3% en marzo al 84.2% en septiembre. ¿Ineptitud de un militar que, pese a su formación en prevención del delito, no ha implementado estrategias visibles como operativos nocturnos o inteligencia comunitaria? ¿O una alianza tácita con células delictivas que operan en las periferias, permitiendo que el narco y el crimen organizado dicten el ritmo bajo la sombra de la uniformidad?
Las preguntas arden, y la ausencia de respuestas solo aviva las sospechas de colusión en un sistema donde el retiro no siempre implica lealtad inquebrantable a la ciudadanía. Frente a este abismo, Cuernavaca demanda un replanteamiento radical: no más discursos vacíos, sino acciones concretas que restauren la fe en el Estado.
Autoridades locales y federales deben invertir en patrullajes 24/7, capacitar a fuerzas de seguridad con enfoque en derechos humanos y combatir la impunidad mediante fiscalías autónomas. La ENSU nos obliga a mirar de frente esta realidad; ignorarla es condenar a generaciones enteras al exilio interno. Solo con transparencia y voluntad política, la Ciudad de las Flores podrá florecer de nuevo, libre de la tiniebla que hoy la asfixia. El reloj corre, y la paciencia de un pueblo aterrorizado se agota.