LA TRAICIÓN EN UNIFORME: CUANDO LOS GUARDIANES SE CONVIERTEN EN VERDUGOS
LA CRÓNICA DE MORELOS
Miércoles 10 de diciembre de 2025
E D I T O R I A L
En las polvorientas calles de Temoac, Morelos —un rincón olvidado del oriente estatal donde la pobreza se entreteje con el miedo—, la justicia ha golpeado con un eco que resuena más allá de las celdas. Este 10 de diciembre de 2025, Fernando Blumenkron Escobar, titular de la Fiscalía General del Estado de Morelos, anunció la detención de tres individuos en flagrancia: portaban armas de fuego no reglamentarias y dosis de droga con aroma a muerte. Pero el golpe no fue solo contra el narcomenudeo; dos de ellos vestían el uniforme de la policía municipal, esos supuestos escudos de la comunidad que, en realidad, resultaron ser puñales afilados en la espalda de sus propios vecinos.
Esta captura no es un incidente aislado, sino el último fotograma de un guion siniestro que se repite en las venas abiertas de México. Los detenidos, según el fiscal Blumenkron Escobar, podrían estar hilados con las sombras de “Los Aparicio” o “Los Huazulcos”, células delictivas que han tejido una red de terror en la zona oriente: secuestros exprés que dejan mesas vacías en hogares humildes, desapariciones que borran nombres de la memoria colectiva, extorsiones que asfixian a los pequeños comercios, homicidios que salpican las noticias locales como sangre en el asfalto, y el narcomenudeo que envenena a la juventud sin futuro. No son fantasmas lejanos; son los dueños de facto de territorios donde el Estado parece un invitado incómodo, no el anfitrión.
¿Qué significa esto, más allá del titular efímero? Es un espejo cruel que refleja la podredumbre sistémica de nuestras instituciones de seguridad. En Temoac, como en tantos municipios del país, la policía no protege: infiltra, colabora, se corrompe. Imaginen: un agente que por la mañana patrulla las calles y por la noche negocia con captores, o un oficial que guarda en su patrulla no solo su arma reglamentaria, sino cargamentos de muerte. Esta detención —un operativo limpio, con cateos y evidencia irrefutable— no es victoria; es confesión de fracaso. ¿Cuántos más operan en la impunidad, cobrando “derecho de piso” al crimen mientras el ciudadano paga con su libertad o su vida?
Morelos, con su historial de violencia endémica, sabe bien de esto: recordemos el reciente desmantelamiento de una célula de “Los Aparicio” en septiembre, donde cayeron once, incluyendo a la ex tesorera municipal Andrea Angelina “N” —”La Patrona”—, suegra del actual alcalde, un lazo familiar que huele a complicidad política.
En un país donde el crimen organizado ha permeado hasta los altos mandos —basta ver las detenciones de jefes policiales en el Estado de México por nexos con el CJNG o La Familia Michoacana—, esta noticia de Temoac grita una verdad incómoda: la corrupción no es anomalía, es arquitectura. Los bajos salarios, la falta de capacitación, la impunidad rampante y, sobre todo, la ausencia de un Estado fuerte que pague mejor y castigue más, convierten a los uniformados en presas fáciles para los carteles. ¿El resultado? Comunidades sitiadas, como las de Huazulco y Amilcingo, donde un operativo federal dura ocho horas pero el miedo perdura décadas. Los niños crecen sabiendo que el villano podría llevar placa, y la confianza en las autoridades se evapora como humo de un narcoataúd.Pero en esta oscuridad, hay un atisbo de luz que no podemos ignorar.
La coordinación entre la Fiscalía de Investigación de Delitos de Alto Impacto, el Ejército, la Guardia Nacional, la Marina y la Secretaría de Seguridad Ciudadana demuestra que, cuando se quiere, se puede. Blumenkron lo dijo claro: “Continuaremos actuando con firmeza”. Bien, pero firmeza no es solo esposas; es reforma radical.
Urge depuración masiva de corporaciones, salarios dignos que rompan las cadenas de la necesidad, inteligencia que prevenga en lugar de reaccionar, y justicia que no libere a “patronas” para que vuelvan a tejer su telaraña, como ocurrió con “La Patrona” tras su primera captura en 2024.
La detención en Temoac no es solo sobre dos policías caídos; es un llamado a desarmar el monstruo desde adentro. Si no, seguiremos siendo un país de editoriales luctuosas, donde la noticia del día es la traición del que juró protegernos. México merece guardianes, no verdugos. Y Temoac, como tantas otras tierras sangrantes, merece paz, no más promesas en papel.
